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Una voz de alerta ante la cruel idea de detener la importación de diésel

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Foto: Archivo WEB

Por Juan Salvador Pérez*

Cuando en un país se pierde el sentido del otro como hermano, todo se desdibuja. Se presentan entonces escenarios terribles de odio, de aniquilamiento, de arrasar con el enemigo, se comienza a hablar y actuar en términos y lógica de guerra. Y la guerra es la muerte.

Dentro de esta dinámica de guerra actual, surge en el escenario nacional la alarmante y muy preocupante noticia de una posible detención del envío de diésel importado en Venezuela. La medida – al igual que las anteriores sanciones de corte parecido – atiende a la estrategia de acabar con el actual gobierno de Nicolás Maduro. Pero ¡cuidado! El fin no justifica los medios. Bien lo advertía Jacques Maritain, el político “que lo sacrifica todo al deseo de ver triunfar su política, es un mal gobernante y un político pervertido”.[1]

Sin duda, el principal responsable de la situación que vivimos los venezolanos hoy en día es el gobierno de Nicolás Maduro, pero no por ello podemos estar de acuerdo con la implementación y ejecución de medidas que afecten directa y cruelmente a los venezolanos de a pie, a la gente sencilla, a los ciudadanos que habitan, sobreviven y sufren en este país.

La Conferencia Episcopal Venezolana en su más reciente comunicado hace un urgente llamado al liderazgo político del país (tanto al oficialismo como a la oposición), sobre la terrible situación de “sufrimiento del pueblo, golpeado por la profunda crisis económica, social, moral, institucional y política que vive el país, siendo olvidado por quienes asumieron el rol de representarlo en el campo político.”

Este sufrimiento de la gente sólo se vería aumentado con los efectos de una medida como la planteada de interrumpir la importación de diésel. Dice un reportaje realizado sobre la opinión expertos en la materia que: “en una nación donde no hay producción suficiente para abastecer a sus propias regiones, la paralización del transporte de carga por falta de diésel, hará imposible el acceso a bienes y servicios de primera necesidad”. El principal efecto de esta sanción es la afectación directa al sector transporte (tanto cargas, alimentos y pasajeros). El 85% del transporte de carga, así como el 70% de la población de Venezuela, depende del diésel para movilizarse.

De igual manera, se afecta la generación de energía eléctrica. El diésel es usado como combustible principal de la plantas en varias zonas del territorio nacional, lo cual llevaría a que el país entero dependa del aporte de El Guri. Asimismo, las plantas eléctricas de respaldo usadas en casi todas las clínicas privadas, y posiblemente en una cantidad importante de hospitales públicos del país funcionan con diésel.

Un tercer sector de alto riesgo lo conforma el suministro de gas. La interrupción del acceso a diésel impactaría el suministro de gas metano a los consumidores residenciales. Esta medida afectará el gas que usa el 7% de la población de las principales ciudades. De igual forma se vería una caída en la producción de los líquidos de gas natural afectando la producción de propano, que es usado para las bombonas de gas. A la fecha, la producción local solo abastece el 25% del mercado.

Como vemos, la decisión de detener el envío de diésel importado a Venezuela, podrá quizás tener algún valor estratégico en los planes políticos de determinados actores, y estos planes políticos podrán o no tener éxito. Esa no es la discusión ni la intención de este llamado de atención.

Pero lo que sí pretendemos desde SIC es alzar la voz por las implicaciones morales de una decisión como esta, de efectos devastadores e inhumanos en la población venezolana. Más sufrimiento, más penurias, más hambre, más desolación y más muerte, no pueden ser nunca la vía para salir de esta profunda crisis en la que estamos.

Enseña la Doctrina Social de la Iglesia que la política es la forma más excelsa de la Caridad, es decir, es la manera más sublime de amar a los demás. Pero también puede ser la forma más cruel y más abyecta de tratarnos y maltratarnos entre los seres humanos.

Elijamos pues la forma correcta de vivir como hermanos, porque si no avanzaremos inexorablemente por el camino de la destrucción y la barbarie.


*Miembro del Consejo de Redacción de SIC

[1] El fin del Maquiavelismo. Jacques Maritain.

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