Piero Trepiccione
Las elecciones presidenciales del 7 de octubre pasado han cerrado con un poco más del ochenta por ciento de participación. La mayor, de lejos, en los últimos procesos comiciales en Venezuela. Más de quince millones de venezolanas y venezolanos acudieron a la cita convocada por el CNE para dilucidar el presidente de la república. Esta participación se ubicó en el rango que las empresas encuestadoras de opinión habían pronosticado. Sin duda, lo que estaba en juego el 7-0 motivó la activación de buena parte de la población inscrita en el REP, además de confirmar lo que una investigación del Centro Gumilla realizada en los sectores populares el año 2011 indicó: que uno de los mecanismos de participación mejor valorados en Venezuela es el acto de votar.
El presidente Hugo Chávez y candidato a la reelección por un periodo de seis años, tal como lo estable la constitución, logró ganar la elección con más de ocho millones de votos mientras que el principal candidato retador, Henrique Capriles, sacó seis millones quinientos mil votos. Entre ambos candidatos lograron obtener cerca del 97 por ciento de la votación; lo cual nos indica claramente, que en Venezuela la polarización política sigue la pauta en cuanto a visiones o modelos de Estado se refiere. Aunque, un elemento particular que caracterizó este proceso comicial fue la distensión que se observó entre partidarios de uno y otro bando a la hora de realizar campaña electoral.
Los activistas y seguidores de Hugo Chávez hicieron actos proselitistas en sectores medios de la población sin casi ningún incidente en particular; y viceversa, los activistas partidarios de Capriles realizaron actos de campaña en sectores populares con muy pocos incidentes registrados. Hubo excepciones como en Barinas, Puerto Cabello y La Vega, sin embargo el clima de respeto fue mucho mayor que otros procesos anteriores.
Fue bonito ver viviendas en sectores medios y populares con afiches alusivos a ambas candidaturas; sin que eso significara enfrentamientos violentos o discusiones caldeadas entre vecinos y amigos.
La agenda de campaña
¿Qué fue lo que estuvo en juego durante todo el proceso comicial? El tema social, sin duda, fue el que más abiertamente marcó la pauta en las ofertas programáticas de ambas opciones. Las misiones ocuparon un lugar preponderante en los días de campaña. Por una parte, el presidente y candidato a la reelección Hugo Chávez concentró su “artillería comunicacional” en atacar a su adversario señalando que de ganar éste, las misiones y todo el avance social logrado hasta ahora serían eliminados por la concepción neoliberal.
En cambio, Henrique Capriles, gobernador del céntrico Estado Miranda y retador del presidente, mantuvo su criterio que “no sólo las mantendría sino que las mejoraría y profundizaría” tratando de ganar espacios en los sectores populares que tradicionalmente han respaldado a su rival. Por tanto, las políticas públicas concebidas para ayudar a los más necesitados, a los más débiles fueron un gancho permanente para atraer a las grandes mayorías del país hacia un proyecto político determinado.
La inseguridad también tuvo su protagonismo estelar vista la percepción generalizada de la población que, muy de lejos, la señala como el principal problema que agobia a las venezolanas y a los venezolanos. Capriles la usó para desmeritar la eficiencia del gobierno central en la cuestión mientras que Chávez aprovechó para lanzar planes nacionales para contrarrestarla en plena campaña electoral.
El enfrentamiento de modelos también tuvo su protagonismo. Chávez afianzó su propuesta del “socialismo del siglo 21” complementándolo con conceptos como el de “independencia” “antiimperialismo” y “soberanía nacional”; Capriles en cambio, prefirió abordar temas específicos y desnudar las promesas incumplidas de la gestión del gobierno nacional. Chávez atacó duramente a Capriles señalándolo de neoliberal y hasta circuló una versión del programa de gobierno de la mesa de la unidad democrática con esas características. La oposición negó la especie e indicó que se trató de un vulgar montaje para manipular a la opinión pública.
Cabe resaltar también en esta parte, las últimas semanas de la campaña estuvieron signadas por el cambio de bando de algunos nombres vinculados a la oposición, hacia el oficialismo, entre ellos, David de Lima ex gobernador del estado oriental Anzoátegui y William Ojeda, diputado a la Asamblea Nacional, como los más emblemáticos y un video donde aparecía el diputado Juan Carlos Caldera recibiendo un dinero de manos de un representante de Wilmer Ruperti, un conocido empresario vinculado a negocios con el gobierno. Todo esto enrareció el clima de la campaña unos días previos a la elección, sin embargo no fue motivo para disminuir la alta motivación que traía la población para participar.
Los sectores populares
Fueron los más cortejados en los discursos candidaturales. Siguen siendo el segmento poblacional más grande en la Venezuela actual y por tanto, el más importante en épocas electorales. Desde el gobierno central se adelantaron muchas acciones para transferir recursos y ejecutar obras públicas en los lugares donde habita mayormente la población popular. Otro tanto se hizo desde los gobiernos regionales controlados por la oposición para ganar la mayor cantidad posible de adeptos. Sin embargo, la pregunta clave que surge luego de esta campaña electoral es: ¿realmente se está tomando en cuenta la opinión de los más humildes? ¿Se están activando mecanismos alternos de participación más allá de lo meramente electoral que aunque sea importante, no es lo único? ¿De qué manera se les consultó sobre los planes de gobierno más allá del marketing electoral? Son estas y otras interrogantes las que surgen después del 7 de octubre.
Han reaparecido los temores de un clientelismo político exacerbado que mediatiza la autonomía popular y ahoga la verdadera participación protagónica del pueblo en los asuntos públicos. Está por verse el tema del Poder Popular cómo se seguirá desarrollando en medio de dos procesos electorales continuos que tendremos en los próximos meses. El pueblo, como siempre, ha sido protagonista como tema de campaña. Ha sido “enamorado” por ambos bandos y apostó a una opción mayoritariamente.
Falta ver en qué medida los sectores populares podrán encontrar un rumbo propio, sin que las fuerzas partidistas intervengan para seguirlo mediatizando. Y en qué medida también, las experiencias acumuladas a lo largo de muchos años de trabajo constante, pueden ser aprovechadas por el liderazgo político nacional, regional y local para efectos de colocar en la agenda real de las políticas públicas, las necesidades prioritarias de una población que ya no es tan invisible, pero que aún padece un cúmulo de problemas cotidianos que han de ser resueltos con su concurso pleno.
Retos políticos
Vistos los resultados del 7 de octubre en Venezuela se abren desafíos a las fuerzas políticas enfrentadas. Tanto en diciembre de este año como en abril del 2013, tendremos nuevas elecciones. Las primeras para elegir gobernadores y diputados regionales; las otras para alcaldes y concejales. Para los oficialistas el reto será poder lograr que los electores que se movilizaron para votar por Chávez lo hagan en sus regiones en la misma magnitud.
Los opositores tendrán que mantener la motivación de sus partidarios para que puedan ir a votar masivamente como lo hicieron en octubre.