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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Una escuela que construya país

3.1.1_Archivo Gumilla

Quien en este país apuesta por procesos de verdadera transformación de la sociedad debe apostar y dirigir esfuerzos en pro de la educación de calidad que requerimos con urgencia

Yralis Pinto*

En medio de un escenario especialmente difícil desde el punto de vista económico, las familias venezolanas han hecho un esfuerzo casi sobre humano por enviar a sus hijos a la escuela: la matrícula de inscripción, comprar uniforme, zapatos, lista de útiles y la inversión permanente en merienda y pasaje representan un verdadero drama para los padres y representantes.

Hay que decir que a la fecha no se ha incorporado la matrícula total que se espera en las aulas de clase. ¿Dónde están esos niños, esos adolescentes que, por cierto, se fueron de vacaciones antes del 14 de julio? En visitas y llamadas que hacemos a los padres de los estudiantes que aún no se incorporan, nos encontramos con los que no tienen zapatos ni uniformes, padres desempleados o ganando solo para el sustento diario, familias que se han ido por la frontera buscando otras alternativas de vida, adolescentes a cargo de los hermanos más pequeños porque sus padres están fuera del país. La mayoría migra hacia Colombia.

Otros nos dicen que han decidido abandonar los estudios para trabajar, otras por situación de embarazo y/o por formalizar una relación de pareja siendo menores de edad, algunos estudiantes no se han incorporado porque los conflictos entre bandas por el control de las zonas los han mantenido en constante toque de queda.   

A todas estas razones y a la situación precaria de las familias para cubrir lo más básico para que el estudiante inicie el año escolar, se suma la falta de transporte público que hace más pesada la cruz, obligando a madrugar más para poder llegar a clases y regresar aún más tarde a la casa.

En Aragua y Carabobo iniciamos septiembre con una agudización del caos en el sector transporte; no hay suficientes unidades, las calles y avenidas se han convertido en interminables paradas. Quienes más sufren, además de enfermos y ancianos, son los estudiantes pues los transportistas se niegan a llevarlos por no aceptar el pasaje estudiantil. Muchos niños y adolescentes caminan largas distancias para llegar a la escuela, exponiéndose a diversas situaciones de inseguridad.

Por otro lado, la escuela también inició con sus propios problemas. Muchas de ellas fueron robadas en el período de vacaciones, una gran cantidad sin electricidad por el robo de cables, otras sin agua por robo de bombas y tuberías, equipos tecnológicos, aires acondicionados, material didáctico, entre otros. En algunos centros el personal de vigilancia fue sometido violentamente, viviendo experiencias de mucho riesgo, el sistema de alimentación escolar aún no está llegando a las escuelas y en las que llega, los insumos alcanzan apenas para dos días de alimentación.

Pero lo más grave es la falta de docentes en diversas áreas, lo cual hace más difícil la atención a los estudiantes pues es complicado educar sin agua, sin luz, sin pupitres, sin pizarras, pero, ¿sin maestros? ¿Qué pasó con los profesores?  Algunos prefieren cambiar a sitios de trabajo más cercanos al lugar de residencia por la misma situación del transporte descrita anteriormente, que también les afecta a ellos, tanto por el tema de movilización como por invertir la mitad del sueldo en pasaje; otros se han ido del país. El poco reconocimiento a la profesión docente expresado en sueldos que apenas alcanzan para la alimentación y transporte van generando un creciente éxodo a otro tipo de ofertas de trabajo fuera del campo educativo que les resulta más rentable.

Toda esta dura realidad pone de manifiesto la amenaza permanente al derecho a la educación de los niños y adolescentes, y la vulnerabilidad de otros derechos fundamentales.

En este contexto tan abrumador en el que inicia el año escolar parece que lo razonable es dar muchos procesos por perdidos, sin embargo, resulta sumamente esperanzador ver cómo un buen número de directivos, docentes y colaboradores en todo el país apuestan por abrir las puertas de la escuela para que llegue la muchachada y desde el empeño, la determinación, el compromiso y la creatividad se emprenden acciones para que sea posible educar hoy en Venezuela.

En las visitas por diferentes escuelas de Fe y Alegría tanto de Inicial, Primaria y Media-Técnica, hemos visto gente que no se deja vencer por la adversidad y el desánimo, por ello prepararon con alegría el recibimiento de los estudiantes, haciendo de esos primeros días espacios para la inclusión y la celebración.

Cabe destacar el compromiso, si se quiere, heroico, de los directivos, personal y comunidad de la  escuela Mons. José Alí Lebrún ubicada en Puerto Cabello,  a quienes las fuertes lluvias arrasaron con casi todo el mobiliario y daños en la infraestructura, y ya el 25 de septiembre, con casi nada material pero con mucha densidad humana, iniciaron actividades con los estudiantes.

En varios centros se han impulsado campañas de regreso a clase con reciclajes de cuadernos, de lista de útiles comunitarias, donación de uniformes nuevos y usados, ropero escolar y la olla solidaria. Se organizan y así como el buen pastor va en busca de la oveja perdida, van y buscan a los muchachos, los animan y ayudan para que regresen a la escuela. Están convencidos que no podemos dejar que se pierda la razón de ser de nuestro servicio.

Hay que insistir. Los directivos, generando condiciones para que la escuela esté operativa y para que el quehacer pedagógico sea de calidad, buscando alianzas para las mejoras de la infraestructura, es como un milagro ver que gente comprometida con el país ayuda en la construcción de una cocina para una escuela, otro para renovar ambientes de aprendizaje, otro contribuye con la alimentación de los estudiantes y hasta en una zona popular al sur de Valencia una organización  presta  sus espacios para que no se cierre una escuela de Fe y Alegría.

En materia de formación, a la fecha ya más de 150 docentes de Educación Inicial de todo el país se reunieron para proponerse nuevos retos en innovación y transformación de preescolar, ya se han realizado las jornadas de directivos para planificar el trabajo del año escolar, los docentes de media estudian y revisan la transformación curricular para adecuar el nuevo plan de estudios haciendo énfasis en fortalecer el proceso de enseñanza –aprendizaje a través del enfoque para el desarrollo de competencias.

También están los grupos de madres colaboradoras y las promotoras de paz que se ofrecen con toda generosidad para ayudar en la cocina, para acompañar en algún salón donde no hay maestro, para las jornadas de tamizaje de los estudiantes; en fin, hay mucha gente buena que apuesta por escuelas abiertas donde hay fe en los niños y adolescentes, en los maestros, donde hay fe en lo que se hace, en el trabajo productivo, en espacios y procesos de inclusión, en la educación que promueve la formación del sujeto y la construcción del mundo fraterno.

Venezuela tiene muchos maestros valiosos, convencidos del aporte que tienen que dar, de que necesitamos fomentar en la escuela la sociedad que soñamos, que nuestras aulas, pasillos y patios deben ser lugares de ejercicio de la ciudadanía que convive en paz, que aprende desde el intercambio de saberes, que construye desde el trabajo permanente y colectivo.

Esos maestros, aunque están claros de los males que asechan el sagrado derecho a la educación, no se rinden y están dispuestos a dar lo mejor de sí en la escuela necesaria para la construcción del país que necesitamos.

Quien apuesta por procesos de verdadera transformación de la sociedad venezolana, debe apostar y dirigir esfuerzos en pro de la educación de calidad que requerimos con urgencia.

Finalmente, es importante destacar como un acto de justicia el hecho de que el día primero de septiembre del presente año, el Estado venezolano haya otorgado la jubilación a 195 docentes de centros afiliados a la Asociación Venezolana de Educación Católica, todos con más de treinta años de servicio y entrega en escuelas de todo el país. Aún muchos siguen esperando por este derecho, algunos con condiciones precarias de salud, por lo que es nuestra aspiración que el Ministerio del Poder Popular para la Educación siga honrando los compromisos con los trabajadores asociados a la Avec, incluyendo al personal administrativo y obrero.

*Fe y Alegría Venezuela- Zona Central.

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