Por Félix Arellano
La integración económica se mantiene en la agenda política de la región y, en estos días, ha logrado un renovado protagonismo por la carta que un conjunto de expresidentes (7), excancilleres (11) y exministros (15), han enviado a varios presidentes en ejercicio de la región (14/11/2022), con el objetivo de reactivar la desahuciada Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), incorporando una serie de propuestas interesantes, conocidas y reiteradas; orientadas a viabilizar y fortalecer el proceso de integración; empero, al profundizar en la misiva, se aprecia un sesgo desequilibrado, generando algunas contradicciones.
En el plano formal, la difusión del documento se ha caracterizado por desorganización y poca transparencia, lo que ha facilitado la manipulación de algunos Gobiernos. Los organizadores no realizaron un acto público de presentación, lo que permitió que, en algún caso, algún Gobierno la presentará como una carta remitida con exclusividad. Ese ha sido el caso en Venezuela, donde algunos medios difundieron el documento como una comunicación exclusiva para nuestro país, pero en realidad es un texto colectivo.
Ahora bien, sobre Venezuela la carta ha debido incluir una sección especial, que resaltara las negativas consecuencias para la integración económica regional, de unas decisiones equivocadas, como el retiro de la Comunidad Andina, del Grupo de los Tres y el estancamiento de los pocos acuerdos vigentes con otros países de la región, en particular, la falta de adecuación a las complejas circunstancias que enfrenta el país.
Adicionalmente, en la carta se ha debido denunciar la política de exoneraciones que se ha desarrollado en los últimos años, ya que paraliza los esfuerzos de la integración económica.
Cualquier exportador al mercado venezolano prefiere utilizar el decreto de exoneraciones que le permite entrar al mercado nacional libre de aranceles y sin cumplir ninguna normativa adicional, en detrimento de la producción nacional.
Por el contrario, en los esquemas de integración económica, para gozar de la eliminación de los aranceles se debe cumplir con las normas de origen, las normas técnicas y de calidad, y las aduanas nacionales son responsables del cumplimiento de las normativas. Con la normativa de exoneraciones se encuentra en desventaja la producción nacional, pero también cualquier esfuerzo de integración económica. Como se puede apreciar, Venezuela no registra el mejor expediente en materia de integración y los promotores de la carta han debido realizar un llamado para superar tal situación.
Por otra parte, sobre aspectos formales, llama la atención el caso de Brasil, pues la carta fue remitida al presidente electo, Ignacio Lula Da Silva, quien asumirá tales funciones el primero de enero del próximo año. Los aspectos formales van engrosando las contradicciones. Conviene destacar que la carta enfatiza la importancia de la pluralidad, como una regla fundamental para lograr la estabilidad del proceso de integración.
Al excluir al presidente Bolsonaro, se aprecia un sesgo discriminatorio que, por cierto, caracterizó la gestión de gobierno de algunos de los firmantes. Los promotores seguramente alegan que al presidente Bolsonaro le quedan pocos días en el cargo, pero seguramente el tema ideológico ha influido en la decisión, desplazando el objetivo pregonado de respetar la pluralidad.
Entrando en temas de fondo, en la carta se resalta la necesidad de promover la convivencia en el contexto de la diversidad, que representa la esencia de las relaciones internacionales, pero en varias oportunidades destacan que, gracias a los nuevos gobiernos electos en Chile, Colombia y Brasil, ahora será posible avanzar en la integración. Debemos observar que la realidad no confirma tal afirmación, recordemos que la experiencia previa de la ola roja en la región no generó mayores beneficios a la integración; por el contrario, ha dejado un panorama desolador, de estancamiento y desintegración. La insistencia en la importancia de la coherencia ideológica para avanzar en el proceso, desvirtúa los buenos propósitos a favor de la pluralidad y hace evidente el sesgo desequilibrado.
No podemos desconocer que el enfrentamiento y la polarización ideológica ha sido uno de los factores que limitan los avances en la integración. A medida que se incrementa el clima ideológico, se estancan los esquemas de integración existentes. Adicionalmente, se promovieron nuevos esquemas, caracterizados por una marcada visión ideológica, que han generado fragmentación y desintegración.
Cuando los Gobiernos de varios de los expresidentes firmantes promovían proyectos como la Comunidad Suramericana de Naciones, sustituida por la UNASUR, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), se relegaban instituciones ya existentes como la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) y el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA). En el caso de la ALADI, su acuerdo fundacional, el Tratado de Montevideo de 1980, contempla entre sus objetivos: la convergencia regional de los diversos proyectos de integración, la apertura al comercio intrarregional y la posibilidad de avanzar en múltiples áreas que los gobiernos podían aprobar.
En relación al SELA, desde su creación (1975) tiene previsto el desarrollo de la cooperación intrarregional y la coordinación de posiciones regionales frente al mundo, en particular, frente a los Estados Unidos y otras economías desarrolladas, empero, por razones políticas, ideológicas y mediáticas se promovió un nuevo esquema como la CELAC, argumentando que cumpliría otras funciones eminentemente políticas, pero los resultados evidencian fragmentación y duplicación de esfuerzos.
El comentario que sobre el Foro para el Progreso de América del Sur (PROSUR) presenta la carta; “Prosur no pasó de ser un emprendimiento improvisado y precario, con nulas capacidades operativas como quedó demostrado con su total inoperancia”, confirma el sesgo desequilibrado, pues con objetividad, las experiencias de la ALBA, UNASUR y la CELAC podrían definirse en los mismos términos, pero son presentadas como importantes proyectos.
Debemos reconocer que la carta no evidencia una actitud autocrítica y un real propósito de enmienda. Al respecto, en el texto se enfatiza sobre la necesidad de la inclusión de todos los sectores de la sociedad para la construcción de la integración, en particular, el empresariado, los gremios, los sindicatos, las ONG. Al abordar esos temas, ha podido ser una oportunidad para la autocrítica, pues los gobiernos radicales de algunos de los firmantes se caracterizaron por una marcada exclusión y descalificación de quienes piensan diferente.
La carta resalta la grave situación social de la región, agravada por las consecuencias de la pandemia del COVID-19; sin embargo, no se observa ninguna referencia a la necesidad de abordar la construcción de incentivos y mecanismos de equidad en los procesos de integración, que permitan hacer frente con las potenciales consecuencias negativas, la conformación de perdedores, que inexorablemente afecta a los más vulnerables.
Interesante el inventario de proyectos que se presentan en la carta y, particularmente importante, la propuesta de modificar los sistemas de votación en los esquemas de integración, con el objeto de superar los efectos paralizantes del consenso o la unanimidad que, con la buena intención de generar decisiones con plena legitimidad, en la práctica se han convertido en el muro para los cambios y los avances.
La propuesta del cambio en el sistema de votación se complementa con la visión de la geometría variable en la administración del proceso, que la carta también destaca, técnica que permitiría a unos Gobiernos poder avanzar con mayor facilidad en temas complejos para otros; empero, una geometría variable mal administrada puede exacerbar la fragmentación.
Pero no deja de ser inconsistente que propuestas interesantes, que ya tienen tiempo en las reflexiones sobre la integración, sean asumidas con mucho ánimo por expresidentes que durante sus gestiones de gobierno poco defendieron y, por el contrario, asumieron una rígida visión de la soberanía o una miopía ideológica, ambas paralizantes de la integración.
En lo que respecta a la soberanía también conviene un breve comentario, pues la carta resalta la importancia de la soberanía alimentaria y sanitaria, posiciones que lograron fuertes apoyos en la compleja situación de la pandemia, pero son temas delicados, ya que fácilmente pueden servir de base para la promoción de autoritarismos nacionalistas y discriminatorios que terminan paralizando la integración económica.
Este artículo ha sido originalmente publicado por el autor en Tal Cual Digital, el 22 de noviembre del 2022. Disponible en: https://talcualdigital.com/