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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Un país inocente

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Carlos Delgado Flores

elnacional.- En Venezuela, hay, en promedio, 35 protestas diarias, según nos informa el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social. Una mitad de estas protestas son laborales, y la otra mitad, protestas de las comunidades que reclaman al Estado, en sus distintos niveles, garantía de derecho y acceso a los servicios públicos. Eso significa varias cosas, entre otras: 1) que estas protestas no son pocas (sobre las 12.000 al año); 2) que se están despolarizando, es decir, que cada vez las hay más contra el gobierno, integradas por gente de los sectores populares que hasta no hace mucho integró la base de apoyo del oficialismo; y 3) que se van haciendo comunes, normales, lo cual es mal signo para los motivos que las accionan, porque aquello que es normal no representa un problema, precisamente porque es normal.

An opposition supporter waves a Venezuelan national flag as she attends a rally in Caracas¿Quiere decir que la violencia delincuencial, la violencia política y el desabastecimiento no son problemas, porque son normales? A riesgo de linchamiento, eso intenta decir este escribidor. El bulling escolar, por ejemplo, no termina de encontrar soluciones eficaces porque se le percibe como algo normal, que no está bien, pero que tampoco es un problema. El populismo como racionalidad política tampoco es un problema porque es común, sea en forma tecnocrática o burocrática. ¿La corrupción? En un país donde no se percibe lo público como de todos, sino como de nadie, o lo ajenocomo lo que no es mío, la corrupción no se entiende como conducta incorrecta porque es frecuente, es normal, por tanto, no es problema, de allí que el régimen la emplee como mecanismo de distribución de la renta, sea del petróleo o de otros rubros, comida incluida.

Por eso el país no reacciona frente a una protesta como la de los transportistas, que paralizan ocho ciudades por la inseguridad, porque este tema nos afecta a todos, por tanto es algo normal, luego, no es problema. Por eso el país no se mueve un milímetro cuando hay más de cien jóvenes en huelga de hambre por la liberación de los presos políticos y la publicación de la fecha de las parlamentarias; como no se ha movido con las huelgas de hambre y de sangre de los “privados de libertad”; como no se ha solidarizado con la gente que ha quedado secuestrada en las “zonas de paz”; como no se solidarizó con Franklin Brito, cuando hizo huelga de hambre por sus tierras y fue declarado loco y sometido contra su voluntad, hasta morir. Y aquí habría que hacer matices a la premisa principal: una situación normal no es problema, la situación de uno solo es su problema y la situación que es problema para otros, pero no es problema para mí, pues no es mi problema.

De la huelga de hambre de los jóvenes, en solidaridad con Ceballos primero, con López después, y finalmente con la causa de los presos políticos, a este escribidor le perturban muchas cosas: la forma de convocar, los motivos de la huelga, que se sobreestime el carisma de López, que la idea de subirle los costos de represión al gobierno no cala en el ala “institucionalista” de la MUD, porque acaso no tienen la necesidad de correr en dos canales (el electoral y las protestas); que en un ajedrez que no vemos, la huelga, en tanto que jugada, beneficie a alguien más. Perturba además que la protesta no tiene vinculación con el Examen Periódico Universal de Derechos Humanos, ni se solidariza con el resto de las protestas diarias, ni procura articular ni empoderar el liderazgo de las comunidades de base, ni convoca al liderazgo político ni al país a pensar en las motivaciones de la protesta, es decir: discursivamente, la huelga es muda, ¿Por qué? ¿Porque quien debe hablar por ella está preso? ¿Hasta cuándo tanto personalismo?

Lo que más perturba de la huelga es que representa una oportunidad para arrojar luz sobre las situaciones normales que no son problema, denunciar la falacia que las sustenta y comprometer voces y liderazgos en denuncia de los males de espíritu de un país inocente como el del verso de Ungaretti. Ojalá no la pierdan, como muchas otras, en el pasado reciente.

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