Por Félix Arellano*
Estamos cercanos a culminar el 2021, un año difícil de definir en una palabra y, posiblemente, podría ser caracterizado por sus marcadas contradicciones. Enormes desafíos, importantes avances, creciente desasosiego, muchas dificultades y tareas pendientes, particularmente en la esfera de lo individual.
Una vez más la creatividad humana ha logrado alcanzar objetivos que parecían imposibles, nos referimos en particular, a los avances en la lucha contra el virus del covid-19, que sigue amenazando a la humanidad, en particular a la creación de las vacunas, que, si bien no han logrado su eliminación, han permitido un importante control de sus efectos.
Pero el reto se mantiene, ahora nos encontramos con una nueva variante calificada como multimutante, el “ómicron”, que representa otro gran desafío para la ciencia, pues implica superar la “epistasis del virus”; es decir, la manera en que las mutaciones interactúan entre sí y las consecuencias que pueden generar en lo que respecta al nivel del contagio y la letalidad.
Estamos seguros de que la creatividad científica humana logrará, una vez más, superar el nuevo reto; empero, otro problema afecta los avances de la ciencia y tiene que ver con acciones de carácter político. El egoísmo racional de los decisores tiende a menospreciar los efectos sociales de sus decisiones, en particular, frente a los sectores más vulnerables.
Muchos gobiernos responden a los intereses de la camarilla en el poder y justifican sus actuaciones desde la perspectiva de una soberanía mal entendida o la autodeterminación. En ese contexto, la pandemia del COVID-19, ha estimulado en muchos gobiernos facetas no cooperativas, como acaparar los recursos sanitarios, estimular el proteccionismo, apuntalar el autoritarismo o monopolizar las vacunas.
La creatividad científica y tecnológica avanza a pasos de gigantes en diversos ámbitos, es el caso de la inteligencia artificial, la robótica, la electrónica, las telecomunicaciones, los nuevos materiales, la exploración de los espacios extraterrestres y una larga lista de temas a abordar.
En este contexto, al apreciar el creciente deterioro del ecosistema, tenemos la esperanza de que la creatividad humana y la ciencia lograrán desarrollar recursos y tecnologías sostenibles, biodegradables y respetuosas del medio ambiente. Pero de nuevo la política y las conductas individuales pueden ser el gran enemigo.
Los progresos en la racionalidad científica y tecnológica no conllevan automáticamente conductas más prudentes y sensibles en términos sociales, que permitan la construcción de un contexto político y social más estable y equitativo; por el contrario, pareciera que los novedosos desarrollos en comunicaciones están facilitando prácticas de manipulación y desinformación, que permiten el avance de los proyectos populistas y radicales.
Al respecto, las falsas noticias difundidas masivamente forman parte de los nuevos problemas que enfrentamos, particularmente en las sociedades que respetan las libertades y la democracia. El autoritarismo, en sus diferentes manifestaciones, aprovecha las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías y la institucionalidad democrática para manipular a los electores.
Luego, al llegar al poder mediante el voto popular, desarrollan una agenda de destrucción institucional y erosión de los derechos humanos, con el objetivo de perpetuarse en el poder. Lamentablemente, el progreso tecnológico no es sinónimo de fortalecimiento en la capacidad crítica, reflexiva y la sensibilidad social.
Cabe destacar que los avances tecnológicos se pueden apreciar con mayor intensidad en el contexto global e interdependiente que vivimos, pero también los problemas y los desafíos que generan. La pandemia del COVID-19, el desempleo o los efectos del cambio climático, entre otros, evidencian las complejidades del mundo global.
Ahora bien, muchos gobiernos se aferran a sus fronteras nacionales, buscando soluciones rápidas y fáciles, pregonando discursos radicales cargados de pasión, pero carentes de efectividad, que no resuelven los graves problemas estructurales que enfrentan las sociedades y crean otros nuevos, luego el autoritarismo se presenta con el recurso para silenciar la crítica y el descontento.
En el contexto del impresionante desarrollo científico y tecnológico que vivimos; paradójicamente, también está avanzando el deterioro de las libertades, la institucionalidad democrática, los derechos humanos y el orden liberal internacional. La geopolítica del autoritarismo está logrando mayores espacios, en particular en los países en desarrollo, que ven multiplicados sus problemas sociales con los perversos efectos de la pandemia del COVID-19.
La pobreza, el hambre, la miseria, la marginalidad y la exclusión; crecen y amenazan la paz y la seguridad a escala global; situación que los populismos y radicalismos aprovechan y manipulan, con falsos discursos, que estimulan pasiones e incrementan los odios.
Por otro lado, resulta harto conocido que destruyendo la riqueza no se genera bienestar. Promover polarización y odio forman parte de la estrategia encaminada a empobrecer y lograr mayor control social.
En los casos planteados podemos apreciar que, en gran medida, la esencia de los problemas se encuentra en nuestra conducta individual, nuestro patrón de consumo, nuestra capacidad de reflexión crítica, la sensibilidad social, el respeto a la dignidad humana y a la diversidad en sus múltiples expresiones.
En tal sentido, nos enfrentamos con el desafío de superar conductas cultivadas e internalizadas; la necesidad de revisar nuestra forma de abordar la realidad, estimulando procesos de articulación que privilegien la flexibilidad, la tolerancia y la disposición para dialogar, negociar y cooperar.
No es un proceso fácil, para quienes se encuentran en pobreza y hambre, la sobrevivencia condiciona su conducta; para quienes se vinculan al poder, el objetivo es perpetuarse y, para muchos, superar las zonas de confort es un reto que sobrepasa las capacidades.
En el nuevo año debemos realizar nuestro esfuerzo por contribuir a la construcción de un mejor espacio de convivencia en todas las instancias: local, nacional y global.
Apreciados y consecuentes lectores, mis mejores deseos para las navidades y el nuevo año. Espero, de todo corazón, que podamos reencontrarnos en el 2022. Paz, tranquilidad y salud, para todos, que es lo fundamental.
Un fuerte abrazo.