Jesús María Aguirre s.j.
Umberto Eco, que transitó el campo intelectual entre apocalíptico e integrado a través de sus primeros escritos, terminó pensando como apocalíptico y viviendo como integrado.
Basta con leer su última novela “Número Cero” para detectar su desconfianza sobre la posibilidad de unos medios periodísticos independientes y sus críticas a las redes, como vertederos del mal periodismo, a la vez que se servía de todas las plataformas de marketing para mantenerse entre los escritores mejor pagados del mundo. Pero siempre, su palabra aleccionadora, a veces provocadoras, con su ironía crítica nos acompañó en nuestras labores de docencia y periodismo, en los debates sobre la era de internet y los oráculos de la desaparición de los profesores, de los periódicos y del libro.
Estos extractos de sus reflexiones sobre los mitos de la desaparición del profesor, el fin del periodismo y la muerte del libro, pretende ser un homenaje a su pensamiento como crítico de una cultura depredadora y antihumanista, cuyos límites y desvaríos conoció profundamente. De alguna manera su muerte fue tratada en las redes como un flash más en la feria de la vanidades, incluso anunciada antes de que ocurriera. ¿Qué más se puede esperar de la condición postmoderna en que dominan los simulacros? Umberto, sin embargo, mantuvo su duda metódica, basado en una ética incontestable, como expresó bien en unas conversaciones con el Cardenal Martini a propósito de la pregunta: ¿En qué creen los que no creen? Resumen de En Qué Creen Los Que No Creen, del autor Umberto Eco
Tres mitos de la postmodernidad : Extractos de sus entrevistas
El mito de la desaparición de los profesores:
“Profesor: Disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?” Umberto Eco (quien se nos fue ayer) responde así en este artículo de hace algunos años.
Almacenar nueva información, cuando se tiene buena memoria, es algo de lo que todo el mundo es capaz. Pero decidir qué es lo que vale la pena recordar y qué no es un arte sutil. Esa es la diferencia entre los que han cursado estudios regularmente (aunque sea mal) y los autodidactas (aunque sean geniales).
El problema dramático es que por cierto a veces ni siquiera el profesor sabe enseñar el arte de la selección, al menos no en cada capítulo del saber. Pero por lo menos sabe que debería saberlo, y si no sabe dar instrucciones precisas sobre cómo seleccionar, por lo menos puede ofrecerse como ejemplo, mostrando a alguien que se esfuerza por comparar y juzgar cada vez todo aquello que Internet pone a su disposición. Y también puede poner cotidianamente en escena el intento de reorganizar sistemáticamente lo que Internet le transmite en orden alfabético, diciendo que existen Tamerlán y monocotiledóneas pero no la relación sistemática entre estas dos nociones.
El sentido de esa relación sólo puede ofrecerlo la escuela, y si no sabe cómo tendrá que equiparse para hacerlo. Si no es así, las tres I de Internet, Inglés e Instrucción seguirán siendo solamente la primera parte de un rebuzno de asno que no asciende al cielo”. ¿De qué sirve el profesor?
El mito del fin de los periódicos:
“Usted ha escrito una novela ´Número Cero´ en el que un periódico del fango da batallas sucias sin salir a la calle… ¿Concibe que un día no haya periódicos?
“Es un riesgo muy grave porque, después de todo lo que he dicho de malo sobre el periodismo, la existencia de la prensa es todavía una garantía de democracia, de libertad, porque precisamente la pluralidad de los diarios ejerce una función de control. Pero para no morir el periódico tiene que saber cambiar y adaptarse. No puede limitarse solamente a hablar del mundo, puesto que de ello ya habla la televisión. Ya lo he dicho: tiene que opinar mucho más del mundo virtual. Un periódico que sepa analizar y criticar lo que aparece en Internet hoy tendría una función, y a lo mejor incluso un chico o una chica jóvenes lo leerían para entender si lo que encuentra online es verdadero o falso. En cambio, creo que el diario funciona todavía como si la Red no existiera. Si miras el periódico de hoy, como mucho encontrarás una o dos noticias que hablan de la Red. ¡Es como si los rotativos no se ocuparan nunca de su mayor adversario!” Umberto Eco: “Internet puede tomar el puesto del periodismo malo”
El mito de la muerte de los libros:
¿El libro desaparecerá a causa de la aparición de Internet?
“A estas alturas, cada vez que alguien me pide que me pronuncie al respecto, no puedo sino repetir el mismo texto. En cualquier caso, nadie se da cuenta de que me repito, porque no hay nada más inédito que lo que ya se ha publicado y, además, porque la opinión pública (o por lo menos los periodistas) tienen siempre la idea fija de que el libro desaparecerá (o quizá los periodistas piensan que son los lectores los que tienen la idea fija) y todos formulan incansablemente la misma pregunta (…).
“Ante la disyuntiva, hay una sola opción: o el libro sigue siendo el soporte para la lectura o se inventará algo que se parecerá a lo que el libro nunca ha dejado de ser, incluso antes de la invención de la imprenta. Las variaciones en torno al objeto libro no han modificado su función, ni su sintaxis, desde hace más de quinientos años. El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se ha inventado, no se puede hacer nada mejor. No se puede hacer una cuchara que sea mejor que la cuchara. Hay diseñadores que intentan mejorar, por ejemplo, el sacacorchos, con resultados muy modestos: la mayoría de ellos no funciona. Philippe Starck intentó mejorar el exprimidor, pero su modelo (para salvaguardar una determinada pureza estética) deja pasar las semillas. El libro ha superado sus pruebas y no se ve cómo podríamos hacer nada mejor para desempeñar esa misma función. Quizá evolucionen su componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel. Pero seguirá siendo lo que es”. Los libros no morirán nunca