Por Luis Ugalde, SJ*
“El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular -porque promueve el bien del pueblo- es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia la existencia digna. Por ello insisto en que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo. Por más que cambien los mecanismos de producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo. En una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no solo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal…” (Papa Francisco Fratelli Tutti n.162)
El resurgir de Venezuela pasa por la puesta en práctica de estos párrafos de oro del papa Francisco que exige oportunidades para “una vida digna a través del trabajo”. Millones de venezolanos están “pasando trabajo” para sobrevivir y muy pocos disfrutan de un trabajo productor de vida para sí y para el conjunto de la sociedad. Saliendo de la actual locura, debemos atravesar un campo minado de prejuicios y de falsas ideas como son los divorcios entre capital y trabajo, entre realización individual y responsabilidad social y el rechazo mutuo entre economía capitalista y sociedad solidaria, que bloquean el necesario matrimonio bien avenido entre trabajo y capital. El futuro esperanzado de Venezuela pasa por inversiones millonarias y renacer educativo que desaten las capacidades y talentos de trabajadores con alta productividad. No basta superar la aberrante idea marxista de que la esencia del empresario capitalista es, sin remedio, ser explotador del trabajador, por lo que la liberación de este pasa por la muerte de aquel.
No sabemos cómo será la economía dentro de un siglo, pero hoy por hoy no hay en el mundo más economía de alta productividad que la capitalista. Cosa que los comunistas chinos descubrieron, aplicaron y lo usan como medio para afianzar su dictadura política y el desarrollo económico de su país. En contraste vemos el fracaso de Cuba, Venezuela y Corea del Norte con su suicida anticapitalista y dogmático.
Hace dos siglos el capitalismo primitivo sin ley, ni ética, ni derechos de los trabajadores dieron razón a la demonización del capital que condenaba a la miseria a millones de proletarios, pero en la segunda mitad del siglo XX el instinto de salvación de Occidente tras las dos terribles guerras apostó por la democracia de bienestar social con economía capitalista, retó al comunismo soviético dominador de toda la Europa del Este y lo derrotó con la humanización del trabajo. La evidencia del fracaso comunista llevó a sus trabajadores a derribar el Muro de Berlín y cambiar todo el bloque soviético, incluido el Kremlin y su Plaza Roja. Hoy también el capitalismo en nuestro país y en el mundo necesita ética y leyes, pero una cosa es humanizarlo y otra matarlo.
En Venezuela para que el trabajo sea vida hace falta una economía capitalista floreciente con inversión multimillonaria y con máxima iniciativa y creatividad de los trabajadores, dotados de una educación competente propia del siglo XXI orientada a desatar su talento productivo. Esa es la verdadera riqueza del país que solo será posible con la siempre tensa relación entre iniciativa privada, estado de bien común y personas individuales con ética solidaria.
Nuestra tragedia nacional es producto de un régimen con la falsa idea de que el capital es enemigo del trabajador y que la realización de este pasa por el “exprópiese” que elimina la empresa privada. Trabajo sin capital, con poca inversión, atrasada tecnología y educación sin brújula, conlleva a una pobre economía de sobrevivencia y a una fuga de trabajadores para casarse en otras tierras con el capital y la libre iniciativa emprendedora. La vieja discusión socialismo=vida, versus capitalismo=muerte o viceversa es destructiva, atrasada y bloqueadora de la libertad creativa de los talentos de millones de venezolanos fuente de nuestra futura riqueza. Necesitamos una renacida dirigencia empresarial y política para dar un vuelco a la educación y formación profesional, promover inversiones con criterio actualizado y una visión estratégica con los trabajadores y su realización como la clave para que en Venezuela renazca, como nunca, la productividad económica humanizadora, de la mano de la política-social del bien común.
Doloroso y necesario aprendizaje para que la alianza entre capital y trabajo ofrezca vida a diez millones de trabajadores.
*Doctor en Historia. Coordinador de Educación de la Provincia Jesuita de Venezuela. Individuo de número de las Academias Venezolanas de Cs. Políticas y Sociales y de la Historia.