Nunca ha sido fácil educar, pero durante estos últimos años en Venezuela hemos tenido una educación en emergencia, marcada por muchos problemas serios, todos interconectados; sin embargo, existen organizaciones y educadores que seguimos apostando por la educación y, sin dejar de trabajar, soñamos con que la situación mejore en el 2024 y en los años próximos. Sabemos que sin educación no hay presente ni futuro para los niños, niñas y adolescentes, y tampoco sale de la crisis un país sin educación. Es hora de propuestas, de ver qué se debe hacer e, incluso, hacer visibles algunos anticipos de soluciones. Aquí nuestros deseos
Por Luisa Pernalete*
Punto de partida: reconocer los problemas
Esconderlos o disfrazarlos no ayuda, hay que reconocerlos y enfrentarlos. Pasa por escuchar a alumnos, padres y representantes, docentes y directivos. Saber mirar, saber leer, saber escuchar incluso los silencios, recoger datos de las universidades que investigan temas educativos, como la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), por ejemplo, así como organizaciones, tales como “Con la escuela”, que tiene una red de observadores educativos.
Ya sabemos que el Ministerio de Educación no entrega memoria y cuenta desde el 2016, de manera que datos oficiales no tenemos. Lo que sí tenemos todos son esos datos aislados, que no serán “duros” desde el punto de vista estadístico, pero que se vuelven duros por la tragedia que evidencian, como la cantidad de niños, niñas y adolescentes en las esquinas limpiando vidrios o pidiendo con sus madres; o las maestras que en las mañanas van a sus aulas y en las tardes venden café, tortas en sus casas, o dan clases particulares y tareas dirigidas… ¿Y quién no conoce un educador que en los últimos años se haya ido del país buscando horizontes para su familia? Solo el dato de los alumnos de las escuelas oficiales teniendo clases dos o tres días a la semana es suficiente para haber decretado la emergencia de la educación en Venezuela.
Soñamos con aulas llenas
Los datos de niños, niñas, adolescentes y jóvenes fuera de las aulas son terribles. Esperaría para este año que se reconozca esa realidad de exclusión y que se realicen campañas para recuperar a una buena parte de esa población, para que regresen, por supuesto, con un plan que busque superar ese rezago escolar, para que, habiendo pasado la edad, por ejemplo, para la educación inicial, los pequeños puedan reincorporarse a las aulas. Un plan que suponga que las familias vean la importancia de esta etapa de la educación, que se ubique a los excluidos. Hay escuelas de Fe y Alegría, que cuando un alumno falta dos semanas se le visita en su hogar para saber la causa de la inasistencia; eso, por supuesto, además de hacer ver en la familia lo que importa cada alumno, reduce el abandono, pues se procura ayudar en cada caso. Soñamos con campañas en los medios, en las redes, para que los chamos vuelvan a sus aulas. Claro, hacen falta otras cosas, como ayudar a las familias a superar los costos de que sus hijos vuelvan a estudiar, y también hace falta flexibilidad por parte de los planteles para todo el tema de uniformes y útiles.
Que se cumpla el artículo 103 de la Constitución
Ese artículo, y otros, hay que saberlo de memoria: “Toda persona tiene derecho a una educación integral, de calidad”, y más adelante dice que “… el Estado realizará una inversión prioritaria, de conformidad con las recomendaciones de las Naciones Unidas”. Sabemos que la economía del país no está boyante, pero sería bueno que el Gobierno aceptara la recomendación de la UCAB, contemplada en un programa de propuestas para salvar la educación, según la cual se propone que se destine el 30 % de lo recaudado por concepto de IVA a la educación. Estamos de acuerdo con eso, pues usted y yo pagamos IVA por cantidad de cosas, ¿qué tal si los ciudadanos nos sumamos a esa recomendación y pedimos al Gobierno que lo haga? Se requiere más financiamiento. Los ciudadanos debemos exigir recursos para la educación, no es un asunto solo de los maestros.
También los artículos 104 y 91 de la carta magna. Docentes formados y bien pagados
Seguimos con el sueño de ver la Constitución hecha realidad. La educación no puede estar en manos de cualquiera. Dice el artículo 104 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que “… la educación estará a cargo de personas de reconocida moralidad y de comprobada idoneidad académica”, pero nos estamos quedando sin educadores, y sabemos que Venezuela ha perdido más del 25 % de sus docentes en los últimos años, y sin maestros no hay escuelas, ni presencial ni a distancia.
Hay escuelas de educación vacías o casi vacías. Y se comprende, los salarios de los docentes en Venezuela son los más bajos de toda América Latina, ¿Cómo se le pide a un joven que estudie educación para que pase hambre? Se requiere un programa masivo, este año y los que vienen, para formar a esos docentes que hacen falta, y se requiere que –unido al punto anterior– los salarios de los maestros sean suficientes para que puedan vivir con dignidad. Como lo dice el artículo 91 de la Constitución: “Todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y para su familia las necesidades básicas, materiales, sociales e intelectuales”.
Además de salarios decentes, la formación tanto en pregrado, como actualización de los activos, es urgente. Sueño con que se masifiquen iniciativas formativas como las que en pequeño ofrecen organizaciones como Fe y Alegría –con sus institutos universitarios y su Centro de Formación e Investigación– o la UCAB, que ofrece becas para los que quieran estudiar Educación. Asegurando lo de mejorar los salarios, esto va unido. Ese anuncio de aumento de salario, un anuncio de plan masivo para formar y actualizar docentes, sería un gran regalo al país. Hay capacidad instalada para ello, y hay interés de parte de los docentes activos.
Sueño con mediciones de los aprendizajes
Cuando uno consulta informes de investigación sobre los aprendizajes en América Latina, de la Unesco y de otras organizaciones, Venezuela aparece “sin datos”, y es que en el país desde el año 2010 no se hace ninguna prueba estandarizada para medir el impacto de la educación, y esto no es algo para competir con nadie, sino para saber dónde estamos. No es obligatorio que sea la prueba PISA (Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes, por sus siglas en inglés), una de las más conocidas y aplicadas en el mundo; puede ser cualquiera, pero que se haga. Hay una esperanza que pudiera permitir que se cumpla nuestro sueño de que se reconozca que tenemos un serio problema de calidad, y que hay que buscar ayuda, y es que hace poco, al inicio de este año, en la UCAB se hizo un evento para socializar investigaciones sobre los niveles de aprendizaje en la escuela básica venezolana; la ministra de Educación asistió y, además de reconocer que hay problemas, mencionó la posibilidad de aliarse con gente que lo está enfrentando. ¡Gran noticia! Esperamos que este año se pueda concretar esa alianza a favor de la calidad de la educación pública.
Masificar lo bueno
En relación con el punto anterior, hay iniciativas en el país que se sabe son exitosas para algunas áreas de la educación, y que con recursos pudieran masificarse. Hay que darles visibilidad, conocerlas, valorarlas y aportar recursos para que lleguen a muchas escuelas. Menciono, por ejemplo, el proyecto “Leo, juego y aprendo”, impulsado por un equipo de la Universidad Metropolitana (Unimet), que está ayudando a muchos niños y niñas de educación inicial y primer grado a leer de manera divertida. Entrenan a maestros, proporcionan materiales para los niños, herramientas para los padres… He visto resultados que animan a cualquiera. En total son 311 escuelas que lo están disfrutando, 129 de Fe y Alegría entre ellas. Con recursos pudieran incluirse muchas escuelas públicas. ¿Por qué no aprovechar esa “capacidad instalada”?
Sueño con escuelas en paz y promoviendo la convivencia pacífica
Este mundo, con conflictos bélicos abiertos –crueles todos–, y este país, donde muchos comportamientos violentos se han ido volviendo cultura, como el grito, el insulto y la descalificación, necesita que la escuela trabaje fuertemente para que los estudiantes aprendan a relacionarse de manera fraterna; esta es una función de la escuela muchas veces olvidada y muy necesaria y urgente.
Hay experiencias sistematizadas que permiten decir que es posible, aún con entornos muy violentos, pacificar la escuela, potenciar las inteligencias múltiples de los estudiantes –eso sube la autoestima incluso de esos “difíciles”–, convertir líderes negativos en líderes positivos, y prevenir, reducir y erradicar la violencia escolar de todo tipo, la abierta y la silenciosa, el acoso escolar, pues. Se requiere voluntad, herramientas y un plan, así como paciencia y perseverancia. Hay organizaciones que ofrecen esas herramientas, que dan cursos a los maestros, también a los estudiantes y las madres. También en esta dimensión tan importante y necesaria, hay “capacidad instalada”.
El programa Madres Promotoras de Paz de Fe y Alegría lo está relanzando, con recursos pudiera llegar a muchas madres, y ya se sabe: si se gana a la madre, se gana a toda la familia, y los hijos de esas madres también cambian en su colegio. De igual forma está el Centro Gandhi, creado en el 2016, que trabaja la no violencia como modo de proceder, enseña a los niños a ser pacíficos y también entrena maestros. Es posible tener paz en las escuelas. Es un gran sueño para nosotros pensar en niños, niñas y adolescentes resolviendo sus conflictos por vías pacíficas, respetando a los otros, cambiando el puño que amenaza por la mano extendida que ofrece ayuda.
Una gran alianza por la educación
Un gran sueño, necesario para salvar la educación del país. No podemos pensar que la educación es solo un asunto de los educadores y las familias. No, aquí en esta alianza deben entrar academias, organizaciones civiles, empresarios, autoridades, cada quien con su rol específico puede aportar a salvar la educación, necesaria para beneficiar a todos. Se han dado algunos pasos. Esperamos que este año avancemos en ese camino. Necesitamos la gran alianza/ para educar y dar esperanza.
Conclusiones
Nadie dice que sea fácil sacar a la educación venezolana de esta crisis donde está, tampoco se trata de recetas instantáneas, pero lo que sí decimos es que no es imposible, por eso en cada sueño mencionamos las luces que vamos viendo en medio de este apagón. Cada quien puede aportar algo para este sueño que sabemos no es nuestro nada más. Contamos con ustedes.
*Educadora, miembro del Centro de Formación e Investigación de Fe y Alegría. Miembro del Consejo de Redacción de SIC.