Jacques Sapir
Acaba de ocurrir en Gran Bretaña un acontecimiento de considerable repercusión que podría ser el anuncio de un importante golpe de timón en la política británica pero con probables repercusiones también en Francia y en muchos otros países europeos [y del mundo].
La señora Teresa May, Primera ministra británica que acaba de suceder a David Cameron luego de un referendo sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión europea (el famoso Brexit) acaba de tomar una medida lógica y sin embargo casi revolucionaria en el marco de su país, Presidiendo la primera reunión de la comisión interministerial sobre la « estrategia económica e industrial » se comprometió el pasado martes 2 de agosto a poner en marcha una verdadera política industrial. En Gran Bretaña asolada por el «neoliberalismo» durante más de 35 años equivale a realizar una pequeña revolución. El hecho de haber sido nominada como primera ministra conservadora, el partido de Margaret Thatcher destaca aún más el sesgo revolucionario de la decisión de Teresa May.
Este giro anuncia un cambio de paradigma. Los últimos estudios de organizaciones como el FMI desdibujan hoy la mundialización y hacen, con relación a hace veinte años, un balance más bien negativo. Se ha comprendido que el concepto de mundialización impulsado por el FMI y la OCDE no es la solución. Resulta evidente volver a considerar una forma de voluntarismo como lo señalara Arnaud Montebourg en los años 2012 y 2013.
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