Por Alfredo Infante, s.j.
Son ya recurrentes y cotidianas en nuestros barrios, las imágenes de adultos, adultos mayores, niños, niñas y adolescentes subiendo y bajando escaleras con botellones, tobos y ollas, cargando un poco de agua para la subsistencia. También, las dramáticas escenas de personas lavando o recogiendo agua en quebradas y ríos contaminados en pleno centro urbano. La lucha por el derecho al agua potable es uno de los principales móviles de la protesta social.
El 22 de marzo conmemoramos el Día Mundial del Agua, celebración que lamentablemente pasó casi desapercibida en un país sediento y en un mundo en el que el descuido y la irresponsabilidad de los Estados, sociedades y corporaciones trasnacionales –con sus modelos económicos extractivistas y depredadores– están llevando a la sequía y a la catástrofe. En Venezuela, la fiebre minera está destruyendo los reservorios de agua, el ambiente y la convivencia de las comunidades indígenas.
Según Naciones Unidas:
A pesar de que todas las actividades sociales y económicas dependen en gran medida del abastecimiento de agua dulce y de su calidad, 2.200 millones de personas viven sin acceso a agua potable. Esta celebración tiene por objetivo concienciar acerca de la crisis mundial del agua y la necesidad de buscar medidas para abordarla de manera que alcancemos el Objetivo de Desarrollo Sostenible No. 6: Agua y saneamiento para todos antes de 2030. [1]
Por su parte, el papa Francisco, en la encíclica “Laudato Si” [2], plantea que:
Un problema particularmente serio es el de la calidad del agua disponible para los pobres, que provoca muchas muertes todos los días. Entre los pobres son frecuentes enfermedades relacionadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias químicas. La diarrea y el cólera, que se relacionan con servicios higiénicos y provisión de agua inadecuados, son un factor significativo de sufrimiento y de mortalidad infantil. Las aguas subterráneas en muchos lugares están amenazadas por la contaminación que producen algunas actividades extractivas, agrícolas e industriales, sobre todo en países donde no hay una reglamentación y controles suficientes. No pensemos solamente en los vertidos de las fábricas. Los detergentes y productos químicos que utiliza la población en muchos lugares del mundo siguen derramándose en ríos, lagos y mares. (29)
Continúa el Papa, diciendo que:
Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable. Esa deuda se salda en parte con más aportes económicos para proveer de agua limpia y saneamiento a los pueblos más pobres. Pero se advierte un derroche de agua no sólo en países desarrollados, sino también en aquellos menos desarrollados que poseen grandes reservas. Esto muestra que el problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de la gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad. (30)
Y concluye, señalando que:
Una mayor escasez de agua provocará el aumento del costo de los alimentos y de distintos productos que dependen de su uso. Algunos estudios han alertado sobre la posibilidad de sufrir una escasez aguda de agua dentro de pocas décadas si no se actúa con urgencia. Los impactos ambientales podrían afectar a miles de millones de personas, pero es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo. (31)
En Venezuela, la realidad es dramática. En su informe anual de 2021, la ONG Monitor Ciudad aseguró que las tuberías de agua potable en el país pueden pasar sin suministro hasta 65 % de las 168 horas que tiene una semana, esto debido a la escasez y las fallas en el servicio.[3]
Por su parte, el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) advirtió en su más reciente monitoreo, realizado en 12 ciudades entre enero y febrero de 2022, que el servicio de agua potable sigue siendo el peor valorado por la población. De acuerdo con el reporte, seis de cada diez habitantes (58,6 %) lo consideran deficiente, debido a la inconstancia en el suministro y a no disponer de él pese a tener tuberías. Además, 34,9 % de la población que no cuenta con agua, se surte en quebradas, pozos o ríos, mientras 8,6 % lo hace en chorros públicos y 4,5 % en tuberías rotas en la calle.[4]
Nuestro Señor, en la cruz, exclamó: “Tengo sed” (Jn 19, 28-29). Hoy el pueblo crucificado acompaña el grito de Jesús.
Notas:
[1] Organización de las Naciones Unidas. (s.f). Día Mundial del Agua 22 de marzo. arquidiocesiscaracas.us20.list-manage.com
[2] La Santa Sede. (s.f). Carta Encíclica “Laudato Si” del santo padre Francisco sobre el cuidado de la Casa Común. www.vatican.va
[3] EFE (31 de enero de 2022) Monitor Ciudad: Tuberías de agua en Venezuela pasan 65 % del tiempo vacías. Runrun.es: arquidiocesiscaracas.us20.list-manage.com
[4] Observatorio Venezolano de Servicios Públicos. (4 de marzo de 2022). OVPS: Valoración del servicio de agua evidencia leve mejora, sin embargo, la inconstancia en el suministro es el mayor inconveniente según los usuarios. arquidiocesiscaracas.us20.list-manage.com
Fuente:
Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco del 18 al 24 de marzo de 2022/ N° 138. Disponible en: mailchi.mp