Andy Rowell
El último viernes de octubre [el 28-O] pasó algo importante que merece algo más que unas pocas líneas en un diario. Cuando faltan pocos días para que acabe la carrera presidencial en las elecciones más decisivas de la historia de Estados Unidos es fácil entender por qué las noticias se han ocupado tan poco de la cuestión en lugar de contarles a todos que algo cataclísmico había sucedido ese viernes.
La empresa petrolera más grande del sector, Exxon, anunció que iba a tener que recortar las reservas probadas e informadas en algo menos de un quinto: el 19 por ciento.
Esta sería la mayor revisión de las reservas en la historia de la industria del crudo. Aun así, es otra señal de la gran industria petrolera tiene un gran problema.
Durante años se venía advirtiendo de que el modelo de negocio del petróleo tenía una falla fundamental, y no solo estaba poniendo en riesgo el clima del planeta sino también millones de dólares de los accionistas.
Durante años, los críticos de esta industria avisaron de que la industria del petróleo estaba haciendo caso omiso de los riesgos relacionados con el cambio climático y solo se cuidaba de perforar costara lo que costase.
Pero los hombres del petróleo hicieron lo que acostumbran hacer: extraer crudo y gas sin que importaran las consecuencias.
Y la peor de todas las empresas petrolíferas ha sido Exxon, que durante décadas ha negado el cambio climático y el impacto que este cambio tendrá en su propio negocio. Durante años y años podría haber invertido sabiamente en energías renovables, pero prefirió continuar buscando más petróleo y gas, incluyendo el petróleo no convencional. Los críticos advirtieron de que esto era una verdadera locura, pero los hombres del petróleo continuaron perforando.
La industria de petróleo está acostumbrada a hacer las cosas a su manera.
Las advertencias han continuado, pero los chicos de Exxon no las escuchan, Oil Change International, 350.org, Carbon Tracker y muchos otros grupos que integran el movimiento #keepintheground (mantenerlo bajo tierra) llevan varios años insistiendo en que gran parte de las reservas de petróleo deben permanecer allí donde están, bajo tierra, sin ser explotadas. Estos grupos advierten de que las reservas de combustibles fósiles se convertirán en “activos perdidos”.
Es frecuente que Exxon haga caso omiso de estas advertencias y las considere irrelevantes y propias de hippies que calzan sandalias y comen lentejas, y que quieren que la humanidad regrese a la edad de piedra.
Y continúa perforando. Y desprecia el hecho de que cualquiera de sus activos pueda llegar a perderse.
Pero entonces, en diciembre del pasado año, llegó el acuerdo de París sobre el cambio climático. “Con el acuerdo de París ratificado (…) ninguna empresa tiene tanto para perder como Exxon”, escribió el Chicago Tribune en una estupenda nota publicada el 28 de octubre con el título de “Exxon en la tierra de nadie”.
El Chicago Tribune continuaba: “Durante años, las grandes empresas petroleras han estado haciendo muy grandes inversiones sobre la base de un modelo de negocio aparentemente sencillo: encontrar al menos tanto petróleo nuevo como el que se extrae y se vende, asentar ese crudo en el rubro ‘ventas futuras’ de los libros y reinvertir en la búsqueda de nuevas reservas. Eso tiene sentido mientras suba el precio del petróleo, pero deja presas a las empresas en un círculo vicioso de reaprovisionamiento que las obliga a conseguir yacimientos de crudo cada vez más extremos y onerosos, como los del Ártico y los que están debajo del fondo marino”.
Y agregaba: “La extracción de petróleo barato se ha parado en seco, y la amenaza de la acción climática plantea interrogantes fundamentales respecto a si alguna vez volverá a ser viable”.
La cuestión de la viabilidad en el largo plazo también ha sido planteada por numerosas organizaciones en los últimos 18 meses. El año pasado, la guardiana de la energía –la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), sostuvo que, si pretendemos mantener el cambio climático dentro de los límites acordados en París, no deberían quemarse dos tercios de las reservas conocidas de petróleo.
Pero Exxon continúa perforando.
El año pasado, el banco de inversión Citigroup publicó un informe en el que advertía de que la puesta en marcha de políticas para contener el cambio climático podía hacer que buena parte de las reservas de petróleo de varias compañías perdiesen su valor, lo que conduciría a la pérdida de millones de millones de dólares.
Pero Exxon desoyó las advertencias.
En mayo de este año, por medio de un informe titulado La muerte del antiguo modelo de negocio, Chatham House, de Londres, avisó a las mayores empresas petroleras del mundo de que “Se enfrentaban con la opción de elegir entre un deterioro moderado [del negocio] mediante la reducción de tamaño y el rápido derrumbe en el caso de tratar de seguir de la forma acostumbrada.
Algo importante: la mayor parte de las reservas descartadas por Exxon –unos 3.600 millones de barriles– corresponden al proyecto de las sucias arenas bituminosas de Kearl, Canadá. Esta reducción constituye más del 75 por ciento de las reservas de Exxon. La explotación de arenas bituminosas no solo implica un intenso gasto de energía; además es muy cara.
En un mundo en el que, además de la caída del precio del crudo, se está obligado a reducir la producción de gases de efecto invernadero, las arenas bituminosas son un activo perdido.
“La cuestión de las arenas bituminosas es un punto crítico”, sostiene Andrew Logan, director del programa ‘petróleo y gas’ de la organización de inversiones éticas Ceres. “¿Por qué invertiría en estos momentos miles de millones de dólares cualquier firma inversionista en un nuevo proyecto basado en las arenas bituminosas cuando se tiene la certeza de que en poco tiempo más el mundo dejará de utilizar los combustibles fósiles y llevará décadas recuperar el dinero invertido en ese proyecto?”.
Ciertamente, los días anteriores al anuncio hecho del viernes 28 de octubre, CNN Money señalaba en un artículo justamente el gran problema en que se encontraba el gigante del petróleo. “Las reservas de Exxon se han reducido en un 17 por ciento del pico que había registrado en 2014 en coincidencia con la fuerte caída del precio del crudo. Los beneficios de la gigantesca corporación petrolera han descendido al nivel de hace 17 años, y la que una vez fue una perfecta clasificación crediticia AAA hoy se ha evaporado.”
La nota citaba a Tom Sancillo, ex subinterventor del estado de Nueva York y en estos momentos director de finanzas del Instituto de Economía y Análisis Financiero en el sector de la Energía (IEEFA, por sus siglas en inglés), que decía que Exxon estaba viviendo una “decadencia irreversible”.
El anuncio hecho el viernes 28-O es una evidencia más de que estamos siendo testigos del comienzo del final de la era del petróleo.
Exxon, el gran dinosaurio del dióxido de carbono, se está muriendo de muerte lenta ante nuestros propios ojos.