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Teléfonos inalámbricos de vasitos, herramientas para la convivencia

Luisa Pernalete

 ¿Qué “adulto contemporáneo” no jugó en su infancia con “teléfonos de vasitos”? Aquel juguete mágico, que permitía escuchar al hermanito o al vecinito, con tan sólo unir unos vasitos de cartón con hilo pabilo. Nadie se preguntaba cómo sucedía, pero todos sabíamos que funcionada: ¡se escuchaba!, era la “tecnología del sacapuntas” que llenaba con imaginación los juegos infantiles. Una adaptación de esa tecnología, a mi juicio, es indispensable para construir la convivencia pacífica, tanto en la familia, como en la escuela y en la sociedad.

Tome usted dos vasitos de cartón o plástico – que me perdonen mis amigos ecologistas -, y no le ponga el hilo de pabilo. Colóquelos en una mesa, y acérquese a la persona con la cual quiere reconciliarse, o resolver algún problema, o evitar que surja y dígale “¡Vamos a hacer paces, te invito a un café!”. Siéntese con su pareja o con alguno de sus – con ese adolescente solitario tan necesitado de saberse querido -, o con la maestra de su hijo, o con ese vecino “difícil”… También habrá que usar los “celulares de vasito” con esos compañeros de trabajo que votaron por una opción distinta a la nuestra…en fin: sentémonos a dialogar con el otro si queremos convivir en paz. Con el diferente, para entenderlo y llegar a acuerdos, y con el amigo o familiar para estrechar lazos, ayudarnos mutuamente, se puede vivir bajo un mismo techo y estar alejadísimo del otro por no dedicar tiempo a cultivar el cariño, y la lejanía va erosionando la convivencia.

El teléfono de vasito inalámbrico que proponemos, y usamos, tiene una serie de ventajas sobre los otros teléfonos: primero su costo, es muy barato, no necesita dólares de Cadivi ; la recarga depende de usted y no de algún operador, puede recargarlo con café, con te verde o negro, con jugo de naranja si se trata de niños o adolescentes; no hay límites de renta básica, depende de su interés en escuchar al otro, en comprender al otro, en ayudar al otro o dejarse ayudar –una manera de querer es dejarse querer-; se puede mirar a los ojos, tan necesario para completar la comunicación, pues las miradas expresan muuuchas cosas, pueden incluso abrazar y acariciar –“acaríciame con la mirada” decía Sor Juana Inés- pueden expresar sorpresa, alegría cuando brilla– también hay miradas que matan, es cierto, pero esperemos que esas no sean las nuestras -.

Los teléfonos de vasito se usan alrededor de una mesa, es decir, siempre sentados sus usuarios y no caminando por pasillos de centros comerciales, su uso indica dis-po-si-ción a escuchar al otro y no solo a hablar al otro. El teléfono de vasito está asociado frecuentemente al café, ese símbolo de fraternidad para el venezolano, regalo extraordinario de la naturaleza para agradar nuestro gusto, nuestro olfato y… la convivencia. “Quien pudiera ver cuánto tienen de infinito el aroma compartido del café”, dice Benjamín González Buelta.

En fin, en estos tiempos con problemas de desintegración familiar, de violencia escolar, de polarización política, el uso colectivo de teléfonos inalámbricos de vasito puede ser de una gran ayuda. Sin diálogo no hay convivencia pacífica posible. Inténtelo, se lo va agradecer a usted mismo. ¡Ah! Olvidaba, este teléfono también se recomienda a los políticos que se olvidan que la naturaleza nos dotó dos orejas y una solo boca: o sea, capacidad instalada para escuchar el doble de lo que se habla.

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