Javier Contreras
La arbitrariedad y la barbarie de algunos miembros de las FANB no tiene límite, como quedó demostrado el 19 de junio en las inmediaciones del distribuidor de Altamira, escenario de la cobarde actuación de los cuerpos de seguridad en contra de las personas que manifestaban su desacuerdo con las políticas del gobierno de Nicolás Maduro.
El hecho fue tan grotesco que el ministro Néstor Reverol declaró: ““La hipótesis principal dentro de la investigación iniciada por estos hechos presume el uso indebido y desproporcionado de la fuerza”. A nivel discursivo ya representa un cambio, insuficiente, pero destacable. No haber aludido a las consignas vacías de contenido para tratar de desdibujar la gravedad del acontecimiento, es una novedad que describe algo positivo. La pregunta es si esta actitud estará acompañada de sanciones a los implicados y cambio en las órdenes, o si la nueva estrategia consistirá en utilizar los tecnicismos sin que eso se traduzca en freno a la ilegal represión.
Para superar los tecnicismos es necesario dar un paso más y llamar las cosas por su nombre. El citado “uso indebido y desproporcionado de la fuerza” ha causado muertes, es decir, muchos de los fallecidos en las marchas y concentraciones de este tiempo reciente, han perdido la vida a manos de algún cuerpo de seguridad. Los jóvenes Juan Pernalete, Augusto Puga, y Fabián Urbina forman parte de esa lista.
¿Se abre una ventana a la rectificación por parte de los organismos de seguridad? ¿puede esperarse un antes y un después a raíz de la declaración de Reverol? La respuesta a esas interrogantes está en las manos del gobierno, lo que sí es cierto es que el país entero así lo desea, así lo necesita.
Reconocer los excesos cometidos por la fuerza pública, la globalidad de ellos, porque no fue sólo lo del 19 de junio, (sobran evidencias de funcionarios disparando armas de fuego, robando y golpeando a personas) sería dignificar a las víctimas, e idealmente, representaría un punto de partida para la no repetición de esas conductas.
Ojalá que la realidad venza a la consigna, que la rudeza de la situación le gane terreno a la soberbia, que la verdad se imponga como camino de reconciliación nacional.