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Supervivientes de feminicidio en Bolivia: las víctimas desamparadas por la justicia

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La Agencia de Noticias Fides documentó dos historias sobre víctimas de violencia extrema: Lydia, una madre que busca protección para ella y sus dos hijos, y Valeria, una mujer que fue quemada y golpeada por su expareja

Por Mariela Laura

“Te voy a sacar tu m…, ahora me vas a conocer”, fueron las últimas palabras que oyó Lydia antes de perder el conocimiento. Fue golpeada sin piedad en la calle y secuestrada por su expareja. Estuvo cuarenta días internada en un hospital de la ciudad de El Alto por la gravedad de sus lesiones, y aún sigue procesando el trauma físico y emocional que le dejó el cruel ataque que se registró el 2021.

             “Quería matarme, me sigue chantajeando para que desista del proceso. Él está libre, tengo miedo de que me mate”, relata la mujer de 36 años y madre de dos niños, de 8 y 11 años.

             Lydia es una sobreviviente de intento de feminicidio, definido como la manifestación más extrema de violencia contra la mujer, que afecta no solo a la víctima, sino también al entorno de su familia, con graves consecuencias emocionales.

             En la mayoría de los casos, las mujeres que fueron víctimas de violencia extrema padecen estrés postraumático, insomnio, taquicardias y lesiones físicas y emocionales.

             Este sufrimiento de dolor se agrava cuando tienen que trajinar cuesta arriba en busca de justicia, generando un cúmulo de resultados nefastos: disgregación familiar, endeudamiento económico y agudización de la pobreza, además de un impacto severo en la salud mental.

             De acuerdo con el último informe oficial de la Fiscalía General del Estado, entre el 1 de enero y el 26 de junio el Ministerio Público registró 23.686 casos relacionados con delitos de violencia, siendo los departamentos de La Paz, Santa Cruz y Cochabamba los que tienen mayor registro de casos.

             La corrupción, el actuar de los administradores de justicia, la dilación innecesaria y dolosa en los procesos, y la pasividad en la aplicación de sanciones a los agresores, son los otros obstáculos que enfrentan las denunciantes y víctimas.

“Los agresores socavan la autoestima de las víctimas”

“Eres fea”, “quién te va a querer”, “estás gorda”, “no sabes hacer nada”, son algunas de las frases que utilizan los agresores para minar la autoestima de las víctimas de violencia de género, dice la psicóloga Marynes Salazar. Y remarca que al principio las agresiones van desde jalones, empujones, burlas, insultos, control económico, manipulación emocional, subvaloración, hasta agresiones físicas que pueden terminar eliminando el cuerpo de la mujer. La especialista explica que hay cinco tipos de violencia: la simbólica, la mediática, la psicológica (dentro de la familia), la sexual y la física.

             La violencia simbólica está relacionada con el nivel social y cultural, y procura que se entienda a la mujer como un objeto, ya sea de reproducción, de imagen o de intercambio. La violencia mediática implica la estereotipación del cuerpo, de la vida y del hecho de ser mujer. En la violencia social, la mujer, cuando llega a una relación de pareja, asume como natural que su novio en determinados momentos sea cariñoso, y en otros, violento.

             Salazar dice que luego de experimentar todo ese tipo de violencias, la víctima se vuelve vulnerable para pasar a la violencia psicológica en el entorno familiar. Y después de esta, a la violencia física: cuando la pareja la empuja, la jalonea, hasta llegar a las agresiones crueles, que pueden llevar al feminicidio.

             “Ya no me pegues, por favor”, gritaba Lydia. Intentó escapar de su agresor, pero sus piernas fallaban y su corazón golpeaba con fuerza su pecho. Sus dos hijos pequeños intentaban protegerla de los duros golpes. Pero el hombre agarró al niño de 8 años y lo lanzó contra la pared.

             El llanto del pequeño la hizo despertar del aturdimiento. Rogó una vez más por su vida y la de sus hijos. Pese a los gritos y pedidos de auxilio, ni sus suegros ni sus cuñados, que vivían en la misma casa, la defendieron.

             Después de ser golpeada, su pareja se durmió por la borrachera. Lydia logró tranquilizar a sus pequeños. Esperaron alrededor de veinte minutos para huir. Emprendieron la fuga, pero al salir del cuarto se encontró con sus suegros que a gritos alertaron a su agresor y le quitaron a los niños. Desesperada, corrió con la idea de buscar ayuda y regresar por sus retoños.

             En la calle, comenzó a buscar una estación de policías, pero no tuvo suerte. Pidió ayuda en una tienda para llamar por teléfono a un familiar. Pero sintió un jalón de sus cabellos que la hizo rodar por la acera. Era su pareja, que comenzó a insultarla y patearla en el suelo. Lo último que recuerda es la sangre que salía de su boca, y a su agresor y a su familia coludidos llevándola en un minibús blanco.

             Después de unas horas, despertó en una habitación oscura que no conocía. Permaneció alrededor de diez días encerrada y su salud empeoraba, no podía caminar, no ingería alimentos y todos los días era violentada por su expareja e, incluso, fue agredida sexualmente.

             “Me desmayaba. No podía caminar, adelgacé tanto que el papá de mis hijos se asustó y me llevó hasta un centro de salud, ahí me abandonó y me dijo que nunca vería a mis hijos”, señala.

             Los médicos la derivaron de emergencia al Hospital del Norte. Allí fue ingresada a terapia intensiva por veinte días. Los golpes perforaron sus pulmones e intestinos. Su recuperación demandó otros veinte días. Después de agarrar fuerza, comenzó a buscar a sus hijos. Hizo la denuncia por intento de feminicidio, pero la justicia procesó al hombre solo por violencia familiar.

“Vórtice de violencia”

¿Por qué una mujer no puede dejar a su agresor? La socióloga e investigadora especialista en temas de género, violencia contra las mujeres y derechos, Marlene Choque, señala que las mujeres que sufren violencia están atrapadas en relaciones abusivas y no tienen la confianza para salir del vórtice violento del que son víctimas, porque no cuentan con el apoyo de sus familias ni del Gobierno. Esa situación las obliga a callar por vergüenza, por falta de apoyo o por miedo al qué dirán, e incluso por no perder a sus hijos.

             La experta afirma que, si bien Bolivia avanzó en integración laboral, social y política de las mujeres, no hay programas educativos ni de concienciación que promuevan la erradicación de la violencia machista. Y remarca que “… cuando la mujer sale de la violencia, lo primero que hace es refugiarse en su familia, pero el agresor “ataca”, la denuncia por abandono de hogar e inicia en su contra un proceso judicial, e incluso le llegan a quitar a los hijos”.

Lucha dolorosa en busca de justicia

Valeria es otra víctima de intento de feminicidio. Tiene 27 años y hace cuatro años fue quemada por su concubino. El hombre le roció gasolina y el 70 % de su cuerpo resultó con graves quemaduras, que se convirtieron en grandes cicatrices, pese a que se sometió a más de treinta cirugías.

             Si bien se salvó de morir, hoy sufre las consecuencias de esa violencia machista. Desde el ataque no puede acercarse al fuego y sufre de depresión. No sale a la calle descubierta debido a las cicatrices.

             Las autoridades judiciales determinaron la detención domiciliaria de su agresor en la misma vivienda de la víctima.

             La joven sufrió todo tipo de humillaciones. Incluso un juez le pidió 4.000 bolivianos si quería una sentencia de treinta años de cárcel para el agresor. Al no pagar, los jueces le otorgaron solo cuatro años y cambiaron la acusación de tentativa de feminicidio a violencia doméstica.

             Porque no solo la violencia machista marca a las personas, sino también la corrupción que envuelve a los operadores de justicia.

“No hay seguimiento”

La abogada y representante de la Comunidad de Derechos Humanos Bolivia, Mónica Bayá, indica que pese a la Ley N° 348 para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia, sigue habiendo dificultades en la atención a las víctimas e, incluso, no se respetan los protocolos definidos por la norma.

             Agrega que es fundamental que la justicia disponga de manera inmediata la protección de la víctima y se ejecute de forma urgente la aprehensión de los agresores.

             Sobre la atención a las mujeres que llegan a las instancias donde se inicia la investigación (como los Servicios Legales Integrales Municipales), dice que “… hay un tema de deficiencia en el seguimiento al cumplimiento de las medidas de protección y la actuación inmediata en esos casos. Este es uno de los mayores problemas, la falta de inmediatez con la que se debería actuar”.

Fuente: este artículo es un extracto del original que fue enviado por la revista Cuarto Intermedio, de Bolivia, y que fue publicado originalmente en la Agencia de Noticias Fides.

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