Las organizaciones sociales en Venezuela podrían acentuar su dimensión educadora invirtiendo alianzas, talento humano y programas para una educación formal y alternativa, que responda a los criterios de calidad, pertinencia, relevancia y competitividad, que hemos olvidado por atender la emergencia, lo urgente, el “día a día” …
En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.
Robert Yency Rodríguez, s.j.*
La Encuesta Nacional sobre Juventud realizada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB, 2021) revela que un 19,3 % de los jóvenes encuestados responde que se abandonan los estudios por la falta de pertinencia de los mismos.
En mi opinión, ese dato sugiere que, en este momento, continuar con una educación para la sobrevivencia a la emergencia humanitaria y pandemia atenta contra la educación y el futuro esperanzador de los jóvenes venezolanos. Debemos cambiar perspectivas.
La educación en emergencia se enfoca, preferencialmente, en salvar vidas y formar para la coyuntura, disponiendo recursos y mediaciones pedagógicas para el “aquí y ahora”. Desaparece la pregunta por la calidad, pertinencia, relevancia y competitividad de la oferta y con ello se produce un deterioro estructural del hecho educativo.
Esos jóvenes que han salido de los centros educativos nos convocan a un posicionamiento distinto y para muchos, en este momento, absurdo. Subyace la provocación a entrar en la genialidad de lo absurdo, es decir, a volver a ubicarnos hermenéutica e institucionalmente en el marco simbólico de la calidad educativa.
Los gerentes educativos del país tenemos que cambiar las interrogantes que nos orientan en la emergencia y pandemia para afrontar las adversidades que atravesamos: un Estado-gobierno-partido con una estrategia de socialización y adoctrinamiento juvenil que fragiliza la institucionalidad educativa, un deterioro de infraestructura, salario y plan de carrera poco competitivo, un retiro masivo de docentes, competencias y destrezas del talento humano existente.
Superar la educación para la sobrevivencia
La experiencia y lógica lúdica develan que un equipo es genial cuando, con marcador en contra, saca las mejores capacidades imaginativas y físicas y las invierte en el juego para contener y/o revertir procesos.
La imaginación se estimula a través de buenas preguntas y conversaciones. En vez de preguntarnos cómo sobrevivir en esa situación adversa para continuar con las puertas abiertas y propuestas educativas activas, es clave que reflexionemos y discutamos sobre cómo dar un servicio educativo de calidad en medio de esas dificultades; qué debemos hacer para continuar equipando vidas juveniles para que tengan mayor oportunidad de inserción y protagonismo en la sociedad y el mercado.
Diseñemos planificaciones educativas híbridas, presencial y a distancia, guiadas por la perspectiva de la calidad, más que por la de la sobrevivencia. Cualifiquemos e incentivemos a los docentes y cuidadores de espacios educativos existentes para que lideren interacciones pedagógicas con las mejores configuraciones y recursos posibles, según realidades y capacidades, a objeto de que cada educador supere la educación mediocre en sus prácticas.
Sigue siendo vigente el rol del formador reflexivo. Aunque parezca absurdo –valga la publicidad–, el Centro de Reflexión y Planificación Educativa (Cerpe), Vocaciones Jesuitas Venezuela y el Movimiento Juvenil Huellas hemos diseñado un diplomado online, certificado por CIAP-UCAB, para que formadores juveniles adquieran y desarrollen competencias teórico-metodológicas para el análisis e investigación sobre fenómenos de juventudes en el contexto venezolano y, con ello, fortalezcan sus acciones educativas cotidianas.
En situación de emergencia, la reflexividad y el trabajo tienen una dimensión terapéutica: un educador que explora e invierte lo mejor de sí en la adversidad incrementa resortes existenciales y adquiere mayor bienestar y salud personal y familiar.
Todos tenemos que invertir en educación
Ante las adversidades supradichas es evidente que, para que la educación sea sostenible en el país, todos debemos invertir capacidades, tiempo y/o recursos, en vinculación con aliados internacionales.
Urgimos que el talento humano venezolano –en el país y/o en el exterior y del ámbito productivo que sea– contribuya con la educación según sus posibilidades reales. Una educación de calidad en situación de emergencia amerita que el venezolano capaz y competente, esté donde esté, sea o no docente, sume un grano de arena a favor del futuro esperanzador de los jóvenes.
A los líderes y gerentes educativos nos toca motivar y constituir redes de solidaridad. Los empresarios podrían dirigir su responsabilidad social hacia la educación. Por ejemplo, los que están en tecnologías podrían hacer equipos con pedagogos y diseñar y programar aplicaciones educativas para dispositivos inteligentes que faciliten la alfabetización digital y otras destrezas en los jóvenes.
Las organizaciones sociales nacionales podrían acentuar su dimensión educadora invirtiendo alianzas, talento humano y programas para la educación formal y alternativa. Los técnicos y profesionales podrían participar en sinergias de acciones voluntarias que beneficien a la infraestructura, al talento humano y a los estudiantes. Padres y representantes deberían pagar las matrículas sin morosidad, y quien pueda aportar un poco más que lo haga. Los estudiantes en educación media técnica, también deben invertir en su educación, como invierten dinero en recreación y entretenimiento. Todo aporte suma e incrementa capacidades.
Una educación para la comunidad que viene
Sigamos con lo absurdo. Levantemos la mirada y tengamos en cuenta algunos avances científicos tecnológicos que definen la comunidad que viene, siguiendo el título de una publicación de Giorgio Agamben.
En el siglo XXI han ocurrido invenciones en diferentes dimensiones: en vida y salud, la decodificación del genoma humano, terapias genéticas, reprogramación celular, vacunas y trasplantes médicos que originan oportunidades y riesgos de vida para la población.
En el campo de la tecnología e informática, la inteligencia artificial, realidad virtual, dispositivos inteligentes, drones, medios de transporte eléctricos y autónomos, impresoras 3D, en conjunción con software, algoritmos, aplicaciones y redes sociales han producido nuevos desafíos educativos y laborales globales.
La criptomoneda, dinero electrónico, abre un campo, aún incierto, de formas de acumulación, inversiones e intercambios económicos.
El gobierno electrónico (e-government), con apoyo de la Big Data y el reconocimiento facial (videovigilancia), facilita la participación y disfrute de servicios gubernamentales; pero también sirve como instrumento de control y coacción a la ciudadanía e instituciones; por ende, fragiliza democracias.
En astronomía, las exploraciones de la Nasa (Robot Rover Curiosity, Sondas Kepler) develan posibilidad de vida en otros planetas (por ejemplo, en Marte); mientras que el proyecto Inspiration4 de Spacex, se perfila a crear esperanza en una vida humana multiplanetaria.
La comunidad que viene se presenta, entonces, con mayores oportunidades y riesgos para la vida, que amerita que los jóvenes estén equipados con mínimos de bioética; nuevas formas de interacción social, educativa, laboral, económica y política, que requieren habilidades para intervenir en el espacio offline y online, alternadamente, y la esperanza de vida multiplanetaria alimentando imaginarios con mayor fuerza.
Ese es el horizonte que desafía a la sociedad educadora. Líderes locales, familias, instituciones educativas, organizaciones sociales, culturales, eclesiales y empresarios, junto a aliados internacionales, podrían conjuntar capacidades para impulsar programas alternativos de educación científica-tecnológica para las juventudes venezolanas.
Un país en crisis es la razón para invertir en las juventudes. El sector privado podría abrir sus espacios de innovación e invención para que desde allí se reactiven proyectos de investigación, olimpiadas, concursos, becas, talleres de capacitación técnica, que impliquen a jóvenes.
Desde el enfoque vocacional y de derecho, serían experiencias pedagógicas que facilitarían que los jóvenes venezolanos exploren y desarrollen destrezas y habilidades en vinculación con el talento humano de instituciones productivas, motivando a los aprendices a emprender proyectos de vida que construyen mercado y sociedad sostenible.
Jóvenes emprendedores en economía naranja
En las mediciones, los jóvenes venezolanos se autodefinen como emprendedores. Si queremos que el estudiante también contribuya económicamente con su educación, habrá que acompañarle a desarrollar capacidades.
En educación media y técnica, siguiendo el ejemplo de la universitaria, también hay que incorporar experiencias pedagógicas de innovación y emprendimiento económico juvenil. Que los jóvenes aprendan a construir y gestionar ideas de negocios que les generen dividendos para su educación.
En el marco de la economía naranja, por ejemplo, supone que los emprendedores convierten su propiedad intelectual, talentos y destrezas en producto comercial. Recuerde al joven con talento musical, artístico, deportivo, digital, que hace de su habilidad un negocio y fuente de ingreso.
En el caso de un emprendedor o trabajador, formal o informal, las instituciones educativas tendrían que facilitar esos roles juveniles como situaciones de aprendizaje. En este sentido, en el colegio es clave que el joven adquiera herramientas de manejo del tiempo, métodos de estudio y autoaprendizaje y disciplina intelectual.
El trabajo, el emprendimiento y los estudios no deberían competir de forma excluyente, como lo revela la encuesta sobre las juventudes (UCAB, 2021). Entonces, ese joven productor amerita contar con instituciones educativas y profesores aliados que emplean estrategias pedagógicas y de evaluación integrales; que controlan y miden el desarrollo de competencias considerando las diversas prácticas donde el joven explora, expande y emplea capacidades.
Finalmente, en cuanto a jóvenes y democracia, los resultados sugieren que las nuevas identidades simbólicas juveniles requieren más interacciones sociales y experiencias de participación social y política para imaginar y construir nuevos referentes ciudadanos y democráticos; ya que los que provienen de la ideología institucional cuentan con poca confianza y credibilidad. Los jóvenes están en búsqueda de algo distinto a lo existente en el país; repolitizarlos no se trata de encajarlos en lo que hay, sino de acompañarlos a innovar también en política, posible tema de continuación de esta reflexión educativa.