Por Luisa Pernalete*
El Bien común, como debe ser, es el bien todos, y no depende de “otros” solamente, también depende de nosotros. La corresponsabilidad y la coherencia en estos tiempos de cuarentena prolongada se vuelven indispensables por el bien de todos. Aunque las responsabilidades no sean del mismo peso para todos. Sobre eso escribo.
Si la vecina de su apartamento no sigue las normas del edificio y, en vez de poner su basura en el lugar para ello –en planta baja– la deja en el pasillo, las ratas y las cucarachas no harán preguntas y terminarán en su cocina, sin discriminar si la basura es suya o de la vecina. Para las dos sería mejor que la señora cumpliera con las normas.
Si un chófer, a toda velocidad, se traga el semáforo en rojo, puede provocar un accidente en el cual perderán todos: el que choca y el chocado. Nadie gana en los choques, todos pierden; y se puede perder no sólo el vehículo, sino también la vida. Respetar las normas de tránsito nos favorece a todos.
El “Bien común” no se construye en solitario. La ciudadanía no es una dimensión ni en la selva –en donde impera la Ley de la selva, la del más fuerte– ni es para vivirla individualmente, aunque se requiera de la conciencia ciudadana, que es personal.
Ese dicho popular “sálvese quien pueda” es una tentación que podemos tener en Venezuela en esta situación de EHC (Emergencia Humanitaria Compleja), dado que encontramos afectados todos los aspectos de nuestra sociedad. Aunque existe una parte de la población más vulnerable que otra, lo cierto es que ya quedan pocas burbujas sin afectación. Hay que recordar que los derechos humanos son interdependientes: si usted no tiene electricidad –un servicio público– no podrá tener acceso a la radio o a la televisión o al internet para informarse; si no tiene trabajo, no tendrá ingresos para comprar alimentos (bueno, y si tiene salario mínimo o salario de docente o enfermera, tampoco); si usted tiene trabajo, pero no tiene carro propio y no hay transporte púbico, no podrá ir a su trabajo. Entonces, en Venezuela, con prácticamente todos los derechos humanos vulnerados, hay quien pueda pensar que lo mejor es olvidarse del otro y “salvarse” solo. Pues, déjeme decirle, que esa salida no se mantiene; a la larga, todos seguiremos afectados.
El Bien común, objetivo de la ciudadanía, requiere de dos elementos indispensables: la corresponsabilidad y la coherencia. Corresponsabilidad, porque yo tengo derechos y tengo deberes. Tengo derecho a que me respeten, pero tengo el deber de respetar al otro, y si alguien me irrespeta –me insulta, me grita o se me colea en la fila para pagar en la farmacia– yo no puedo responder igual, porque agravo la situación. Recuerden que la violencia siempre trae más violencia y lo que quiero ganar es el respeto. Así que yo exijo mis derechos, pero cumplo mis deberes. Eso, de paso, me da autoridad para mis exigencias.
Quiero insistir en la coherencia, porque al igual que la corresponsabilidad me da autoridad. También genera confianza y modela al otro. Esto lo digo sobre todo a los que tienen hijos, nietos, alumnos o compañeros de trabajo.
¿Usted les dice a sus hijos que hablen suave a sus hermanitos? Pues hable suave usted también y evite gritar.
¿Es de los que dice que hay que ser puntual? Pues sea usted puntual también.
Sea coherente.
En estos tiempos de cuarentena, la corresponsabilidad y la coherencia, así como pensar en el Bien común, es pensar también nuestra salud. El otro día, en una panadería, noté que la joven que atendía la caja, tenía mal puesta su mascarilla, y se lo hice notar. No le gustó mucho, pero le añadí que era por ella y por mí, y se la acomodó. Mantener el distanciamiento social, protege a ambos. No hablar cuando hay varias personas en un lugar cerrado, es por el bien de todos los que están en ese lugar. Pensar en el “Bien común” es pensar en nuestro bien, eso es “egoísmo legítimo”.
Las buenas acciones funcionan como ondas expansivas, se contagian. Como bien lo dice David Hamilton1: la amabilidad se contagia y la bondad también. Según este autor, cuando hay una buena obra, se beneficia el que la recibe, el que la hace y el que la observa, y puede generar imitación.
Ya sé que usted no es Ministro, no le corresponde administrar bienes públicos ni diseña políticas públicas, pero tiene gente a su alrededor. Claro que las autoridades tienen más responsabilidad que usted y que yo, pero usted tiene familia, vecinos, compañeros, como yo; cuando va en la calle consigue otros transeúntes o tal vez otros conductores. Entonces, también puede trabajar por el “Bien común”. No desperdiciar esa posibilidad, por su propio bien.
*@luisaconpaz | Educadora del Centro de Formación e Investigación de Fe y Alegría. Defensora de derechos humanos. Miembro del Consejo de redacción de la revista SIC.
Nota:
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Hamilton, D. (2020). Los 5 beneficios de ser amable. Editorial Diana. Primera edición. México.