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“Soy espiritual, no religioso”: la industria del entretenimiento y la relación de los jóvenes con lo sobrenatural

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Por Alfredo Ignacio Poggi

Estados Unidos ha sido siempre un escenario desafiante para los estudiosos de la religión. Por un lado, este país desafió las teorías sobre la secularización, la cual era defendida por la mayoría de los sociólogos modernos y la cual afirmaba que los países que tuvieran mayores niveles de democracia, industrialización y desarrollo, tendrían inevitablemente un declive en la religiosidad de sus pobladores. Por el contrario, Estados Unidos, el país creador de la democracia moderna, y el más desarrollado tecnológica e industrialmente del planeta, ha mantenido unos niveles altísimos de participación religiosa durante toda su historia. Además, las afirmaciones sobre la religión –y específicamente del cristianismo– como fuente de intolerancia y promotora del statu quo se desmantelan al repasar la historia de Estados Unidos, con ejemplos como Martin Luther King Jr., quien fue el símbolo de la lucha por los derechos civiles. Finalmente, la experiencia directa de cualquier persona que visita este país y maneja los distintos pueblos y ciudades del interior, se encuentran en muchas ocasiones con más iglesias que casas, y percibe las raíces profundamente religiosas de Estados Unidos.

Sin embargo, es cierto también que, en el siglo XXI, el escenario religioso de Estados Unidos está cambiando. No solo por la llegada de inmigrantes de todas partes del mundo, sino también por la desafiliación a las organizaciones religiosas de los jóvenes. Aunque el porcentaje de cristianos de distintas denominaciones sigue siendo muy alto en Estados Unidos, crece el número de jóvenes que se identifican como “desafiliados”. Esta tendencia fue capturada en sus inicios por la investigadora Lynn Schofield Clark. En su libro From Angels to Aliens: Teenagers, the Media, and the Supernatural (De los ángeles a los extraterrestres: adolescentes, los medios y lo sobrenatural). Clark elabora un estudio sobre la relación entre religión y cultura popular en los jóvenes estadounidenses del siglo XXI. Basado en 269 entrevistas a profundidad en el suroeste de Estados Unidos y el análisis de la recepción de programas de TV como Buffy, The X-Files y Touched by an Angel, Clark expone cómo los medios de comunicación influencian la manera de percibir lo sobrenatural entre los jóvenes y cómo éstos reaccionan a sus contenidos culturales dependiendo de sus distintas circunstancias sociales.

Clark categoriza a los diferentes jóvenes en cinco grupos. Los “Tradicionalistas” son los jóvenes asociados a una comunidad religiosas determinada, quienes distinguen fuertemente los contenidos de su religión –especialmente la moralidad– de las historias de fantasía que observan en los programas de TV. Los “Resistentes”, por otro lado, son los jóvenes quienes se oponen tajantemente a las organizaciones religiosas y, si bien aceptan algunas premisas de lo sobrenatural, suelen defender afirmaciones contra la ortodoxia, como que Dios puede asemejarse a los alienígenas. Los “Intrigados” son jóvenes que asisten a sus iglesias, pero tienen contacto a su vez con grupos sociales por fuera de su comunidad de fe, por lo que negocian constantemente entre las doctrinas de sus tradiciones y los contenidos de la fantasía emitidos por las industrias del entretenimiento. Cuarto, los denominados “Místicos” son aquellos jóvenes agnósticos de las organizaciones religiosas, pero que tienden a mezclar las distintas prácticas mágicas y exotéricas que observan en los medios de comunicación, en búsqueda de sentido. Finalmente, los “Experimentadores” son los jóvenes extremadamente interesados en el ámbito de lo sobrenatural, quienes mezclan sus conocimientos sobre sus tradiciones religiosas con las prácticas exotéricas y heterodoxas de la cultura popular.

Una de las conclusiones de este estudio es que los distintos grupos de jóvenes diferencian los contenidos que pertenecen a la realidad y los que caen dentro del género de fantasía. Sin embargo, los grupos como los Resistentes y los Experimentadores suelen acudir a esas prácticas exotéricas como forma de rebelión contra las religiones tradicionales, especialmente en un contexto evangélico, en el cuál existe una condena sistemática de las experiencias como la Ouija. En ese sentido, el evangelismo, al condenar las prácticas sobrenaturales no-cristianas por los peligros que estas pueden conllevar, produce el efecto contrario al deseado: más jóvenes lo hacen.

La segunda conclusión de Clark es que las audiencias jóvenes adquieren una actitud que denomina “una apertura a la posibilidad” frente a los contenidos mediáticos sobre lo sobrenatural. La mayoría de los jóvenes perciben lo sobrenatural como algo fluido, no fijo, dónde la contradicción y la mezcla no son un problema. De hecho, las distintas propuestas sobrenaturales son vistas como igualmente posibles y con la misma validez. Sin embargo, los jóvenes poseen un escaso conocimiento de las distintas tradiciones religiosas. Por otro lado, algunos grupos, si bien afirman que están abiertos a cualquier contenido sobrenatural, cuando observan elementos de organizaciones religiosas concretas, reaccionan negativamente.

Foto 2. Publicaciones Oxford

Tercero, Clark argumenta que los jóvenes en el siglo XXI no son menos religiosos que en el pasado, sino que su forma de relacionarse con lo sobrenatural ha cambiado. Una de las frases más comunes que describe esta nueva sensibilidad es “soy espiritual, pero no religioso”. Una de las razones en Estados Unidos que observa Clark para este cambio es que las religiones, especialmente desde los años 1980, se han asociado a una ideología particular y una percepción de cultura. De ahí que los jóvenes, en su mayoría con tendencias progresistas, asocien el cristianismo con el conservadurismo y sus distintas políticas.

Cuarto, Clark concluye que, si bien existe una idea en la actualidad de que las personas tienen libertad para elegir la religiosidad que desean, sus contextos socio-políticos y las ideologías reinantes en los medios de comunicación determinan y limitan sus opciones de elección. Clark hace énfasis, por ejemplo, en que el individualismo que permea la mayoría de los productos culturales en Estados Unidos determina en los jóvenes una manera de entender lo sobrenatural de forma privada e individual, sin ningún impacto en el campo público y comunitario. Clark, sin embargo, deja claro que los productos culturales acerca de lo sobrenatural no pueden considerarse algo completamente positivo o negativo, sino que interactúan con los distintos grupos sociales, generando diferentes entendimientos respecto a lo sobrenatural.

La importancia de los estudios sobre los productos culturales de Estados Unidos tiene una relevancia para todo el planeta, ya que es este país quien emite la mayoría de los contenidos de entretenimiento a nivel global. Desde un enfoque latinoamericano es interesante advertir esta tendencia “individualizadora” y “consumista” de la religión. Si bien la desafiliación de las organizaciones religiosas viene por una parte a errores propios de estas mismas instituciones, también es cierto que, en su mayoría, el proyecto globalizador impulsado desde los centros políticos y económicos mundiales fomenta una religiosidad individual y consumista que se adapta mejor a los valores del sistema capitalista tardío. Pero también gobernantes y poderosos de otras tendencias políticas, como de izquierda o conservadoras, pueden ver con agrado la segmentación de las religiones, ya que son más fáciles de capturar bajo paraguas ideológicos. A mayor estructuración, unidad e institucionalidad religiosa, más poder se genera y puede representar un obstáculo y desafío para los gobernantes. Por otro lado, a mayor segmentación, desconocimiento de los principios éticos fundamentales y sistematización de los esfuerzos conjuntos, menor es la resistencia que puede ofrecer el campo religioso frente a los sistemas políticos y económicos de los distintos países.

En la bonanza económica y de estabilidad que experimentó el mundo desarrollado desde los años 1980, lo sobrenatural podía representarse desde la fantasía y limitarse a juegos exotéricos de jóvenes con las necesidades básicas cubiertas. Sin embargo, el mundo parece ahora entrar en un nuevo escenario de guerra fría, desafíos ambientales concretos e inestabilidad política global, dónde la religiosidad no le basta solo con ser espiritual, sino que necesita “religarse”, y encarnarse en comunidades concretas, para generar organizaciones que caminan juntas hacia Dios, aprender y reformarse desde sus errores y generar resistencia a las autocracias, el consumismo destructor del ambiente, las inequidades económicas, y la falta de sentido.

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