Isaac Daniel Velásquez sj
¡Llego Diciembre! y la incertidumbre en Venezuela traspasa el olorcito de las hallacas y la llegada de Pacheco. Se dibujan pequeñas sonrisas que duran los minutos que suena una gaita en la radio, una sonrisa que refleja añoranza por años anteriores, dos hechos en mí produjeron sentimientos bien contrastados, mismos protagonistas: ¡Jóvenes Venezolanos!
Viernes…
Katherine y Luisa, viejas amigas de quien escribe, se graduaron de Médicos Cirujanos en LUZ (Universidad del Zulia), al llamarlas para felicitarlas me topé con una alegría a medias, sí, léase bien, a medias. Obtener un título universitario, gesta que para los jóvenes significaría un gran logro, para ellas era un triunfo falto de chispa, de esperanza.
– “Isaac, me gradué ¡aja! ¿Donde trabajare ahora? Tengo que competir con gente que se gradúa con dos o tres años de carrera – haciendo referencia a los Médico Integrales en la UBV- y si consigo trabajo no es mucho lo que se gana”. Sus palabras congelaron mi teléfono móvil. De mi parte no hubo respuesta. Mi corazón se lleno de tristeza al escuchar su testimonio y sentir que las palabras de Katherine y Luisa se repiten, día a día, como un coro, en mucho de nuestros Jóvenes.
Llego el sábado…
Y mi corazón se dividía entre el deje de tristeza del día anterior y la ilusión de encontrarme con unos cuarenta jóvenes de distintas partes del territorio nacional, quienes se congregaban por pertenecer a la Fundación MACREY, fundación sin fines de lucro que desde hace 10 años, responde a la iniciativa de la Congregación religiosa de las hermanas Esclavas de Cristo Rey, y al compromiso social de formación de ciudadanos integrales. El motivo, un grupo de empresarios querían presentar un proyecto de becas trabajos y formación continua para el desarrollo personal de cada joven.
Mi corazón alcanzó en un santiamén un aire de profunda alegría, que dejaba de lado la tristeza, al confirmar que hay personas que siguen apostando por el crecimiento de nuestra nación; desarrollando y potenciando las cualidades de un tesoro sin igual llamado Juventud. Es muy abstracto, y tal vez materialista, llamar a este apoyo económico que brindan las empresas: RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL, muchas veces se olvida que estas empresas están compuestas por personas cuyas historias son diversas
Personas que desde su esfuerzo han conseguido una buena posición socio-económica y que hoy, más que un beneficio económico, que ya es importante y riesgoso debido a la situación que nos embarga, regalan sonrisas desde el corazón. Sonrisas cargadas de valores. Valores cada vez más necesarios, porque la dinámica revanchista que nos envuelve como país, hace que estos pierdan peso, mientras pareciera no importar el otro con tal de lograr los propios objetivos.
Soy testigo, que estos hombres y mujeres a través de sus empresas se comprometen a mostrar que se pueden realizar cosas diferentes, que la juventud venezolana tiene madera para generar ese cambio tan necesario para nuestra sociedad.
A la Juventud Venezolana, se nos están quitando muchas cosas. Sería muy triste que la incertidumbre en la que vivimos nos arrebate también la capacidad y el deseo de Soñar. Gracias a Dios. Gracias a la vida por estas sonrisas que desde el corazón transmiten esperanzas y nos siguen motivando a tomar la batuta en la reconstrucción de esta bella tierra llamada Venezuela.