Por Alfredo Infante s.j.
Si 2018-2019 fue el año del despertar de las enfermeras, quienes tomaron las calles para evidenciar la destrucción del sistema de salud y el deterioro de sus condiciones de vida, este año escolar 2019-2020 está siendo el período del despertar docente.
Octubre avanza con una serie de protestas de maestros, a lo largo y ancho del país, en pro del rescate de la educación, la reivindicación de sus derechos laborales y la renuncia del ministro Aristóbulo Istúriz.
Al inicio de este año escolar, el pago que un docente de secundaria recibía por una hora académica en una escuela pública o de Fe y Alegría era de 350 bolívares, cantidad que no alcanza para comprar un huevo de gallina en el mercado y mucho menos para pagar un pasaje en transporte público, costo que oscila entre 1.000 y 3.000 bolívares. Esto significa que, para pagar la tarifa básica de un pasaje urbano, un profesor debe trabajar tres horas académicas. A esto se suma la desprotección de la seguridad social, especialmente en el área de salud, tal como lo afirmó, en una de las recientes manifestaciones, el educador Alexander García: «el seguro de los docentes no alcanza para un yeso».
Esta crisis integral del sistema educativo ha provocado una migración masiva del personal docente, situación que está descapitalizando a escuelas y liceos, dejándolos sin recursos humanos; de igual modo, en nuestras universidades se han ido cerrando las escuelas de Educación, pues, en este contexto, no hay incentivos para quien tenga vocación docente y quiera estudiar la carrera.
Como Iglesia y sociedad es urgente decretar la emergencia humanitaria educativa y atender a los docentes con programas de comedores, bonos de transporte, asistencia médica y recreación. Además, debemos sumarnos solidariamente a la lucha por sus justas reivindicaciones.
Nos queda claro que la destrucción intencionada, por parte del gobierno, del sistema educativo tiene como objetivo el control de los centros educativos a través de los llamados «maestros exprés» para, así, convertir las escuelas y liceos en centros de adoctrinamiento ideológico.
Apoyemos las luchas de maestros y profesores para rescatar la educación y el valor de la vocación docente. Nuestros hijos merecen una educación libre y de calidad y esta sólo será posible, entre otras cosas, si nuestros docentes viven en condiciones dignas.