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Solidaridad con conciliación de clases por parte del beato José Gregorio Hernández

Juan Barreto _ AFP

Por Thomas Chacón*

La fructífera obra investigativa y docente del profesor José Gregorio Hernández se extendió más allá de los muros académicos al tener una rutina cargada de experiencias atendiendo enfermos de todos los estratos sociales. Esta era una virtud heroica similar a la que tenía su tío bisabuelo San Miguel Febres Cordero, quien, poseyendo las más altas competencias docentes, enseñaba por igual a los más ricos y a los más pobres.

De igual manera, el Beato José Gregorio atendía con cordialidad a pobres y ricos. Esto demuestra que superaba la lucha de clases que tanto ha buscado la Iglesia superar pronunciado su voz en documentos como los siguientes:

  1. Rerum Novarum de León XIII (1891); al mencionar que éste conflicto entre empresa y sociedad, entre ricos y pobres conduce a “lanzar a los demás a la violencia”.
  2. Pio XI (1931), en la Quadragesimo Anno, dice que si se usa la palabra “lucha de clases” hay que considerar “que se abstenga de enemistades y odio mutuo”.
  3. Juan XXIII (1961) con Mater est Magister sostiene que la “lucha de clase es contraria a la naturaleza humana” (N° 23).
  4. Pablo VI (1971) Octogesima Adveniens, “la lucha de clase y su interpretación marxista conduce a una sociedad totalitaria y violenta” (N° 34).
  5. Juan Pablo II, Centisimo Anno, “la lucha de clase no persigue el bien común general de la sociedad sino la suplantación del bien común y aspira a destruir lo que se le opone” (N° 14).

Volviendo con José Gregorio, la conciliación entre ricos y pobres también la heredó de su padre Don Benigno Hernández, quien siendo un comerciante y farmacéutico reconocido en su pueblo, llevaba medicina a las personas más necesitadas de las zonas marginales de Isnotú.

En cuanto al profesor universitario, Dr. José Gregorio Hernández, podemos apreciar cómo tomó esta herencia para desarrollar lo que luego el Papa San Juan Pablo II (1990) mencionara en el numeral 40 de la Ex Corde Ecclesia:

Cuantos se ocupan de la pastoral universitaria invitarán a los profesores y estudiantes a ser más conscientes de su responsabilidad hacia aquellos que sufren física y espiritualmente. Siguiendo el ejemplo de Cristo, se preocuparán especialmente de los más pobres y de los que sufren a causa de las injusticias en el campo económico, social, cultural y religioso. Esta responsabilidad se ejercita, en primer lugar, en el interior de la comunidad académica, pero encuentra aplicación también fuera de ella.

De la cita anterior, se hace propicio detenernos en el llamado a la preocupación “especialmente por los más pobres”, también fuera de la universidad. Esto lo podemos observar en las visitas dadas por el Dr José Gregorio a enfermos de los barrios más pobres de la ciudad a quienes no cobraba si no tenían con qué pagar, y también el famoso “cepillo de los pobres”, el cual era un bolsón ubicado en el pasillo de su casa que dirigía hacia el consultorio privado donde atendía; allí los pacientes depositaban lo que podían pagar y, si alguno requería de dinero, lo tomaba sin que nadie se enterara.

Sin embargo, a quienes tenían hasta el mayor poder adquisitivo del país, no permitía que le pagaran más de los 5 bolívares estipulados por visita a los enfermos a domicilio, tal como ocurrió con la visita hecha al hermano del General Juan Vicente Gómez cuando éste estaba muy enfermo.

Ante esa actitud que tenía ante pobres y ricos, pudiéramos preguntarnos: ¿Qué significaría para José Gregorio tener una preocupación especial para los pobres?

Al conducir la pregunta en función a la actitud hacia los pobres, podemos encontrar respuestas en varios pasajes del Evangelio. La primera en el relato de San Lucas 14, 12-14:

Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.

Evidentemente que el banquete ofrecido por José Gregorio era la salud dada con sus conocimientos. De acá nos atrevemos a reformular nuestra pregunta inicial: ¿Qué significa dar un banquete a los que no pueden pagarte? Y acá pudiéramos encontrar una de las nobles acciones de la virtud de la caridad, la actitud de no esperar nada a cambio ni en pobre ni en ricos. Por eso José Gregorio no cobraba de más a los ricos, de ellos tampoco esperaba una recompensa mayor a la que sí esperada de quien tiene poder para resucitar de la muerte.

Lo anterior hacía que José Gregorio cumpliera con la condición dada por el mismo evangelista San Lucas para ser considerado hijo del Altísimo: “…hagan y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo” (Lc 6, 32b).

Es importante acotar que para los Evangelios, solo son considerados hijos del Altísimo quienes trabajan por los paz, y en medio de ellos son bienaventurados, tal como lo señala San Mateo: “Bienaventurados quienes trabajan por la paz, porque ellos serán considerados hijos del Altísimo” (Mt 5, 9)

En esas atenciones no cobraba a los más necesitados y subsidiaba ese servicio con el justo precio que obtenía del que brindaba a personas de estratos más altos.

Esa atención diaria a los pacientes antes de iniciar su jornada universitaria, reflejaba la intelectualidad de José Gregorio como una garantía de que la investigación universitaria sin el servicio a la comunidad está vacía, pero el que el servicio universitario a la comunidad sin la investigación carecería de sentido.

De esta manera, al atender a pobres y ricos con la misma pasión, por ver en ellos la dimensión de su dignidad, hacía que convirtiera cualquier lucha de clases en una conciliación de clases y, en medio de ello, vivió la benéfica experiencia de eso que señaló San Juan Pablo II en Excorde Eclessia. Es decir, el doctor y profesor José Gregorio Hernández Cisneros vivió lo propio de ser universitario cristiano, “la ardiente búsqueda de la verdad y su transmisión desinteresada a todos aquellos que aprenden a razonar con rigor, para obrar con rectitud y servir mejor a la sociedad”

En este servicio de mejora a la sociedad se observa cómo nuestro modelo universitario también ejerció esa frase del Papa Benedicto XVI que dice que “la victoria de la razón sobre la irracionalidad es también uno de los objetivos de la fe cristiana”, cuando en una carta dirigida al Rector Dominici en el año 1888 escribe:

Mis enfermos todos se me han puesto buenos, aunque es tan difícil curar a la gente de aquí, porque hay que luchar con las preocupaciones y ridiculeces que tienen arraigadas: creen en el daño, en las gallinas y vacas negras, en los remedios que se hacen diciendo palabras misteriosas: en suma, yo nunca me imaginaba que estuviéramos tan atrasados por estos países.

Esas mejoras de servicio que daba a toda la sociedad y que se extendían hasta la ayuda desinteresada de los más necesitadas, pueden resumirse en palabras de nuestro modelo de Pastoral Universitaria: “La generosidad ennoblece el espíritu y le proporciona mil goces inefables; la santa caridad llena el alma de los más excelsos sentimientos y genera las acciones grandiosas que inmortalizan al hombre” (Dr. José Gregorio Hernández, citado en Gómez y Sotelo, pág. 187).

Porque de acuerdo a la Santa Sede, otra razón que justifica las virtudes heroicas que desarrolló son:

El ejercicio de la caridad para con Dios y para con el prójimo era como el culmen y el centro de su religión. Y esto le nacía de su deseo ardiente de santidad, de su fervor en la realización de actos de piedad y del gozo que sentía al hablar constantemente de Dios y al cumplir a perfección los mandamientos.

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