Luisa Pernalete
“Buen día, Benita, buena gente”, así suele saludar la hermana Sole, siempre suponiendo, y afirmando que el otro es “buena gente”. Se hace eco del fundador de Fe y Alegría, el padres José María Vélaz, que decía “piensa bien de los demás y acertarás”, o de lo que Nelson Mandela insistía cuando salió de la cárcel y luchaba por unir a su pueblo: “ en todas las comunidades hay gente buena”. Sole sabe que en todos los corazones se esconde bondad, y ayuda a que lo bueno salga a la superficie.
La hermana Soledad – Sole para los que le rodean – es oriunda de las Islas Canarias. Tiene más de 3 décadas sembrada en Venzuela, vino con otras religiosas dominicas a servir a este pueblo. Antes, junto a la hermana Nieves, trabajó en una escuela arquidiocesana ubicada en un barrio popular al sur de Maracaibo, esa escuela se convirtió en modelo de gestión y alegría. Hace unos 15 años su congregación le pidió que se fuera a Barquisimeto, allí coordina un Centro de Capacitación Laboral de Fe y Alegría, en un barrio al oeste de la ciudad. Sole recorre esas calles, por cierto, sin asfalto después de 20 años de fundado, saluda a medio mundo, y de cada persona puede dar una referencia, pues recoge esas historias de vida con el ánimo de comprender: “A esa señora le mataron un hijo-dice de una -, ese joven fue amenazado por una banda – dice de un muchacho -, es joven tiene muchas habilidades, hay que ayudarla para que no se la coma la pobreza…”,y así va, tiende la mano a unos, a otros consuela, a otros simplemente sonríe y saluda siempre agregando el “buena gente”.
En el centro que coordina no sólo se capacitan jóvenes para el trabajo, se entrenan para ser buenos ciudadanos y “conllevarse mutuamente”; también hay un proyecto de Arte y Vida – se aprende flauta y guitarra. Solo con mirar el local ya se ilumina el espíritu del que llega: árboles con su verdor que se combinan con las flores de diversos colores, ya esa mirada se convierte en un caricia para los que sufren. El centro también tiene una biblioteca a donde van estudiantes del IRFA – el programa de Fe y Alegría para adultos – y también los que van a las misiones impulsadas por el gobierno, o sea: nada de discriminación. También se puede acudir al centro en busca de un consejo o un consuelo.
Como la hermana Sole, hay muchas religiosas que nacieron fuera pero que han hecho de Venezuela y su gente más humilde, sus verdaderos hermanos y hermanas. Conozco muchas otras venidas de España también, en esa lista están también Marielena y Enma, filipinas, añadamos a Eloísa y Verónica, mexicanas –por cierto, esta última se tuvo que regresar a su país porque no pudo renovar su visa -,conozco colombianas, brasileñas y hasta una del Congo, Astrid- siempre de buen humor-. Sí, son unas cuantas que no han venido a enriquecerse sino a enriquecernos. Han invertido aquí su capacidad de organización, mucha paciencia evangélica, generosidad, y lo han hecho con alegría.
“Me siento feliz en esta comunidad – comentaba Sole –no me siento sola para nada. Es verdad lo que dice el Evangelio: darse rinde el ciento por uno”. La escuchaba y pensaba que nadie que viva cerca de estas mujeres extraordinarias se puede sentir solo, pues tal vez su principal aporte es que acompañan. Cuando uno tiene la dicha o la gracia de encontrarse en la vida con gente como Sole, se reconcilia con la vida, hace las paces con la humanidad.