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Sinodalidad: una comunidad inspirada por la solidaridad

Imagen 1_Crédito_ Radio María Argentina

Por Jean Romero, s.j.

Construir fraternidad social

Sinodalidad es el esfuerzo por la construcción de la fraternidad social propuesto por la Iglesia, uno que comienza centrando la persona de Jesús de Nazaret en sus estructuras más institucionales, poniéndolo cara a cara con las diferentes motivaciones que animan a hombres y mujeres de hoy a discernir de qué se trata caminar juntos y acercándolos hacia la determinación de entender una nueva etapa evangelizadora que abre caminos para la Iglesia en los próximos años1. Es una acción concreta que funda sus raíces en la experiencia bíblica de la primitiva comunidad cristiana (Hch 4, 32-36), manteniéndose hasta la posteridad en modos muy diversos y bastante insospechados.

Construir fraternidad social es poner verdad en los intereses de los sectores que orientan la fe del pueblo religioso en el mundo. Es poner en crisis falsas seguridades que impiden escuchar la llamada a un cambio de mentalidad. Es librar la misión única de la Iglesia de conceptos y nociones que no concilian ni posibilitan el encuentro con un acontecimiento –Jesús de Nazaret– que cambia la vida y que da una orientación decisiva a la humanidad.

Lo fraterno dentro de la Iglesia no funciona como un falso tranquilizante. Es núcleo básico de seguimiento, es un estilo cristiano de vida que genera atracción por la presencia de la humanidad de Jesús que cuestiona modos de proceder. Lo sinodal se aleja de admiraciones ejemplares unipersonales y nos conduce a acercarnos a aquellos a los que debemos encontrar como prójimos y hermanos; a los pobres, las víctimas, los enfermos, los que sufren y los considerados pecadores, porque son ellos quienes ponen al descubierto la imposibilidad de muchas de nuestras relaciones y opciones ante el drama de la historia, y reclaman nuestro olvido real de lo que significa ser genuinamente humanos y cristianos3. Lo fraterno dentro de la Iglesia se entiende como un “todos” que orienta el camino abierto hacia Jesús.

Hacia la conformación de una nueva forma de comunidad

El Dr. Rafael Luciani, miembro de la Comisión Teológica del Sínodo sobre la Sinodalidad (2022-2023), describe con claridad la consistencia de la perspectiva fraterna de la sociedad cristiana cuando expresa que, en Jesús, la noción sinodal pasa por la puesta en práctica de la praxis fraterna de los hijos e hijas de Dios que viven en torno a un Padre bueno y misericordioso. Sus palabras, hechos y pareceres están orientados hacia la conformación de una nueva forma de comunidad humana no biológica, inspirada por la solidaridad fraterna y volcada hacia la reconciliación social, sea en lo familiar, laboral, económico, religioso y político4. En ese sentido es que la sinodalidad se basa en la construcción fraterna de una nueva sociedad, porque tal vez hemos perdido de vista esta praxis, muy propia del estilo de Jesús.

Lo sinodal es una figura diferente a lo que hemos conocido a lo largo de toda la etapa clásica del cristianismo. Perder de vista el modo concreto de Jesús, para sentir y hacer con la Iglesia, nos ha movido a comprender poco de qué se trata predicar el Evangelio. No obstante, lo sinodal nos ha servido de reflejo para humillarnos en el predominante juego de intereses que simulan compromisos religiosos.

El dinamismo de nuestro presente abraza la construcción social desde “todos”, desde la opinión coherente de cada “voluntad humana” hasta el desafío de tomar “acciones concretas” que entrelazan sueños y proyectos para el bien común.

La Iglesia no siempre tiene la razón

Hacer posibles ejercicios de discernimiento compartidos supone que la Iglesia no siempre tiene la razón. Su aporte en la edificación de una sociedad humana digna comienza con criterios claros, es decir, que su contribución apoya con claridad el diálogo con otros actores que tienen conciencia de su propio aporte (actores, quizá, no religiosos), y que en ese diálogo la Iglesia no tiene por qué ser protagonista, que su situación como árbitro en materia de ética y moral sitúa a la libertad de movimiento de los individuos más allá de los límites de las fronteras de lo políticamente correcto, que su esfuerzo por entender de manera más flexible sus posibles modos de agrupación conforme a patrones culturales diversos a partir de su propio descentramiento vaticanista es una vía posible de interpretación y realización.

Sinodalidad: una comunidad inspirada por la solidaridad
Credito: Revista Vida Nueva Digital

La Iglesia es parte de la construcción social que está abriendo una nueva fase del cristianismo; lo sinodal es, sin duda, un camino nuevo que comprende la llegada de los tiempos nuevos para los creyentes. En este sentido, la institución eclesiástica necesita palabras críticas que pongan verdad en su interior, pero necesita también palabras de aliento que despierten su esperanza5. Más que “darle vueltas” a la crisis actual del mundo buscando consuelo, lo que necesita es construir nuevas bases que forjen esperanza entre sus miembros6.

El discernimiento y acción de la Iglesia debe coincidir con el discernimiento y acción de Jesús (Mt 16, 13-19), corresponde al deseo propio de los hombres y mujeres cristianos preguntarse no por el “hacer de la Iglesia” sino por el “ser de la Iglesia” y de su realidad. El discernimiento sinodal necesita ser deseado y realizado libremente por la sociedad creyente que sueña muchas alternativas transformadoras de un cristianismo nuevo, más purificado y más fiel a Jesús.

Visión de sínodo en la Compañía de Jesús

En la Congregación General XXXVI, los jesuitas de todo el mundo se reunieron para abordar los retos sociales, culturales y religiosos que empezaban a avecinarse en la realización de sus misiones. En las deliberaciones de esa congregación se habló de tiempos de transformaciones radicales como oportunidad de gracia y de conversión que exigen un talante y unas actitudes específicas.

Se trató de hacer conciencia de aprender a vivir cambiando, esto significa aprender a despedir cosas que ya no evangelizan ni abren caminos al Reino de Dios, como tal vez lo hicieron en otros tiempos, y aprender a tantear y ensayar caminos de innovación.

También se habló de la densidad de un presente que necesita la adecuación de las estructuras de gobierno universal a las nuevas condiciones de la misión7, y la revisión de las prácticas económicas en el nuevo contexto del mundo8.

Este adecuarse y revisar supone –desde nuestro punto de vista– una anticipación real de la sinodalidad como construcción fraterna de la sociedad que ahora acontece en la Iglesia universal, ya que generó un discernimiento de renovación y cambio de la realidad de la misión de la Compañía también universal.

Lo anterior, tiene que ver con el carácter transnacional y global creciente que logra trascender lo conocido y que exige darnos cuenta de la interconexión de los problemas y los cambios acelerados en el mundo de hoy9. De ahí surgió una interrogante clave que sirvió de brújula para orientar el discernimiento, y que presentamos como interrogante esencialmente sinodal:

¿Son adecuadas las estructuras de gobierno de la Compañía para enfrentar los desafíos de la misión en un mundo en el que todo está cada vez más interconectado, cambia rápidamente y tiene alcances transnacionales y globales crecientes?10

Llamados a la conversión eclesial

La pregunta por sí misma es una auténtica visión de sínodo y una voluntad real por descubrir caminos de búsqueda. No obstante, hay caminos que reclaman de nosotros mayores niveles de fe, de esperanza y de conversión. La pregunta jesuítica no está anclada a caminar hacia un cumplimiento más perfecto de la religión cristiana, como tampoco el Sínodo de la Sinodalidad propone un orden y mejoramiento del funcionamiento eclesial. Es mucho más. Es una pregunta que produce alteración humana porque apunta a las condiciones concretas de vida que deben responder tanto a su contexto sociocultural, económico y político específicos como a las expectativas sociales y formas religiosas particulares de esta época.

La Compañía de Jesús entendió la llamada a la conversión eclesial. Propuso líneas de acción que nacen de reflexiones densas. Reflexiones que distinguen y delimitan campos y ámbitos de relevancia para cada problema, y con ello, avanzar en la búsqueda de soluciones. El espíritu de su preocupación en la construcción fraterna consideró aspectos de integración económica y formas de desarrollo alternativo en la misión; modos de asociación local, convenciones de representación colectiva interjesuítica y estudios de campo sobre movimientos sociales y religiosos. Sus puntos de acción, que decimos son “sinodales”, están en el discernimiento, en la colaboración y el trabajo en red.

El trabajo de revisión de las estructuras que realizó la Compañía de Jesús en su congregación es sinodal desde el punto de vista del discernimiento. Discernir es lo que hace que se enraíce en la Iglesia una participación más eficaz y en la que el Espíritu actúa repartiendo su diversidad de carismas para el bien común11. Además, el discernimiento eclesial que supone la sinodalidad es el fundamento para la toma de decisiones de autoridad legítima y puede ser garantía de virtud apostólica.

Cuando trasladamos las herramientas prácticas de la Compañía de Jesús hacia la experiencia del Sínodo que vive la Iglesia entera, nos asemejamos a un detenido discernimiento consistente y participativo como modo de asegurar que la planificación apostólica, el multiculturalismo y el pluralismo de opiniones y acciones sea parte integrante de todo proceder cristiano. La Iglesia quiere formarse mejor en el discernimiento horizontal de su participación en la secularización de los pueblos para así estructurarse y dar una propuesta encarnada y poco trivial.

El trabajo jesuítico ha dicho que la colaboración lleva naturalmente a la cooperación entre redes12;. Nada más entusiasta esta visión que construye una sociedad nueva, cuyo criterio es compartir una misma visión y presupone una cultura de la generosidad, abierta a la colaboración con otros junto al deseo de celebrar sus logros. Esto es clave ya que de ahí se puede obtener la sensación de un sano equilibrio entre la autoridad y la iniciativa local que tanto urge a la Iglesia.

Procesos que invitan a caminar

La experiencia de hacer sinodalidad como construcción fraterna de la sociedad –dentro y fuera de la Iglesia– nos está invitando a hacer procesos, a crecer desde las tensiones, a continuar la reflexión y desarrollar en la práctica sus mayores convicciones comunes, oyendo la voz de personas y lugares con más prontitud. Sínodo no implica una puntualidad histórica, se traduce más bien como procesos en los que caminar13.

Sinodalidad: una comunidad inspirada por la solidaridad*Jesuita en formación.


Notas:

  1. Francisco I (2013). Evangelii Gaudium: Exhortación Apostólica del Santo Padre Francisco: los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas y los fieles laicos: sobre el anuncio del evangelio en el mundo actual. Cochabamba: Verbo Divino. Numeral 33.
  2. Benedicto XVI (2006). Deus caritas est; sobre el amor cristiano. Carta encíclica (2a. Ed.). [S.l.]: PAULINAS/EPICONSA. Numeral 1.
  3. LUCIANI, R. (2014). Regresar a Jesús de Nazaret. PPC, editorial. Pág. 77
  4. Ibíd., p. 75.
  5. PAGOLA, J. (2015). Recuperar el proyecto de Jesús. PPC, editorial. Pág. 51.
  6. Ibíd., p. 52.
  7. Congregación General 36 de la Compañía de Jesús. P. 77.
  8. Ibíd., p. 78.
  9. Ibíd.
  10. Ibíd.
  11. Ibíd., p. 90.
  12. Ibíd., p. 91.
  13. Ibíd., p. 83.

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