Desde el año 2008, el padre Arturo Sosa dirige la Compañía de Jesús universal con una visión de Iglesia latinoamericana que apunta al diálogo, la reconciliación y la solidaridad, especialmente con los sectores más vulnerables de la sociedad. Una visión forjada a pulso en Venezuela, donde se perfila como docente, investigador, coordinador del apostolado social y director de nuestra revista SIC (1979-1996) y el Centro Gumilla (1985-1994), previo a convertirse en Superior Provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela (1996-2004). En el marco de los 85 y 55 años de SIC y Gumilla, respectivamente, nos comparte desde Roma sus impresiones
Juan Salvador Pérez*
—Usted participó hace algunos meses en una conversación con los directores de las revistas europeas de la Compañía de Jesús junto al papa Francisco. Conocemos la respuesta del Papa sobre el significado y la misión de las revistas jesuitas; sin embargo, nos gustaría escuchar su opinión sobre este asunto. ¿Cuál es la importancia de las revistas culturales jesuitas hoy en el mundo como voz de la Iglesia? ¿Cómo podemos comunicar encarnadamente la realidad y ayudar a otros a discernirla para la acción y la transformación?
—La revista es un instrumento precioso de participación en la transformación social desde la fe comprometida en la lucha por la justicia del evangelio. A través de la revista se dialoga, se comunican las preguntas sobre la realidad y se comparten los esfuerzos por responder a ellas en coherencia con la fe que da sentido a la vida de los reunidos en la Compañía de Jesús y de quienes contribuyen a su misión desde motivaciones o perspectivas complementarias.
A través de la creación cultural los seres humanos y las sociedades comprenden la realidad en la que habitan y dan sentido a sus vidas. La Buena Noticia de Jesús es un mensaje llamado a insertarse en la(s) cultura(s) como fermento del sentido de vida plena que nos ha sido revelado en Jesús, modelo de ser humano y de las relaciones a través de las que se pueden crear las condiciones para lograr el Bien Común, es decir, la posibilidad de vida digna para todos los seres humanos en armonía con el medio ambiente del que se nutre.
En fidelidad a su identidad, la Compañía de Jesús busca compartir una experiencia espiritual a través del pensamiento racional, entrar en diálogo con otras formas de pensar, contribuir a encontrar caminos que lleven a la creación de estructuras sociales justas, espacios de participación responsable del pueblo en la toma de decisiones públicas y un ambiente de auténtica libertad en el que pueda expresarse la creatividad humana.
Las revistas son, en fin, un excelente y exigente canal de comunicación desde el que es posible participar en procesos tan complejos como los que retan a la humanidad en el actual cambio de época.
—Como usted mismo ha señalado, las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) están pensadas desde su concepción para funcionar, en conjunto, como líneas inspiradoras del quehacer propio de la Compañía de Jesús; no obstante, ¿cuál puede ser hoy la impronta que van dejando las PAU en los lugares donde la Compañía está inserta? ¿Cómo hemos asimilado las PAU en nuestra vida-misión como jesuitas y laicos colaboradores de la misión de Cristo?
–—Las Preferencias Apostólicas Universales se diferencian de los planes estratégicos de las corporaciones o de los programas de gobierno en que son el fruto de un discernimiento que se convierte en envío. Las PAU son “misión” recibida de la Iglesia, a través del Papa, destinada a inspirar los planes de trabajo en los diferentes contextos humanos, sociales y políticos en los que se compromete apostólicamente la Compañía. Las PAU son, por tanto, generadoras de procesos personales, grupales e institucionales muy diversos, imposibles de medir a través de indicadores universales.
Soy testigo privilegiado de cómo el cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús, es decir, todas las personas comprometidas en sus tareas, se ha tomado en serio tanto el proceso de discernimiento en común que llevó a la formulación de las preferencias como su puesta en práctica en todos los niveles de la vida-misión. La asimilación de las PAU es gradual y se realiza a velocidades o profundidades distintas según “tiempos, lugares y personas”, para usar la expresión tan propia de Ignacio de Loyola.
A través de las PAU, se busca encontrar caminos para contribuir a la justicia y reconciliación por las cuales claman todos los pueblos de la tierra. Justicia social que abra las puertas a condiciones de vida humana a toda persona que habita en este mundo, que garantice el respeto de los derechos humanos en un mundo que vive la diversidad cultural como riqueza compartida. Reconciliación entre los seres humanos, pueblos y culturas que incluye recuperar la armonía con la naturaleza que proporciona lo que se necesita para vivir es la condición para reconciliarse con Dios.
Estamos lejos todavía de una completa asimilación de lo que la misión de reconciliación y justicia y las PAU exigen de nosotros. Hemos dado pasos importantes, somos más conscientes de la conversión a la que somos llamados como personas, grupos e instituciones y hemos empezado a poner algunos medios para aprender de lo que realmente se trata: ser guiados por el Espíritu Santo, o sea, decidirnos finalmente a soltar las riendas de nuestra vida y dejarnos llevar por quien conoce el camino.
—La revista SIC cumple 85 años. En 1938, siguiendo a Picón Salas, Venezuela recién se incorporaba al siglo XX. Es decir, SIC ha estado presente en este largo periodo. Llegado el siglo XXI, ¿cuál es ahora el papel de SIC de cara al país?
—Seguir acompañando muy de cerca el proceso por el que el pueblo venezolano camina hacia su liberación. La revista SIC ha acompañado distintos momentos de cambio económico, político y social del pueblo venezolano. Los ha acompañado desde lo que es: una revista capaz de tomarle el pulso a la complejidad de la realidad desde la sensibilidad nacida de la experiencia de la fe en el Señor Jesús, el crucificado-resucitado que ha revelado el camino hacia la plenitud humana, marcha adelante en ese camino e invita a seguirlo.
No ha sido fácil en su larga existencia ese papel de acompañar procesos sociales tan complejos como los vividos por el pueblo venezolano en el cambiante contexto internacional del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Uno de los retos de la revista SIC es mantener alzada la mirada más allá de los límites de la propia situación coyuntural de Venezuela. Ni se comprende a fondo lo que se vive ni es posible encontrar el camino de transformación si la mirada se mantiene solo allí. SIC puede contribuir a adquirir la conciencia de humanidad necesaria para encontrar soluciones políticas, sociales y económicas que permitan vivir como se sueña.
—Venezuela ha cambiado mucho en los últimos años. El país que emerge tiene profundas y diversas heridas: la pobreza extrema superior al 77 %, el fenómeno migratorio que registra más de 7 millones de personas, la destrucción de la industria petrolera como principal fuente de ingresos y, entre otros, una fuerte desafección por la política como instrumento al servicio de la gente. En este contexto, ¿cuál cree Ud. que debe ser la misión del Centro Gumilla? ¿Cómo podemos responder a ese desafío?
—“Construir puentes” es la expresión que me viene espontáneamente para formular la misión del Centro Gumilla. Dada la complejidad del cambio de época en el que está el pueblo venezolano y el mundo entero, son muchos los puentes necesarios. Al Centro Gumilla le corresponde construir algunos de ellos aprovechando los materiales y experiencia con los que cuenta. La esperanza en un futuro más humano forma parte de la identidad del Centro Gumilla. Hacer lo que se espera desde lo profundo de su razón de ser es la tarea emprendida desde que se fundó y que ahora es también necesaria.
Construir y mantener relaciones desde la esperanza es una contribución posible que desafía la acción del Centro Gumilla. La primera condición, por tanto, es vivir la esperanza desde la que se quiere contribuir a la construcción de los puentes que se necesitan para comunicar una sociedad dividida que ha destruido o hecho intransitable tantos canales de comunicación que existían y ha descuidado la obligación de crear los que se necesitan en las actuales circunstancias.
Nota:
Esta entrevista se realizó con la colaboración de Manuel Zapata, s.j. y Emmanuel A. Rodríguez, O., s.j.