Josefina Salomón*
Venezuela está atravesando una de las peores crisis económicas en décadas. Con el precio del petróleo en su punto más bajo, el país está casi incapacitado para importar alimentos esenciales y medicamentos y mientras el gobierno niega que hay un problema y se rehúsa a solicitar ayuda internacional, las personas luchan para llegar a fin de mes en medio de crecientes índices de malnutrición y una crisis de salud.
En uno de los países con las mayores reservas de petróleo del mundo, hacer la compra puede ser una tarea imposible.
Es martes por la tarde en Guarenas, una pequeña ciudad a 30 minutos en carro del Centro de Caracas, la capital de Venezuela.
Esperanza, una abuela de 59 años, aguarda paciente en fila, con una expresión que combina ilusión y desesperación. El calor implacable no parece desalentarla. Llegó al supermercado mucho antes del amanecer para asegurarse de poder comprar algo para alimentar a su familia. Unas veinte personas están frente a ella. Aquí reina la confusión – nadie sabe lo que el supermercado ofrecerá hoy o si van a poder comprar algo.
En algunas áreas del país, esta incertidumbre y desesperación ha dado lugar a protestas y saqueos.
Hoy es uno de los dos días de la semana en los que a Esperanza se le permite comprar comida y otros productos esenciales a precios regulados por las autoridades. A las personas en Venezuela se les permite comprar solo dos veces por semana como parte de una estrategia gubernamental de distribución de comida y otros productos básicos para mitigar la creciente crisis.
El país, que depende del petróleo para subsistir, está experimentando una extrema escasez de alimentos desde que el precio internacional del petróleo se desplomó hace tres años, dejando a Venezuela con poco dinero para importar productos alimenticios básicos y medicinas.
“Es la segunda fila que hago hoy. Los otros mercados se quedaron sin productos muy rápido y le dijeron a la gente que se fuera. No sé qué van a estar vendiendo aquí pero me voy a quedar de todas formas,” dice Esperanza.
“Poca esperanza”
Esperanza vive con su hijo, su nuera y dos nietos. Sobreviven con dos salarios mensuales de entre 30 y 40 dólares, tomando como referencia una de las tasas de cambio actuales (en Venezuela existen varias).
De acuerdo al mismo tipo de cambio, el kilo de harina se consigue a 2.50 dólares, un litro de leche a casi 2 dólares y un kilo de pasta a 3.50 a precios no regulados. Tomando en cuenta sus ingresos, alimentar a tres adultos y a dos niños es una tarea casi imposible.
Aun para quienes están preparados a pagar precios más altos, los productos alimenticios básicos escasean. Otros como el azúcar, los productos de higiene y las medicinas son casi imposibles de encontrar.
El trabajo de Esperanza es conseguir suficiente comida para mantener a la familia en pie, y el esfuerzo está empezando a tener un terrible impacto en ella.
“No he comido nada desde ayer y si no logro comprar nada hoy voy a irme a la cama otra vez sin haber comido nada. Voy a tener que acostar a mis nietos más temprano para que no me pidan comida,” dijo, mientras le caían lágrimas por el rostro.
La situación empeora a medida que uno se aleja de Caracas , donde el hambre se está transformando en violencia.
Durante las últimas semanas, medios de comunicación en toda Venezuela han reportado un aumento de manifestaciones y saqueos como una reacción a una crisis que está tomando proporciones catastróficas. El uso de las fuerzas del orden en varias oportunidades ha sido excesivo y se reportan cerca de una decena de muertos y otros tantos heridos.
En San Cristóbal, Estado Táchira, en la frontera con Colombia, las tensiones están aumentando.
“Tengo algo de harina y pasta en mi casa pero si no puedo comprar aceite hoy no sé qué voy a cocinar,” dijo una mujer mayor. Estuvo haciendo fila por cinco horas.
A su alrededor, varias decenas de personas gritan enojadas al hombre que intenta organizar la fila en la puerta del mayor supermercado estatal de la ciudad. La gente dice que ha estado esperando durante horas y se quejan de que no hay un sistema para asegurar que todos puedan volver a casa con algo con qué alimentar a sus hijos. Las puertas del mercado están custodiadas por una decena de policías antidisturbios. A su vez, están protegidos por miembros de la Guardia Nacional, armados hasta los dientes.
La gran mayoría de las personas en la fila probablemente se irán a sus casas con las manos vacías, o con un paquete de harina y un poco de aceite para cocinar – la base de las arepas, una suerte de tortilla que se ha convertido en una de las pocas fuentes de nutrición a un precio accesible para millones de personas en todo el país. Pero los menos afortunados volverán a sus hogares con nada más que algunos mangos y papas.
“Ya ni me acuerdo de la última vez que comí pollo, carne, atún o leche,” dijo otra mujer. “Antes nos saltábamos el desayuno pero ahora si comes una vez al día, puedes considerarte afortunada,” se quejó.
“Humillante”
La disponibilidad de lo que se consideran ‘productos esenciales’ en Venezuela ha caído estrepitosamente en los últimos meses. Intentar comprar pañales, fórmula para bebés y desodorante se ha convertido en una tarea casi imposible.
“Es humillante,” dijo una joven mamá mientras sostiene a un bebé de dos meses y espera en los pasillos de un supermercado privado después de que un vecino le dijera que allí iban a ‘liberar’ pañales y fórmula a precios regulados.
“Hace unas semanas logré comprar algo de fórmula y unos pañales pero nada desde entonces. ¿Qué se supone que debo hacer? Es muy frustrante oír al gobierno decir que todo está bien.”
Comprar comida está estrictamente organizado. La gente tiene que mostrar su documento de identidad y huella digital para hacer la compra que es personalizada y no transferible. Las personas mayores y aquellas que no pueden hacer las largas filas no pueden enviar a nadie que las haga por ellos.
“¿Qué voy a comer esta semana?”, pregunta Carmen, una mujer de 80 años. “Puré de plátano, lo que he estado comiendo por semanas. No sé cuánto más voy a poder seguir así.”
Un gobierno que no quiere ver
El gobierno del Presidente Nicolás Maduro hasta ahora ha negado que haya una crisis humanitaria en Venezuela, ha rechazado sistemáticamente llamados a pedir ayuda humanitaria internacional y ha frenado intentos de llevar al país suministros médicos vitales.
Organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional argumentan que las autoridades deben solicitar ayuda humanitaria internacional de manera urgente en la forma de alimentos y medicinas para el pueblo.
“Rehusarse a aceptar y abordar la absoluta urgencia de la crisis en Venezuela solo va a lograr transformar una situación dramática en una pesadilla impensable,” dijo Erika Guevara Rosas, Directora para las Américas de Amnistía Internacional.
La frustración de Esperanza es visible. Mira hacia la puerta del supermercado, a varios metros de donde está parada, y las lágrimas siguen cayendo por su rostro.
“Solo estamos pidiendo alimentos, nada más,” dijo.
* redactora de Amnistía Internacional
Fuente: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2016/06/venezuela-in-crisis-if-you-are-lucky-you-eat-twice-a-day/