Por Showny Azar Raheb* y Verónica Chópite Abraham**
En Venezuela se generó una ventana de oportunidad para el desarrollo productivo del país que se proyectó en 2001 y que tendría una duración de 40 años entre 2005 y 2045. El bono demográfico ocurre cuando “por efecto del descenso de la fecundidad total, se reduce el número de personas menores de 15 años que dependen de personas en edad de trabajar cuando todavía no ocurre un crecimiento considerable de los dependientes adultos mayores (60 años y más)” (Freitez, 2023). Este cambio en la estructura poblacional suponía que eran más las personas en edad de trabajar que aquellas que dependen de servicios como atención de salud y educación inicial y primaria.
A pesar de los cuantiosos ingresos que percibió el país que, según Ecoanalítica fueron más de 960 mil millones de dólares entre 1999 y 2014, el Estado no aprovechó esta ventana de oportunidad para impulsar leyes o políticas con enfoque juvenil que buscaran dotar de capacidades a las juventudes, para que su aporte impactara en el desarrollo económico y productivo del país. Contrario a ello, el sistema chavista generó una crisis política y social sin precedentes, afectando de manera diferenciada a las juventudes.
Según la Encuesta Nacional sobre Juventud (ENJUVE) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), desde 2013 hasta 2021 la población venezolana se redujo en al menos 1 millón de jóvenes; para ese año se estimaba que en Venezuela vivían unos 6.817.000 jóvenes. El 51 % de emigrantes entre 2015 y 2021 fueron personas entre 15 y 29 años de edad y apenas en 2022, cuando la población emigrada se vio “menos joven”, este segmento representó el 42 % de quienes emigraron.
Necesitan 8 años de experiencia laboral, pero tienen 20 años de edad
Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) de 2022, realizada por la UCAB, “la necesidad de buscar empleo en otro país permanece como la principal razón de emigrar” con el 75 % de los casos. Ello coincide con las cifras de la ENJUVE de 2021, que reveló que el 33 % de las juventudes considera que uno de los principales problemas sobre la calidad de vida en el país es el acceso a empleos.
Uno de los obstáculos más recurrentes que enfrentan las personas en edades juveniles es el acceso a oportunidades laborales de calidad, sobre todo cuando se trata del primer empleo. Una de las manifestaciones del adultocentrismo, que según Alvarado, Martínez Posada y Muñoz Gaviria (2009) se considera como “la hegemonía de la interpretación del mundo desde la postura del sujeto adulto/ masculino/ occidental (…) en donde la juventud aparece como un tránsito a la adultez” (p. 96), se observa en el campo laboral, donde las juventudes son discriminadas por no tener “suficiente experiencia” y por desconfianza en sus capacidades.
La crisis política y la emergencia humanitaria compleja, además de la corrupción y la falta de políticas económicas por parte del Estado, generaron niveles récord de informalidad laboral que se traducen en incertidumbre, pobreza, incapacidad de profesionalización y falta de oportunidades.
Todo ello afecta de manera diferenciada a las juventudes, en cuanto tienen necesidades particulares que deben ser atendidas por el Estado para su pleno desarrollo como seres humanos y para hacer de ellos agentes de transformación para el país a partir de sus capacidades productivas. Se trata entonces de que las instituciones propicien incentivos para que actores privados y públicos den oportunidades laborales reales para su plena inclusión.
También se hace necesario que el Estado promueva la Ley del Primer Empleo Juvenil aprobada en 2014, que probablemente deba ser reformulada debido a los nuevos retos que hoy enfrenta el país. Aunque hasta la actualidad se desconoce el contenido de dicha ley, la creación y aprobación de la misma responde más a intereses ideológicos y partidistas que buscan instrumentalizar causas juveniles.
Adicionalmente, los Planes de la Nación y otros documentos más específicos no mencionan el trabajo decente, siendo este un principio esencial al momento de generar políticas públicas laborales. En los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se define como la generación de “oportunidades para todos de conseguir un trabajo que sea productivo y proporcione unos ingresos dignos, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias, así como mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social”.
El ecosistema de caristía donde las juventudes han crecido, si bien ha dejado excluido a muchas de ellas, también ha sido útil para construir una nueva visión sobre el trabajo y la generación de riqueza. La crisis en sí misma ha traído un cambio cultural y antropológico sobre lo que significa la productividad, donde el individuo se concibe a sí mismo como un sujeto activo y ya no meramente dependiente del Estado para vivir una vida digna, lo cual está muy presente en las generaciones juveniles venezolanas. Ello significa una oportunidad para su desarrollo cuando las condiciones económicas y políticas se transformen.
Más allá de generar empleos, se trata de construir espacios seguros y dignos para el trabajo decente de las juventudes, donde puedan acumular experiencias, balancear oportunidades de formación, ocio y familiares, sin sufrir ningún tipo de exclusión o violencia, además de recibir una remuneración justa y desarrollar sus capacidades. No se trata solo de insertar, sino de incluir.
Solo trabajan y no les alcanza para otra cosa los viernes por la noche
Habiendo ya más de una generación que ha nacido y se ha criado bajo un sistema cada vez menos democrático y que profundiza en su naturaleza autoritaria, los patrones y estilos de vida de las juventudes se han visto totalmente modificadas producto de la precarización de la vida, la falta de libertades fundamentales y la violencia política. Con ello, el estándar social de un joven promedio a nivel mundial no resulta viable para esta población en el país, en tanto las juventudes venezolanas no son una población que está en transición a la adultez; más bien, está asumiendo abruptamente responsabilidades propias de la adultez posjuvenil como una consecuencia del empobrecimiento y la migración de su entorno.
La crisis ha generado una reducción de espacios culturales y de ocio, lo cual debiera estar garantizado para el desarrollo social, personal e identitario de las juventudes. Todo ello está teniendo consecuencias directas en su participación pública, así como en la estructura demográfica de Venezuela que traerá consigo efectos importantes para el crecimiento social.
Los espacios de ocio han pasado a ser otra expresión de la desigualdad, en tanto se hacen cada vez más una manifestación de privilegio y no un lugar común para las juventudes. Además, en contextos tan cerrados como el venezolano, los espacios culturales, deportivos o de cualquier tipo son esenciales para la acumulación de capital relacional y evitar el aislamiento que propicia el sistema, el cual busca romper el tejido social y fragmentar a la sociedad. Dichos espacios de ocio deben servir como medios de encuentro no partidistas, resultar accesibles y ser seguros para garantizar la expresión identitaria de las juventudes.
El desarrollo de la industria del ocio también permite dinamizar la rueda de la economía de un sector que se alimenta de productos y servicios de manera directa o indirecta. Ello propiciaría incluso procesos de innovación social, como el desarrollo de economías nocturnas que, entendiendo el contexto venezolano, puede significar para las juventudes un avance para evitar su segmentación y la reconquista del espacio público.
No están inscritos en el Registro Electoral y no saben qué es la democracia
Al momento en que se escribe este artículo, el chavismo cumple 25 años en el poder. Durante este cuarto de década se ha construido un sistema que generó una ruptura absoluta con la democracia que se había forjado durante 40 años y en la que se han criado varias generaciones de jóvenes que solo conocen un único sistema político que se hace cada vez más cerrado y violento.
Esto ha decantado en una forma de generación monopolítica, en tanto la etapa juvenil también se alimenta de los distintos ecosistemas políticos en los que crecen. Como en Venezuela ello no ocurre, las formas de participación pública y política de las juventudes se han visto severamente limitadas por los pocos referentes que tienen, sus limitadas formas de organización y participación en un contexto sumamente violento y represivo, y porque el sistema es adultocéntrico: creado por y para los adultos.
En lo que respecta a la participación político partidista, las juventudes suelen ser reconocidas en gran medida durante coyunturas electorales, en tanto significan el grueso de una maquinaria de movilización, la energía elemental que conserva un partido político y que genera cierta legitimidad frente a la sociedad. Si bien en la mayoría de los partidos venezolanos la población juvenil es un actor más o menos organizado, la capacidad que tiene para captar a sus pares e incidir en dichas estructuras es bastante reducida, dado que el sistema desincentiva la participación en general como consecuencia de sus características restrictivas y hostiles.
Más allá de los partidos, la desafección política aparece como una respuesta a la conflictividad del sistema: según la ENJUVE de 2013, apenas 3 de cada 10 jóvenes se interesaba por temas públicos y sociales, cifra que a la luz de nuestra crisis ha evolucionado a tal punto que para el 2021, según el mismo estudio, el 22,1 % de los jóvenes dice que prefiere un régimen autoritario, mientras que el 27,5 % expresa que da lo mismo una democracia o una dictadura. No se trata de que las juventudes participen o no en la vida pública, es que parecieran no ser capaces de diferenciar un ejercicio autoritario de uno democrático debido a la misma crisis y su desarrollo en este sistema autoritario.
Es necesario generar nuevas formas de participación pública juvenil, con lo cual una alternativa de emergencia es el trabajo por causas. Esto implica agruparse bajo un tema específico, con una estructura que tiende más hacia la horizontalidad, entre pares, con una lógica más táctica que estratégica, teniendo como foco la conquista de derechos específicos como los asociados a la comunidad LGBTIQ+, lo medio ambiental, el feminismo, entre muchos otros.
*Socióloga de la Universidad Central de Venezuela. Tesista de la maestría en Estudios Políticos y de Gobierno. Directora y cofundadora del Observatorio de Juventudes Venezuela. Analista en la consultora Sala 58.
**Socióloga de la Universidad Central de Venezuela. Directora y cofundadora del Observatorio de Juventudes Venezuela. Investigadora de estudios juveniles y procesos sociopolíticos.
REFERENCIAS
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Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2022. https://www.proyectoencovi.com/encovi-2022
Encuesta Nacional de Juventud (ENJUVE) 2021. https://elucabista.com/wp-content/uploads/2021/10/Presentacion-ENJUVE-II-26-10-2021.pdf
Encuesta Nacional de Juventud (ENJUVE) 2013. http://proyectojuventud.ucab.edu.ve/wp-content/uploads/2014/07/Resumen-para-la-prensa.pdf
Freitez, A. (2023). El futuro demográfico de Venezuela. Proyecto Vénesis de la Universidad Católica Andrés Bello. Recuperado de: https://venesis.org/wp-content/uploads/2023/07/El-futuro-demografico-de-Venezuela-Resumen.pdf
Marotta Lanzieri, D. (2021). Informalidad laboral en Venezuela: definiciones, medición y desafíos. Notas sobre la Economía Venezolana Nº 11. Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (IIES) de la Universidad Católica Andrés Bello. Recuperado de: https://www.ucab.edu.ve/wp-content/uploads/2021/11/11Notas-sobre-la-Economia-Venezolana-DML.pdf
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