Claudia Brihuega Ortiz*
Hace unos días Bayer adquirió la agroquímica Monsanto, una empresa que provoca daños a la biodiversidad y el medioambiente a escala mundial, pero no es la primera vez que ambas empresas se relacionan.
Durante la década de los 50 y 60 dirigieron la empresa conjunta Mobay, responsable del agente naranja utilizado en la Guerra de Vietnam. La Cruz Roja ha cifrado en más de 1 millón las personas con discapacidad y problemas de salud provocadas por su contaminación. Entre 1930 y 1990, Bayer y Monsanto produjeron en el mundo cerca de 1’3 millones de toneladas de policloruro de bifenilo (PCB), un elemento tóxico que se puede encontrar en transformadores, juntas de sellado, lacas, pavimentos y edificios. El PCB puede dañar el sistema hormonal, nervioso e inmunológico de las personas; afectar a algunos órganos y provocar esterilidad. Fue clasificado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) en la lista de sustancias cancerígenas.
Philipp Mimkes, miembro de la Coalición contra los Peligros de Bayer (CBG), lucha por la prohibición de los neonicotinoides, utilizados en la fabricación de plaguicidas, por sus peligros para las abejas. “Es inaceptable que las corporaciones se embolsen beneficios, mientras que el resto de personas pagan los daños causados”, señalaba Mimkes. Algunas compañías de seguros se negaron a cubrir los posibles peligros de plantar cultivos que introducían modificaciones genéticas, compararon los efectos con los producidos por el fármaco talidomida.
Bayer es uno de los principales proveedores de pesticidas y semillas, ocupa la primera posición por el número de patentes concedidas según la Oficina Europea de Patentes. La manipulación genética no se limita a las semillas, también a árboles como pinos o eucaliptos. El Informe Mundial sobre Agricultura del 2008, realizado por la ONU y el Banco Mundial, advertía de las limitaciones para la investigación y la expansión del conocimiento que suponían la concentración de patentes. Un sistema que se retroalimenta, los campesinos se ven forzados a comprar nuevas semillas para cada cosecha porque las plantas se vuelven estériles tras la primera y única cosecha, señala la CBG.
Países en vías de desarrollo ven impedidas sus posibilidades para potenciar prácticas agrícolas adaptadas al entorno que favorezcan la seguridad alimentaria y la sostenibilidad económica. “Quien controle las semillas, dominará el mundo”, expresaba Henry Kissinger, ex Secretario de Estado estadounidense. Un oligopolio que fija precios, condiciones y se reparte el mercado; además de controlar la alimentación de las personas.
*Periodista
Fuente: http://ccs.org.es/2016/09/16/semillas-controladas/