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“Se buscan líderes”

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Foto: Carmen Vivas | El Independiente

Equilibrar los imperativos económicos con los imperativos de salud y de derechos humanos durante la pandemia será una de las experiencias más delicadas, desalentadoras y definitorias para los líderes políticos y gobiernos de todo el mundo. Si bien el virus no discrimina, sus impactos desiguales han dejado al descubierto las desigualdades sociales y económicas existentes… Con firmeza, elocuencia y empatía por los más vulnerables, el liderazgo femenino parece tomar la delantera

Por Carolina Jiménez Sandoval* | Revista SIC 827

 

Nadie está seguro…

hasta que todas y todos estemos seguros

 

“El mayor desafío para el planeta después de la Segunda Guerra Mundial”, “el peligro más grande para la humanidad”, “la verdadera posibilidad de extinción de los humanos” son tan solo algunos de los comentarios y descripciones que han ocupado primeras planas y se han escuchado en miles de foros y entrevistas desde que se reportara que la existencia del nuevo coronavirus (el SARS-CoV-2) y la enfermedad que causa (el COVID-19), se habían convertido en pandemia poniendo a más de la mitad de la población del planeta en confinamiento y generando crisis sanitarias para las que claramente no estábamos preparados.

Una pandemia en un mundo globalizado

A diferencia de pandemias mundiales anteriores con este nivel de letalidad, esta pandemia llega en tiempos de globalización acelerada. Con la información disponible hasta ahora, podemos afirmar que el virus fue reportado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por parte de China a finales de diciembre de 2019, de allí pasó a Europa en donde se extendió de forma rápida en la región, para propagarse posteriormente en otros continentes, especialmente en las Américas, hemisferio hoy en día considerado el epicentro de la pandemia por el número de casos registrados y las muertes que se originan a raíz de la enfermedad. Al momento de escribir estas líneas, a mitad de agosto de 2020, es decir, aproximadamente ocho meses después de que la OMS conociera de la información recogida en Wuhan, se registran más de 20 millones de casos y más de 759 mil muertes en el mundo.1 Este contagio y recorrido vertiginoso por todo el mundo se ha vivido en “tiempo real”, con bases de datos que van informando día a día el número de casos y de muertes en cada país, con actualizaciones de cada avance científico también diarios, con infografías y análisis de tasas de infección, tasas de muertes, diferencia de efectos por géneros, por edad y por grupos étnicos y básicamente cualquier otra tasa que se quiera calcular. El nivel de sobreinformación ha ido a la par de la desinformación que es igualmente una característica de nuestros tiempos.

También a diferencia de otras pandemias, en esta ocasión un virus de rápida propagación global se encuentra con una comunidad científica que cuenta con conocimientos y recursos tal vez nunca vistos. El historiador israelí Yuval Noah Harari ha hecho una interesante comparación sobre las respuestas que en distintas épocas la humanidad ha dado frente a las pandemias. La llamada “peste negra” que azotó el siglo XIV se encontró con una comunidad científica que no fue capaz de dar una respuesta adecuada, llegando incluso la Escuela de Medicina de la Universidad de París a afirmar que la posible causa estaba relacionada con la posición astrológica de algunas estrellas. Durante la epidemia de influenza de 1918 (la llamada “gripe española”) ningún grupo científico logró –durante el transcurso de la pandemia– identificar al virus exacto que la ocasionaba. Este siglo XXI, para nuestra suerte, ha marcado una diferencia sustancial: en solo dos semanas, la comunidad científica logró identificar el virus específico que ocasiona el COVID-19, realizar la secuenciación de su genoma y desarrollar tests de diagnóstico. Por lo anterior, el mencionado historiador considera que estamos en una posición privilegiada en comparación con pandemias anteriores.

La falta de cooperación internacional frente a la crisis del COVID-19

Si es cierto, como afirman los historiadores, que el mundo frente al COVID-19 se encuentra en un lugar “privilegiado” en comparación con pandemias anteriores, ¿por qué llueven las críticas al manejo de la pandemia en muchos países? ¿Por qué se critica, también, la gestión de las “otras crisis” desatadas a raíz de la pandemia, en especial la económica?

Las preguntas anteriores no tienen respuestas fáciles ni existe un único factor que explique por sí solo la dinámica de la política internacional actual. No obstante, varios analistas han hecho comparaciones con lo que puede observarse fue la última gran crisis de carácter global (al menos como evento único, para diferenciarla de otras grandes crisis que continúan como la emergencia climática), la crisis financiera de 2008. En ese entonces, los países industrializados unieron esfuerzos para coordinar acciones al punto de que los bancos centrales de varios países acordaron los cortes en sus tasas de interés y el grupo del G20 reaccionó de manera conjunta frente al mundo con una declaración colectiva y la clara compresión de que la interconexión de sus economías implicaba que una crisis financiera en uno de sus miembros afectaba no solo los mercados de otro, sino básicamente los de todo el mundo.2 Obviamente, hay numerosas críticas a las decisiones tomadas por las grandes economías en ese entonces, pero es innegable que el posicionamiento y la toma de decisiones conjuntas contribuyeron a evitar que la recesión posterior causara más estragos de los que se originaron a raíz de la crisis.

Doce años después, no hay ni declaraciones conjuntas ni acuerdos mínimos frente a una crisis también de carácter global. El G20, de hecho, tiene a países en franca discordia que se acusan mutuamente de generar o empeorar la situación de la pandemia. El presidente de los EE.UU., Donald Trump, no ha tenido ninguna vergüenza a la hora de promover teorías conspirativas que señalan que China “creó el virus” en un laboratorio, algo ya descartado por la comunidad científica. La Unión Europea muestra claramente desacuerdos internos sobre cómo “distribuir la deuda de la crisis entre los miembros” y Rusia anuncia con bombos y platillos una vacuna de la que la comunidad científica desconfía a viva voz. La falta de liderazgos que vean en la cooperación y el trabajo conjunto una salida más efectiva de la crisis ha sido evidente desde el inicio y se ha venido profundizando en la medida que la pandemia avanza en el mundo.

Lo anterior llevó a que el propio secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, se quejara en una entrevista con medios internacionales y declarara de forma muy abierta su frustración al estado actual de las respuestas de cada país de forma individual: “[…] al actuar solos están creando una situación que se está saliendo de control […] existe una absoluta falta de coordinación entre los países en su respuesta al COVID…”3

Tal vez una de las consecuencias más graves de la falta de cooperación ha sido la politización de la ciencia. Ante un trabajo político colectivo que comprenda la máxima de que “Nadie está seguro hasta que todas y todos estemos seguros”, cada país ha venido teniendo sus propias carreras para la obtención de una vacuna. Es tal el fenómeno que ya tiene un nombre: “el nacionalismo de las vacunas” y la propia OMS ha advertido que tal comportamiento es contraproducente.4

Ante el vacío: el liderazgo político ciudadano

Ya sabemos que la pandemia es letal y que, además, genera otras crisis que pueden tener efectos aún más devastadores. Distintas organizaciones internacionales han advertido sobre las posibles consecuencias: desempleo masivo, hambrunas en los países con ya altos niveles de inseguridad alimentaria (como Venezuela y Yemen, por ejemplo), perdidas educativas para una generación entera, aumento considerable de la pobreza, son algunos de los escenarios que con alarma pronostican organismos humanitarios y agencias del sistema de Naciones Unidas.

Ante el vacío de liderazgos que se ha hecho evidente en esta crisis es necesario activar el liderazgo ciudadano como motor de exigencia y de demanda, pero también como agente propositivo de cambios. Al comienzo de la pandemia hubo debates interesantes que señalaban que algunos de los países con mejores niveles de éxito en el combate contra el COVID-19 tenían una cosa en común: eran liderados por mujeres. Los discursos de la canciller alemana Angela Merkel diciéndole a sus ciudadanos que son “una comunidad donde cada persona cuenta” y la ya famosa primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, reportando un importante control de los casos en un momento en el que muchos países estaban en los picos más altos de contagio, además de otros casos considerados como “exitosos” en términos de control del virus, como Taiwán (país liderado por Tsai Ing-wen), o Finlandia (gobernado por la primera ministra Sanna Marin, de tan solo 34 años, en una coalición con cuatro partidos que también son dirigidos por mujeres) fueron elogiadas como un ejemplo de la diferencia que puede marcar el liderazgo femenino.

Obviamente, son diversos los factores que pueden incidir en el control –tanto a nivel nacional como global– de una pandemia y en este momento Alemania y Nueva Zelanda han visto el resurgimiento de casos de COVID-19, pero es claro que en aquellos países donde el liderazgo político genera un mayor nivel de diálogo y de conexión empática con sus ciudadanos las políticas públicas pueden ser más efectivas, algo que el liderazgo femenino de los gobiernos de países antes mencionados parece haber promovido. Cuando esto no sucede y el contrato social se ve afectado por una desconexión del liderazgo con la sociedad, entonces el rol de los ciudadanos es exigir y proponer.

Nos toca exigir, entonces, no solo un mayor nivel de transparencia y de eficiencia a nivel interno en el combate contra el COVID-19, sino también un liderazgo que vea la importancia de la cooperación internacional para luchar contra una amenaza que es global y que no puede, por lo tanto, tratarse de manera aislada y desconectada en el mundo actual.


*Internacionalista.

 

Notas:

  1. Datos en tiempo real proporcionados por el European Center for Disease Prevention and Control, revisado el 14 de agosto de 2020, disponibles en https://www.ecdc.europa.eu/en/geographical-distribution-2019-ncov-cases
  2. Para más información, ver: Berge Brende: “Global cooperation is more vital than ever. Here is Why”, publicaciones del World Economic Forum, 23 de julio de 2020, disponible en https://www.weforum.org/agenda/2020/07/global-cooperation-is-more-vital-than-ever-this-is-why/
  3. AP : “Guterres critica falta de cooperación mundial frente al COVID”, 23 de Junio de 2020, disponible en: https://apnews.com/c7c65cdf641f8af50e90fd759d67724e#:~:text=NACIONES%20UNIDAS%20(AP)%20%E2%80%94%20El,suficiente%20para%20derrotar%20al%20coronavirus
  4. DW: “OMS alerta sobre el surgimiento de un “nacionalismo de vacunas” en la pandemia”, 13 agosto 2020, disponible en: https://www.dw.com/es/oms-alerta-sobre-el-surgimiento-de-un-nacionalismo-de-vacunas-en-la-pandemia/a-54560849

Fuente: Revista SIC 827 

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