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¿Se acabará la República con la constituyente?

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Piero Trepiccione

El modelo constitucional que tenemos en el país es el republicano. Con sus bemoles, limitaciones, particularidades y afectaciones por el fenómeno polarizante que nos ha caracterizado durante los últimos veinte años, pero al fin y al cabo es el establecido en los parámetros de nuestra carta magna y el que reúne el mayor consenso y respaldo de la población. La República enfrenta una situación muy compleja en la actualidad. Una disyuntiva que se abre en torno a una propuesta presentada por quien ejerce la primera magistratura del país: una nueva asamblea nacional constituyente (la segunda en menos de dos décadas) que la población venezolana considera mayoritariamente, según los estudios más serios de opinión pública que se han realizado durante las últimas semanas, como innecesaria y poco democrática en sus bases comiciales. Esta nueva ANC, a decir de los principales voceros que la están promoviendo, y en particular, Hermán Escarrá, tendrá características de “supra-poder” y se enfocará en profundizar el actual modelo de gestión pública en el ámbito de la economía y la reestructuración del Estado hacia el concepto “comunal”. Dos premisas que, sin duda, están asociadas a las fórmulas que se han venido empleando durante los últimos lustros y que no han tenido resultados concretos en la sustentabilidad del desarrollo.

Ahora bien, el tema clave en la discusión que se abre ante el país, es el relativo a la refundación de las bases de la República –una facultad por lo demás sobresaliente en el marco de una ANC- y que puede concluir en una reformulación absolutamente distinta al concepto republicano de 1999. Y es allí donde está el meollo del asunto. Algo extremadamente delicado no debe ser decidido por una representación minoritaria de la población sino más bien soportado en un amplio consenso de la población para que pueda tener sustentabilidad y proyección por décadas. El detalle es que las bases comiciales establecidas como parámetro de elección de los constituyentistas y la sistemática electoral que las viabiliza son contrarias a la práctica de la democracia porque sencillamente no traducen proporcionalmente la actual composición política del imaginario colectivo de los venezolanos. En pocas palabras, de llevarse a cabo las elecciones planteadas para el 30 de julio vamos a tener casi el cien por ciento de la representación política institucional del país con un apoyo popular que pudiera oscilar, en el mejor de los casos, entre un veinte y un treinta por ciento de la población, con el agravante que dicha representación política le impondría a la mayoría de la nación, un nuevo formato de Estado que podría dar al traste inclusive con la forma republicana de mayor consenso social entre los venezolanos.

Entonces volviendo a la interrogante que encabeza este análisis es obvio que la Asamblea Nacional Constituyente en los términos planteados podría acabar con la forma republicana que conocemos. No obstante, en el escenario actual del país, es muy complicado que se pueda lograr una especie de “apartheid político” donde una minoría le imponga a la mayoría una forma de Estado esencialmente distinta a la establecida en la Constitución de 1999. Por lo contrario, si no hay marcha atrás y se abre un compás para una negociación política de alto nivel con un sólido y transparente acompañamiento internacional, podríamos entrar en una fase de agudización del conflicto que incrementaría notablemente los niveles de violencia -que hasta ahora- a pesar de las numerosas violaciones a los derechos humanos, no ha pasado a mayores niveles de masificación.

Cada venezolano está en la obligación moral de defender la República. La política y las leyes se deben ejercer civilizadamente. Para ello existe el concepto de República, para que las diferencias se procesen en sociedad con el pleno respaldo de la gente. No podemos retroceder a estadios anteriores a la convivencia democrática. Cualquier ideología o práctica política que atente contra estos principios debe ser enfrentada con más democracia. La constituyente actual – a mi juicio- es innecesaria y riesgosa para las actuales circunstancias económicas que afectan al país. Más pérdida de tiempo, más dilaciones a las decisiones trascendentales que se deben tomar para aliviar la severa crisis y con el agravante que puede significar asumir la tarea de la refundación del Estado desde una óptica revanchista. Las democracias se hicieron para convivir, no para que una minoría atropelle a la mayoría o para que la mayoría pisotee a la minoría. La República es la búsqueda incesante del equilibrio democrático. No lo olvidemos por favor…

 

 

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