Por Antonio Pérez Esclarín
El domingo 4 de Diciembre celebramos un aniversario más del nacimiento del P. José María Vélaz, el fundador de Fe y Alegría. Durante toda su vida, Vélaz fue un soñador, un constructor de sueños y un sembrador de sueños. Fe y Alegría fue su sueño más importante que lo sembró en el corazón de muchas personas generosas y hoy es una realidad que ha llevado sus banderas educativas de esperanza y amor a los rincones más apartados y necesitados de 24 países en América, África, Europa y Asia.
Desde los inicios, los fundadores de Fe y Alegría optaron por la educación por considerarla el medio más idóneo para combatir la exclusión, la violencia y la miseria, y hacer de las personas sujetos dignos, y ciudadanos productivos y fraternales. Pero tenía que ser una educación de calidad, pues no se podía aceptar que la educación de los pobres fuera una pobre educación. Si la educación no es de calidad para todos y todas, en vez de contribuir a democratizar la sociedad, contribuye a agigantar las diferencias: buena educación para los que tienen posibilidades de asistir a centros prestigiosos, y pobre o pésima educación para los que asisten a centros o programas donde la educación apenas sobrevive y no garantiza los aprendizajes esenciales para seguir aprendiendo e insertarse productivamente en la sociedad.
Cuando nació, Fe y Alegría levantó la bandera de llevar educación a los lugares más marginados y apartados, donde no había escuelas, y por ello se dedicó a fundarlas. Muchas personas generosas corrieron a enrolarse en esa bandera, pues había consenso en que la ignorancia era raíz de la miseria y que la educación era la llave del progreso. Así, Fe y Alegría fue creciendo en medio de los problemas y dificultades, sostenida por el empuje y la entrega de numerosas personas que encontraron en Fe y Alegría un motivo y un medio para realizar su vocación de servicio. La fe comprometida, raíz de una esperanza que justifica los esfuerzos y sacrificios, fue motor del compromiso. El llamado a la osadía, al atrevimiento y a la alegría como fruto del servicio, incendió los corazones de muchos que se contagiaron y contagiaron a otros la entrega, el entusiasmo y la pasión, pues nada importante se logra en la vida sin pasión y mucho menos en educación.
Hoy, Fe y Alegría trabaja con entusiasmo junto a otros muchos para promover un pacto o alianza que movilice las esperanzas, la confianza y el compromiso por fortalecer la educación, de modo que todos los niños, niñas y jóvenes de Venezuela disfruten de una buena educación. Si realmente estamos convencidos de que la educación de calidad para todos es exigencia para la dignidad y libertad de las personas, clave de la democracia política, del crecimiento económico y de la equidad social, debería ocupar el primer lugar entre las preocupaciones públicas y entre los esfuerzos nacionales. A todos nos conviene tener más y mejor educación y que todos los demás la tengan. De ahí, la necesidad de la alianza en pro de la educación como proyecto nacional, objeto de consensos sociales amplios y duraderos. Salvar la educación para salvar a Venezuela debe convertirse en un lema y un compromiso nacional, pues si es evidente que la educación es un derecho esencial, es también un deber y una responsabilidad de todos.
Pensar la mejora de la educación sin los docentes es una ilusión. De ahí la necesidad de garantizarles una remuneración y trato dignos para que ejerzan su misión con entusiasmo y sin angustias.