Luis Carlos Díaz
Revista SIC 744
Mayo 2012
Desde el 30 de junio de 2011, después de días de rumores, vacíos informativos y desmentidos oficiales, el presidente Chávez informó en cadena de radio y TV, desde Cuba, que había sido operado de un tumor maligno en la zona pélvica. Desde esa fecha hasta ahora, la agenda informativa sobre la salud del Primer Mandatario ha sido un gran laboratorio en el que la comunicación oficial es un cuentagotas que mantiene al país en ascuas. El pueblo está sometido a dosis de una radioterapia distinta a la que recibe el Presidente porque las vocerías no han sido transparentes ni oportunas. El cáncer se convirtió en otra pieza política del malabarismo de temas que mantienen al país atento ante la inminente elección del próximo 7 de octubre.
La opacidad estatal, como en muchos otros temas, ha sido la norma. Desde el principio ha quedado claro que la salud presidencial no debe ser un tema privado, porque la majestad del cargo del más importante servidor público del país implica que su salud personal también es de interés nacional.
A esta consideración se le suma la idea de que el presidente Chávez, en ningún momento de su proceso clínico, ha delegado oficialmente el poder en otro funcionario de su gobierno, ni siquiera durante los periodos de intervenciones quirúrgicas y recuperaciones.
Los artículos 234 y 235 de la Constitución Nacional establecen las formas en las que se hubiesen aprobado las ausencias del cargo. Sin embargo, a pesar de la gravedad de la enfermedad (otro agujero negro que se llena con declaraciones oficiales y rumores), la decisión del presidente Chávez ha sido mantener las riendas de Miraflores incluso desde La Habana, para alimentar la épica del hombre que entrega la vida por el pueblo y no mostrar quiebres que no se puedan capitalizar políticamente, como los discursos religiosos y emotivos durante la Semana Santa.
En todo caso: estamos ante otro ejemplo de cómo el país tiene deficiencias en el acceso a la información. Aunque la vocería de la enfermedad la lleva el Presidente y se haya convertido en su tema recurrente, la maneja como un capital retórico y no como datos a disposición del pueblo.
Sobre estos vacíos se podrían tejer varias tesis:
Pueblo enemigo
Si el chavismo se entiende desde la confrontación y la información es estratégica para los bandos en pugna, entonces revelar detalles de la enfermedad sería como darle datos al enemigo. Por eso se opta en el discurso oficial por eufemismos como “lesión” o “tumor con células cancerígenas” en lugar de hablar directamente de cáncer, el tipo de cáncer y en qué órganos está. De hecho sólo el Presidente se atrevió a usar la palabra “metástasis” en público, y fue para negar que hubiese la posibilidad de una, semanas antes de que anunciara que le fue diagnosticada una recurrencia del tumor en la misma zona.
Tratar al pueblo como enemigo, con mentalidad militar, otea a la sociedad como un campo con bandos contrarios, niega derechos ciudadanos y escamotea las responsabilidades del Estado para enfocarse en la perspectiva de preservación del poder.
Pueblo inmaduro
Otra tesis para negar una información de calidad, veraz y oportuna podría ser la consideración de la ciudadanía como desvalida de mecanismos para comprender lo que se vive. Es una perspectiva que trata de adjudicarle carácter infantil al colectivo por no considerarlo preparado. Chávez trabajó tanto por ser irreemplazable que quizás lo logró y por eso no se ha planteado cambiar el eslogan “Déjenlo trabajar” por “Déjenlo descansar”. Al menos la oposición se lo ha dicho, y los militantes que lo han aplaudido hasta las lágrimas en el balcón del pueblo lo han pedido. Reposo.
La trampa de la polarización
Quizás otro aspecto que ha revelado este mal trance en la vida del Presidente es que vuelve a desnudar las terribles facturas de la polarización política. Al principio del padecimiento, las encuestas revelaban un aumento en el fervor militante de los chavistas ya ganados a la causa. Hubo cierre de filas. Sin embargo, si en otros momentos se ha sacado ventaja de la división del país para objetivos políticos, debe ser terrible develar que el apoyo no es unánime ni solidario con la enfermedad. Un objetivo logrado de la polarización en algunos sectores políticos es la deshumanización del otro. El divorcio del Presidente con una parte del país, amén del desprecio y las descalificaciones mutuas que se han mostrado, debería manejarse con mayor cautela en este momento de la historia para evitar males mayores.
Es una estrategia
Otra teoría sobre el manejo oscuro de este tema en la agenda política es que el vacío informativo es un juego para controlar el centro de atención. Ante la falta de información, es muy tentador para voceros, advenedizos y adelantados arriesgar en la escena pública alguna declaración sobre la afección o su gravedad. Eso genera de inmediato respuestas y condenas del sector oficial.
Parte de la estrategia es acumular tensión en torno al tabú, generar zozobra con declaraciones contradictorias, para luego descargarse sobre la persona que juegue posición adelantada sobre algún punto que no esté claro. Quien mejor supo manejar esta posibilidad fue el periodista Nelson Bocaranda. Desde el principio de este periplo ha estado publicando información supuestamente filtrada desde Cuba, donde se pensaba que habría más hermetismo. En ocasiones Bocaranda ha quedado en el filo del salto al vacío, sin embargo las declaraciones del Primer Mandatario luego han confirmado muchas de sus hipótesis. No a todos se les puede agarrar en la bajadita.
Es la estructura informativa
Dentro del menú de problemas en la comunicación oficial se pueden incluir las dificultades del Ministerio de Comunicación e Información para estructurar una política no propagandista sobre la salud presidencial. El caos es tal que el propio ministro ha sido desmentido rotundamente en al menos tres oportunidades por el Presidente. A menos que quedar mal en público sea justamente su trabajo, desdice mucho del sistema nacional de medios públicos y su presupuesto que se deba esperar un tweet del Presidente, una migaja, o una cadena, cada vez más frecuentes y hasta repetidas en grabaciones, para bajar línea.
Con la reaparición del tumor, por ejemplo, se decidió que la ministra de salud acompañase al Presidente a Cuba para dar el parte médico desde allá. Sin embargo no declaró en esos días y la información viajó por otros canales como el vicepresidente Elías Jaua.
En estos casos la responsabilidad recae en el equipo informativo del Gobierno cuya misión pareciera ser alargar los silencios y generar mensajes de fervor en torno al Presidente. Por esta razón también hay vacío discursivo en la Mesa de la Unidad Democrática, a falta de información fiable o completa en torno a las afecciones y los tratamientos, la única posibilidad en la mensajería del candidato opositor y quienes lo apoyan es pedir por la salud del presidente, pero poco más.
Obviamente ambas toldas deben estarse planteando los escenarios de mejoría, agravamiento o ausencia presidencial. Pero sin información fiable sólo queda esperar que pasen los días y jugar cautelosamente en el complejo tablero de las elecciones venezolanas.