Mt 5,13-16
Alfredo Infante sj
El sabio Jesús enseña con los elementos de la cotidianidad. Hoy nos habla de la sal y la luz. Imagínense ustedes la relevancia y lo preciado que eran estos dos elementos en un tiempo en el que la electricidad aún no había sido descubierta. Bueno, tal como andamos con los apagones en nuestro país, lamentablemente hoy se nos hace más cercano ese contexto, no lo imaginamos, lo vivimos.
En esta oportunidad me detendré en el elemento sal. Jesús nos dice: «ustedes son la sal de la tierra». Es decir, ustedes son lo más preciado de la tierra. Recuerdo que una vez pregunté en el barrio para qué servía la sal, y la gente me dijo: para dar sabor; para evitar que los alimentos se pudran; una buchada de agua de sal detiene la hemorragia bucal; un baño con agua de sal nos libera de las malas vibras y del cansancio y, así, otros usos vinculados a la vida. La sal está al servicio de la vida. Apliquemos ahora los usos de la sal a nuestra misión en este contexto adverso que vivimos.
En primer lugar, en un país desazonado, deprimido, en huida, ¿qué significa dar sazón? ¿cómo comunicar esperanza? ¿cómo autocuidarnos y cuidarnos los unos a los otros para no perder nuestra consistencia interior y nuestra misión al servicio de la dignidad humana?
En segundo lugar, en medio de una atmósfera de escándalos de corrupción que atenta contra la vida y el bien común, ¿cómo ser sal que evite y frene esta dinámica de deterioro antropológico en la que estamos sumidos? ¿cómo evitar pudrirnos como sociedad?; en tercer lugar, ¿cómo sanar la hemorragia social?
Los informes del Observatorio Venezolano de la violencia son dramáticos y la tendencia es a más violencia, no hay información pública sobre este fenómeno, las cifras más conservadoras son dramáticas; en cuarto lugar, ¿cómo liberarnos de tantas malas vibras que hay en el ambiente como el odio, el resentimiento y la sed de venganza?
Jesús, no viene a sustituir nuestra responsabilidad histórica, nos acompaña, nos ilumina, pero deja muy claro que «ustedes son la sal de la tierra». En medio de esta adversidad tiene una confianza muy fuerte en cada uno de nosotros. ¿Qué ve Jesús en nosotros que desde nuestra miopía espiritual no logramos ver en nosotros mismos? La fe acontece en la relación de confianza mutua. Por eso Jesús nos dice: «ustedes son la sal de la tierra». Él confía en nosotros. El mal es escandaloso y tiene altoparlantes. El bien es silencioso, anónimo y sostiene la vida.
En medio de esta adversidad compleja que vivimos (hambre, enfermedad, violencia, represión, etc.) hay muchas organizaciones comunitarias, sociales y de DDHH que están sazonando y sosteniendo la vida, siendo sal. Jesús nos advierte de una gran tentación: «perder el sabor». Dice: «y si la sal pierde el sabor, ¿con qué se salará? No sirve». Es hora de recuperar el sabor, no de perderlo. En el fuego se acrisola el oro; en esta hora histórica nuestra sal es más necesaria, todos contamos para abrir los caminos.
Oremos: Señor Jesús, danos la gracia de descubrir en nuestra consistencia interior la sal que somos y aportar nuestro sabor para hacer la diferencia a favor de la vida.
“Sagrado corazón de Jesús, en vos confío”
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela.