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Saber reirse

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José Luis Martín Descalzo, gran escritor, periodista y sacerdote, nos dice en uno de sus famosos artículos: “Yo estoy completamente convencido de que una de las mejores sorpresas de la vida eterna va a ser descubrir que Dios va a ser infinitamente más divertido de lo que nos imaginamos. Porque, efectivamente, si Dios fuera como uno de esos señores que se han tragado una escoba, la eternidad sería sencillamente insoportable”. (Razones para vivir”, Sociedad de Educación Atenas, p. 154)

Tener buen humor es un don. Es saber reírse de los pequeños fracasos de uno mismo y no dejarse acomplejar por eso. Que se te cae un vaso y se rompe manchando la alfombra; que hayas confundido la hora de encontrarte con un amigo y estés esperando impaciente mirando el reloj cada minuto; que confundas a una persona en la calle con otra que te debe dinero y vayas a reclamárselo… son situaciones por las que muchos hemos pasado. ¿Nos pusieron de mal humor? Espero que no haya sido así.

El humor es reconocer que uno carece de muchos dones y no molestarse con Dios por eso, sino agradecerle porque nos ha hecho como cada uno es.

El papa Francisco alaba el sentido del humor de Dios en su autobiografía “Esperanza”: “Me viene a la cabeza el chiste sobre un jesuita algo vanidoso que tiene un problema cardiaco y debe ingresar en el hospital. Antes de entrar en el quirófano, el jesuita le pregunta a Dios: «Señor, ¿ha llegado mi última hora?». «No, vivirás por lo menos otros cuarenta años», le responde Dios. En cuanto se restablece, el jesuita aprovecha para hacerse un trasplante capilar y un lifting facial, una liposucción, arreglarse los párpados, la dentadura… En fin, sale del hospital siendo otro hombre. Pero justo al salir, un coche lo atropella y muere. Cuando se presenta ante Dios, protesta: «Señor…, ¡me dijiste que viviría otros cuarenta años!». Y Dios le responde: «Uy, perdona…, no te había reconocido…». (pp.324-5)

Martín Descalzo y Francisco son dos buenos ejemplos que pueden ayudar a cambiar nuestra imagen de Dios. Los evangelios nos cuentan cosas serias de Jesús, pero es seguro que él tuvo también buen humor con los cercanos a él. Tal vez le dijo a María Magdalena que debía comer más, porque no se le veía bien su flacura; y a Pedro, que no anduviera tan rápido que cualquier día iba a tropezar y caerse. En las bodas de Caná seguro que le dijo a algún borrachito en potencia: cambié el agua en vino para no dejar mal a los novios, pero no para fomentar el pasarse de palos.

Los tiempos que nos ha tocado vivir en Venezuela son duros y nos viene bien rebajar tensiones. Los discursos interminables invitan a apagar el televisor. Los chistes que circulan pueden ser un escape para la amargura de la vida, pero no deben ser tan mordaces que impliquen ofensa al prójimo. Eso no es cristiano. El humor en el matrimonio salva muchas parejas del divorcio y en la vida religiosa invita a mirar al Señor con ojos agradecidos. Saber reír ayuda mucho.

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