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Rusia encara a Occidente

MAXIM SHIPENKOV_EPA

Por F. Javier Duplá s.j.

Para los que vivimos en Venezuela quizá la guerra de Rusia contra Ucrania nos resulte alejada. Pero no es así. Hoy día todo lo que ocurre en el mundo tiene repercusiones para todos, especialmente una guerra. Ya lo vemos en la escasez de alimentos, ya que Ucrania provee a buena parte del mundo de trigo y maíz, sobre todo al África; y en las amenazas de guerra nuclear, que devastaría el mundo completo; y en la influencia de una dictadura como la de Putin, que lleva a la recesión económica a países como los Estados Unidos (EE.UU.).

El dictador Putin lleva veinte años en el poder y nunca ha dejado de hacer la guerra: en Chechenia, en Georgia, en Siria, en Crimea y en Ucrania. Su aspiración consiste en extender el dominio de Rusia al de la antigua Unión Soviética y crear un poder militar, político y económico que pueda equipararse al de EE.UU. y al de China. El imperio ruso de los zares resuena en su mente enferma. Él piensa que los eslavos a los que pertenece su país son distintos y siempre enfrentados a los occidentales celtas, greco-latinos, anglo-germanos y godos. Pero los jóvenes soldados que combaten y mueren en Ucrania proceden de regiones del Cáucaso y de la lejana Siberia, no son los hijos de los ricos moscovitas.

Una característica de los dictadores es que siempre mienten, que nunca dicen la verdad de frente. Putin, pocos días antes de invadir Ucrania, declaró que la acumulación de tropas en la frontera eran ejercicios militares normales y negó terminantemente que fuera a invadir Ucrania. Se lo aseguró al presidente francés Macron de viva voz. Una vez en guerra negó que se llamara así, sino “operación militar especial”. Como Stalin, que en la conferencia de Yalta en febrero de 1945 aseguró que respetaría la voluntad democrática de los países que luego serían sometidos a la Unión Soviética. O Hitler, que en los acuerdos de Munich en 1938 afirmó que no se anexionaría Checoslovaquia, cosa que hizo después, así como invadió Polonia y los Países Bajos, camino de Francia.

En Occidente, que incluye Europa y América, siempre se dice que la democracia es el mejor gobierno, pero no es fácil tener gobiernos demócratas. La tentación de mantenerse en el poder afecta a todos los gobernantes, sean demócratas o no. Etimológicamente la democracia significa desde sus comienzos en Atenas, gobierno del pueblo, pero lo ejerce a través de los que elige como sus representantes. La gente sencilla se deja convencer por las frases rimbombantes y la propaganda. Una vez en el poder, los dictadores usan la palabra democracia (orgánica, popular, constitucional, etcétera) para tratar de engañar a su gente y a todo el mundo.

Pero democracia significa responsabilidad, no solo de los que gobiernan, sino de todos. Los que gobiernan tienen como principal responsabilidad trabajar por el bien de todos, pero esto sabemos que es difícil verlo en las democracias de ahora y de siempre. El presidente y los que gobiernan quieren alargar sus períodos, prolongar sus privilegios, no dar cuenta a nadie de lo que hacen. Si no quieren dar cuenta de lo que hacen es porque va contra la Constitución y las leyes, y una de dos, o las cambian o persiguen a los que les acusan de prevaricación.

En Venezuela la Constitución es muy clara con relación al mantenimiento y defensa del territorio nacional. Dice en su artículo 13: “El territorio nacional no podrá jamás ser cedido, traspasado, arrendado, ni en forma alguna enajenado ni aun temporal o parcialmente a Estado extranjero”. Los gobiernos democráticos exigen que los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) sean realmente independientes. Ese es el mejor criterio para decidir si un gobierno es o no democrático.

La democracia no solamente tutela el territorio, sino que debe tutelar a los ciudadanos, Esto significa que todos nos sintamos responsables de lo que hacemos y busquemos el mejor modo de lograr la reconciliación, la convivencia, el progreso económico y social. Para lograrlo a medio y largo plazo es fundamental educar a todos los niños y jóvenes en esa dirección. Un país progresa cuando todos sus ciudadanos quieren que progrese. Los valores democráticos se inculcan con un sistema educativo de buenos docentes, bien pagados y convencidos de que preparan un futuro mejor. Juzgue el lector si eso ocurre en la Venezuela de nuestros días

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