Por Dalila Itriago | Clímax.
Resisten toda adversidad. Desconfían de los malos augurios y son sordos ante cualquier vaticinio catastrófico. Ellos viven dentro del caos pero el enfoque que han logrado labrar en su propio camino de servicio los protege ante la centrífuga asesina. Rosana Herrera es religiosa y docente y su misión de acompañamiento y enseñanza la anima a continuar en Venezuela. Ella es una de los orfebres de la esperanza.
“Mi nombre es Rosana Herrera y soy sierva de la Congregación del Santísimo Sacramento desde hace 22 años. Antes de comenzar mi formación vocacional con este grupo religioso vivía con mi familia en Valencia, estado Carabobo; estaba terminando mis estudios en Informática y decía que quería tener mi propia familia, con esposo e hijos”.
“A los 20 años de edad formé parte de una Pascua Juvenil. Esto es como un curso, un retiro, donde se abordan temas espirituales. Allí conocí a las Siervas del Santísimo y comencé un seguimiento vocacional porque tenía ciertas inquietudes. Decidí congelar el semestre de estudios que estaba cursando e ingresé a la Congregación”.
“Sentía que el Señor quería que yo siguiera ese camino. Además, llegué a creer que me hablaba por todas partes. Nunca antes había tenido contacto con religiosas y a partir de ese momento empezaron a aparecérseme como cotufas, por todos lados. ¡Era algo impresionante! Entonces comencé mi primera etapa de formación en la Casa Generalicia, en el sector La Concordia, en Caracas. Allí hice cinco años de vida religiosa. Fueron varias etapas: el aspirantado, el postulantado y el noviciado y, durante todos esos años, estudié Teología”.
“Luego de tomar mis primeros votos, vine hasta acá: al Colegio Paulo VI, ubicado en la Cota 905. Ahora soy la directora de la institución, pero en ese entonces tenía que estudiar y me fui al estado Falcón, donde obtuve mi licenciatura en Educación Matemática, mención Informática”.
“De allí me mandaron a Chile, al desierto de Calama, una zona de mineros donde hay muchos inmigrantes. En ese lugar acompañé a los pobladores e hice catequesis. Después, regresé a Caracas para prepararme para los votos perpetuos. Tras tomarlos, me fui posteriormente al Instituto Elena de Bueno, ubicado en Los Chorros, y me dediqué a estudiar dos maestrías: Gerencia Educacional y Teología Bíblica; más un doctorado. Ahorita estoy en la tesis del doctorado de Educación en Gerencia y Currículos”.
“Aquí a la Cota 905 llegué por voluntad de Dios. La madre general de la Congregación es quien asigna los cambios y un día me llamó y me dijo que necesitaba una hermana para que dirigiera este colegio que trabaja doble turno. Cuando llegué, en septiembre de 2016, había 950 niños inscritos. Ahora hay 840, porque el tema migratorio ha reducido un poco la matrícula”.
“De acuerdo a lo que cuentan algunos representantes, en este barrio la gente teme cuando llega la policía o la OLP, Operación de Liberación del Pueblo. Dicen que cuando ellos llegan tumban las puertas de las casas y puede que allí haya gente involucrada en lo que ellos están buscando, pero también dicen que ha muerto gente inocente”.
“Una de las cosas que me ha ayudado a estar aquí es que nunca he tenido miedo. No sé si es la confianza que yo tengo en Dios, que yo sé que no llegué acá por mi cuenta sino que fue él quien me envió. Entonces yo asumo que si él me envió para acá, y quiere que yo haga algo acá; yo estoy con él y él está conmigo. Por eso creo que no me pasará nada. Es mentira que te diga que le tengo miedo a la Cota 905. En estos días yo caminé a las 8:30pm desde el sector llamado “El Peaje” hasta aquí, hasta el colegio, y lo caminé tranquila.
“Tenemos 50 años viviendo en el barrio y nunca le ha pasado nada a ninguna de nuestras hermanas. Cuando nosotras pasamos caminando la mayoría de las personas unen sus manos y nos piden la bendición. Es un misterio que ni siquiera nosotros comprendemos muy bien. El por qué la gente nos mira así y nos respetan de ese modo. Para mí se trata de la adoración al Santísimo Sacramento, que ha actuado como un pararrayos para el colegio y para la Cota 905 en general”.
“En el año 2017 comencé un proyecto que se llamó Adoración Escolar. Todo el colegio hace media hora de adoración semanal y puedes observar que desde las 6:00 am hasta las 6:30 pm se mantiene expuesto el Santísimo. Todos pasan a adorarlo y, para mí, desde allí papá Dios ha ido irradiando su luz al colegio y a esta zona. Yo lo siento así y la fe me permite mirarlo así. No puedo decirles a los otros, que no creen en Dios, y mucho menos a quienes no creen en su presencia en la eucaristía, que esto sea así; pero yo no puedo dejar de sentirlo así”.
“Esto es una zona donde traen a muchos secuestrados y al final pagan los inocentes. Lo digo por la experiencia del colegio. Sé que han muerto representantes que no tenían nada que ver con estos hechos, pero les cayeron en sus casas y les echaron plomo. Luego vienen las mamás llorando y los niños también nos lo cuentan”.
“Hace un tiempo mis hermanos de sangre me insistieron mucho para que buscara otro lugar, dentro de la Iglesia, donde pudiera continuar mi trabajo pero que no fuese aquí en la Cota 905. Yo les dije que por convicción y por deseo quería seguir acá, acompañando a mi pueblo y a la gente por la cual yo opté. Yo no puedo abandonar el barco y dejarlo solo. Yo, pase lo que pase, daré la batalla con ellos, por eso estoy agarrada durísimo de la esperanza”.
“Veo que todavía hay muchísima fortaleza en Venezuela. Todavía, a pesar de todo, hay mucha luz. Lo veo en gente como yo, que está luchando y trabajando para una Venezuela mejor. Lo veo en esos niños, los alumnos, que aunque muchos factores externos le quieren robar la esperanza, ellos todavía sonríen”.
“En el video más reciente del colegio que grabamos, hay una niña que dice que ella quiere estudiar para ser científica. ¿Te parece que eso es un motivo pequeño para luchar? ¡Esa niña tiene esperanza de que ella será científica en Venezuela! Yo no quisiera apartar la fe, porque ella me ha dado mucha fuerza, pero más allá de ella existen muchos motivos para luchar”.
“Venezuela es hermosa y sigue teniendo gente valiosa. Yo lo puedo constatar a diario porque nuestro comedor, donde apoyamos a 260 niños, se sostiene de gente generosa que todavía dona un paquete de arroz o de pasta para que otros podamos comer. Y ni hablar de los docentes, que al no tener para los pasajes igual se caminan kilómetros para venir hasta aquí y dar sus clases, por un sueldo que no es merecido”.
“Los sueldos se pagan por hora de clase. Entonces puedes tener el caso de docentes que ganan menos del salario mínimo y no solo eso, sino que también te pagan el sueldo fraccionado: semanalmente. Además, el pago alimentario te lo dan en dos partes, y con eso no compras nada. A pesar de todo eso vienen a trabajar. Esto te habla de gente que lucha por un país mejor; por eso es que yo sí creo que Venezuela logrará ser un país brillante. Sí, estoy segura de que lo vamos a lograr”.
“Y a todas esas personas que sienten que ya no dan más, les recomiendo que busquen espacios donde llenarse de fuerza. Así sea tomarse un vaso de agua con alguien a quienes ustedes quieran. ¡Un vaso de agua! Yo les sugiero eso, que no pierdan la fe y que se encuentren con quienes les den deseos de vivir, sin que esto necesariamente implique gastar recursos. Se trata de encontrar espacios donde hallen esas cosas lindas que les brinden ánimo para continuar, porque Venezuela y también nosotros lo merecemos”.
Fuente: https://elestimulo.com/climax/rosana-herrera-nunca-he-tenido-miedo-de-vivir-en-la-cota-905/