Foto: George Castellanos / AFP
Por Gonzalo Oliveros Navarro
Barra Plural 490
En Asovenezuela consideramos que Colombia está en el mejor momento para diseñar la política migratoria referente mundial del siglo 21.
Seguramente el tema ha sido tratado a profundidad por especialistas pero, lo cierto es que, siendo tan presente la situación en la actualidad, algunas escuetas líneas pudieran ayudar a enfrentar el mismo.
La Migración Humanitaria que en estos momentos Colombia está recibiendo desde Venezuela requiere a nuestro juicio de agotar cuatro fases: Recibimiento, estabilización, re direccionamiento y ubicación.
En Asovenezuela integramos las mismas en función a lo que hemos pensado, vale recordar, que Colombia sepa quien llega, que hacía en su lugar de origen y que habilidades tiene que en el país receptor, que puedan ser aprovechadas por este.
Así, al llegar el migrante debe ser perfilado. Quizás eso contradiga los acuerdos migratorios no vinculantes que Colombia ha suscrito, mas sin embargo, la única manera de aprovechar el potencial de quien llega es sabiendo quien es, que hacía y que puede hacer.
Determinado ello es necesario estabilizarlo. Quien sale de Venezuela no lo hace por su propia decisión. Lo hace empujado por la circunstancia país. Eso obliga a un trabajo psicológico y de salud importante. Colombia cuenta para ello con un material humano que está siendo sub utilizado en su propio perjuicio como país. Médicos venezolanos que aquí están y que pudieran prestarle a los emigrantes, por cuenta del estado y quizás a menor costo, servicio similar al que prestan los cascos blancos argentinos.
Realizada la estabilización procede el re direccionamiento. Colombia debe saber donde se requiere la mano de obra que a su país llega. No son turistas en busca de bellezas naturales o diversiones. Es gente dispuesta a trabajar. Y debe ir a donde mas se le requiera. Donde sus servicios sean necesarios. Una persona trabajando es un ser que impacta de manera positiva el consumo nacional. Es un pequeño empuje de la economía y la suma de estos producen desarrollo.
A diferencia del colombiano que tiene absoluta libertad de movimiento, el articulo 100 de la Constitución Política de Colombia permite establecerle al extranjero limitaciones; valgámonos de estas para re direccionar la migración.
Finalmente corresponde precisar la ubicación. Los campamentos o refugios a migrantes son un dispendio de recursos irrecuperables para el estado y que poco beneficio aporta al ciudadano colombiano.
Quienes a Colombia llegan en extrema condición de vulnerabilidad son personas de muy escasos recursos económicos, incapaces de pagar de manera inmediata arriendo de un inmueble.
En lo que llamamos en Venezuela zonas populares, equivalentes en Colombia a estratos 1 y 2 hay cantidad de inmuebles desocupados, cuyos propietarios muy bien pudieren percibir un arriendo por su ocupación temporal por migrantes, bien garantizados por el estado, bien pagados temporalmente por éste.
En ellos durante máximo cuatro meses pudiere habitar un migrante y su familia, mientras se estabiliza en el tema laboral y elige la vivienda a su gusto y medida.
Con éllo se le da estabilidad emocional al mismo y al colombiano que tiene un inmueble desocupado le produce renta que genera impuestos. Es un ganar-ganar.
Sépase en todo caso que esta última idea la he tomado prestada de un brillante colombiano, mi respetado amigo Orlando Hernández, de la Fundación Norte –Sur y que la misma nos ha servido para armar el rompecabezas que proponemos.
Las medidas señaladas, a la larga, facilitarían la integración del migrante a su entorno, transferirían recursos directos al natural colombiano e impactarían positivamente en la economía del país.
Si cumplimos esos parámetros, habremos contribuido grandemente al crecimiento de Colombia.
Allí está la propuesta.