Por Eduardo Matute | @edmatute
Ricardo (1935-2020) fue un sacerdote católico, profundamente inmerso en su estado natal (Mérida). Como bien lo ha referido el Cardenal Porras, su pastor eclesiástico durante gran parte de su vida sacerdotal, encarnó en su ministerio las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de Medellín.
Me honró conocerlo cuando apenas alcanzaba los 18 años. El corto tiempo que trabajé con él fue, sin lugar a dudas, mi primera universidad en educación popular y cooperativa.
En ese momento, fungía como director del Centro de Educación Cooperativa de Mérida (Cedecom). Esta institución fue única en su esencia, en cuyos estatutos se vinculaba orgánicamente a la Universidad de Los Andes con cooperativas del Estado Mérida. Fue un producto de su ya, para entonces, clarísima vocación de estímulo a la organización productiva de los sectores populares.
Cedecom estimuló el desarrollo de cooperativas agrícolas, de producción pecuaria, de transporte, de consumo y de ahorro y crédito. En total, 35 empresas cooperativas a lo largo y ancho del estado. En los procesos de constitución y desarrollo de estas empresas, su enseñanza estuvo dirigida a la necesidad de ser eficientes en la creación y distribución de la riqueza producida. Una especial cooperativa, fue la de servicios funerarios de la ciudad de Mérida, origen del servicio que, a nivel nacional, se desarrolló a finales del siglo XX, en todo el país. Y en todas ellas, la impronta del Padre Silguero estuvo presente.
En la redacción de la ley de Cooperativas del año 1965, destaca la inclusión de un apartado legal que posibilitaba la creación de este tipo de institución cooperativa, basándose en la experiencia adelantada por Ricardo.
Con la Universidad de Los Andes, en 1970, adelantó el I Congreso Continental de Derecho Cooperativo, junto con un gran pensador cooperativo, David Esteller. La importancia de este I Congreso, puede verse en las memorias del VII Congreso, celebrado en San José de Costa Rica en el pasado diciembre. (https://bit.ly/2IpxbNc).
Esta intensa actividad cooperativa la realizó Ricardo, junto con la apostólica, en la Parroquia El Llano, la más extensa de las eclesiásticas emeritenses. Como párroco, rendía cuentas mensuales del ingreso de la parroquia provenientes de la feligresía y de los aportes centrales. El informe contable, se encontraba a la vista de todos, en la cartelera eclesial.
La dinámica cooperativa, en los primeros años setenta, llevó a la constitución de centrales cooperativas que asumieron funciones productivas, el servicio funerario y la actividad de promoción y educación cooperativa. Ante esa realidad, Ricardo se convirtió en el impulsor de la fusión de Cedecom a la Central Cooperativa de Mérida, que se llevó a cabo en el año 1972. Extinguido el Centro de Educación, Ricardo asumió la dirección de Radio Occidente, en Tovar, su otra gran obra. La primera experiencia de radio educativa en Venezuela, una radio pensada para la comunicación comunitaria, en aquellos tiempos pre-internet, que lo llevó a ser presidente de la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER).
Uno de mis recuerdos vívidos, ahora que recibo la información de su fallecimiento, tuvo lugar en Valle Grande, en la escuela que Fe y Alegría, sede de la Cooperativa homónima. En diciembre de 1971, en el encuentro anual de los campesinos de la zona, vi a un Ricardo organizando y ayudando a que todo saliera bien. Y contento por la labor, se reía.
Gracias, por tanto, Ricardo.