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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Recuperar la democracia y reconciliar al país

Carlos Delgado Flores

El otro día conversaba con uno de los dirigentes estudiantiles por las razones que tienen para no sentarse en la mesa de diálogo, “es verdad que a casi 90 días del inicio de las protestas, con más de 40 muertos, con heridos y numerosos detenidos, las causas de las protestas permanece, y la actitud del gobierno es –para decirlo con bonitas palabras- contradictoria, pero quien quiere buscar una salida política a este conflicto debe privilegiar al dialogo antes que cualquier otra” Y ante esto vino el comentario: es que nosotros no tenemos por qué estar allí, nosotros no somos status quo”.

Y tienen razón. A la mesa de diálogo se sienta el gobierno y la oposición en tanto ésta posee representantes en el estado (gobernadores, alcaldes y parlamentarios), junto con la facilitación del Vaticano y de Unasur, que también son representantes de estado. Eso no significa que los dialogantes no puedan reunirse con sectores de la vida del país, para acordar aspectos de los temas que estos sectores encarnan y que se integran en la agenda de diálogo; eso significa que el gobierno (este gobierno en funciones de Estado) tiene la alternativa de acercarse a los estudiantes para escuchar de primera mano sus planteamientos “en cualquier plaza pública” como se lo propusieron. Como el diálogo es un dialogo de estado, toca distinguir –y distinguirse- muy bien de los interlocutores, para poder hacer el cabildeo público a cabalidad.

Los estudiantes ya formularon dos objetivos históricos para su accionar en esta hora y en el tiempo venidero: recuperar la democracia y reconciliar el país. Al principio son dos buenas intenciones que pueden no pasar de ser un par de consignas coreadas con entusiasmo; pero cuando miramos lo que ambas cosas significan –recuperar algo perdido, extraviado o deteriorado y reconciliar a quienes están peleados, divididos- y pensamos que nuestros problemas comenzaron con una modernización que no alcanzó para todos, hace casi 80 años, pues vemos que, evidentemente, los objetivos del movimiento los exceden, y por lo mismo, convocan a todo el país más allá de la polarización.

Recuperar la democracia puede ser una vía que nos ayude a entendernos, a buscar una definición donde quepan las obras y los afectos de la gente, donde libertad e igualdad se articulen plenamente con la justicia y la solidaridad; reconciliar el país pasa porque chavistas y opositores reconozcan su existencia, se respeten y cambien desde identidades legitimadas por la pertenencia a bandos hasta otras que no sean más que meras expresiones de una filiación política, ya que la condición de ciudadano deberá ser suficiente para garantizar los derechos así como el cumplimiento de los deberes.

Recuperar la democracia con la reconciliación, y reconciliarnos con la recuperación de la democracia: un objetivo requiere del otro para poder cumplirse, si se quiere tener una democracia con demócratas, si se quiere tener una república liberal democrática, civil y civilista de verdad.

Los objetivos históricos del movimiento estudiantil pueden servir para convocar a las organizaciones de la sociedad civil que están más allá o más acá de la delgada línea roja, a trabajadores, a empresarios, a organizaciones sociales de base, en la conformación de un frente amplio que le dé sentido, proyecto y sostenibilidad al diálogo. Lograrlo generará un gran marco que permitirá la emergencia de aquellos que Hans Magnus Enzesberger (referido por Fernando Mires) denomina los héroes de la retirada, con los cuales, junto con los profetas, pasaremos a otra historia.

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