Por María de Fátima Vieira *
En este momento hablar de reconciliación en Venezuela parece, además de un discurso desgastado, una realidad improbable dado los niveles de polarización, violencia, corrupción, desgaste, hambre, sufrimiento, desesperanza… en el pueblo venezolano. Sin embargo, algo en nuestro interior intuye que, nos guste o no, necesitamos hacer algo concreto a fin de facilitar la convivencia ciudadana ya que de otro modo continuaremos esta vertiginosa caída libre que nos lleva a un pozo de destrucción sin fondo
“Cuando los conflictos no se resuelven, sino que se esconden o se entierran en el pasado, hay silencios que pueden significar volverse cómplices de graves errores y pecados.”1, FT 244
Miércoles 7 de julio 2021
Vicaría Nuestra Señora de la Merced, Cota 905, Caracas. Hora: 3:30 p.m. Un pequeño grupo participa en la Eucaristía del novenario de una hermana de comunidad religiosa fallecida hace pocos días. Se oyen varias ráfagas de disparos y detonaciones. Al finalizar la misa continúa el enfrentamiento, esperan un poco y con cautela regresan a casa. Los disparos, detonaciones y granadas siguieron repitiéndose durante la noche y días siguientes. Las fuerzas policiales están enfrentadas con el hampa del sector. ¿Objetivo? El “Koki” y su banda.
En la madrugada, aprovechando los momentos de tregua, una silenciosa procesión de familias aterrorizadas por la situación, sale del barrio en busca de un lugar seguro donde refugiarse: plaza, terminal de autobús o casa de algún familiar o amigos; en las mochilas y bolsos llevan lo que pudieron meter, dejan casa y pertenencias, en algunos casos, alguien se queda cuidando. Lo importante es salvar la vida, sacar de la zona a los más indefensos, especialmente niños y jóvenes. El sábado en la mañana solo se escucha un silencio que se percibe impregnado de miedo y sufrimiento. En voz baja se rumorea que los cabecillas han escapado, pero algunos de los “muchachos y muchachas” involucrados en la banda, han sido atrapados y asesinados por los funcionarios, quienes destruyen y desvalijan sus lugares de operación y sus casas.
Lentamente algunas personas empiezan a volver al barrio, hay aparente calma. Ahora preocupa la nueva tarea de los numerosos funcionarios de distintos cuerpos policiales que están en la zona: requisar casas, escuelas, bodegas, comercios… en busca de miembros de la banda escondidos, sus pertenencias y armamento. Un nuevo padecimiento se suma a los muchos de la sufrida población inocente: unos funcionarios hacen su trabajo de manera respetuosa, profesional; pero otros… usan un modus operandi bien conocido: romper puertas, ingresar de manera violenta y luego, sin importar si están presente niños, ancianos o enfermos, empieza el abuso verbal, psicológico, físico, social: humillaciones, amedrentamiento, amenazas, saqueo, robo, destrucción, violencia. La gente humilde, honesta, trabajadora, hasta ahora protegida por el hampa del lugar, es víctima de maltrato por parte de instituciones cuyo deber es defender la vida y garantizar el orden público.
Lunes 12 de julio:
El ambiente es de aparente calma, algunas personas se arriesgan y salen a trabajar, en su camino son requisados o robados por los organismos de seguridad que siguen en el sector; la incertidumbre, el silencio, el sufrimiento, la angustia impregna la población de La Cota 905. No se sabe cómo y cuándo acabará esta pesadilla. Además de los funcionarios y grupos irregulares que fueron heridos y abatidos, también personas inocentes perdieron sus vidas, otras están heridas, afectadas psicológicamente, niños con traumas por el terror y el maltrato, familias separadas, gente desplazada, sin los bienes materiales que con honestidad y esfuerzo habían adquirido.
Las autoridades hacen declaraciones oficiales explicativas de estos hechos, que no son acordes a la realidad, lo cual deja indignados a los moradores de la zona; se activa una Comisión Especial para el Diálogo, la Paz y la Reconciliación Nacional.
La gente en voz baja se hace muchas preguntas: ¿Qué está pasando realmente? ¿Quién está ganando con toda esta masacre? ¿Cuándo dirán la verdad? ¿No se dan cuenta del sufrimiento de tanta gente inocente, ahora tratada como delincuente? ¿Qué pasará cuando todo esto acabe? ¿Quién va a poner orden y seguridad en la Cota 905 si el “Koki” ya no está? ¿Hasta cuándo se quedarán los cuerpos de seguridad? Y, sobre todo, ¿será seguro volver a vivir en este lugar?
Como comunidad religiosa nos hacemos las mismas preguntas y nos plateamos otras: ¿Cómo sanar esta nueva herida, consecuencia de la lucha de poder, y retomar de nuevo la vida con esperanza? ¿Volverán los niños y los adolescentes a la escuela? ¿Cómo recuperar la paz en medio de tanto conflicto? ¿Vivir como hermanos, cultivar la fraternidad y la amistad social, como ha pedido el papa Francisco, es ahora solo una utopía?
Jueves 15 de Julio:
El barrio sigue en silencio, sin música.
¿Es posible la reconciliación?
“Es cierto que ‘no es tarea fácil superar el amargo legado de injusticias, hostilidad y desconfianza que dejó el conflicto. Esto sólo se puede conseguir venciendo el mal con el bien (cf. Rm 12,21) y mediante el cultivo de las virtudes que favorecen la reconciliación, la solidaridad y la paz’”2 FT 243
Como creyentes, conocemos el tema, es parte de nuestro léxico, aprendido del Evangelio, referido al sacramento de la penitencia o confesión, que busca restaurar la relación con Dios y los demás. “Si mientras llevas tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja la ofrenda delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y después vuelve a llevar tu ofrenda” (Mt. 5, 23-24). Para Jesús reconciliarse con el hermano, es camino indispensable para acercarse a Dios.
Reconciliación deriva del latín “reconciliatio”. El prefijo “re”, se utiliza para indicar “hacia atrás”, otra vez; el sustantivo “concilium”, es sinónimo de “asamblea”; y el sufijo “cion”, se emplea para establecer “acción y efecto”. Reconciliación significa “la acción y el efecto de volver a unirse”3, sin perder de vista que hace referencia a asamblea, personas, grupos. A pesar del desencanto que reflejan expresiones como: “Tantos diálogos, acuerdos, conciliaciones, reconciliaciones y después todo sigue igual, entonces, ¿de qué sirve?”, la reconciliación permite restablecer las relaciones interpersonales, grupales, y las alianzas y acuerdos para el bien común.
Por experiencia sabemos que reconciliarse no es tarea fácil. En este sentido, hay que aceptar que la reconciliación es un proceso cotidiano inherente a la vida misma, “hasta 70 veces 7” (Cfr, Mt. 18, 21-35). Incluso con nosotros mismos, es necesario “volverse a unir” ya que hay experiencias que nos dejan “hechos pedazos”. En otras ocasiones necesitamos perdonarnos y perdonar, lo cual tiene directa relación con los vínculos que nos unen a unos con otros y con Dios. “Al no resolver los conflictos nos dividimos, nos sentimos separados y nos queremos extinguir. La reconciliación tiene que ver con reparar los vínculos y volver a sentir la unión, partiendo con uno mismo.”4 La importancia de aceptarse y estar en paz consigo mismo es que, de no hacerlo, se está en guerra con los demás.
[…] el hombre que cierra su corazón a los demás, que no hace ningún esfuerzo por amarlos tal como son, que no sabe reconciliarse con ellos, jamás tendrá la fortuna de vivir esa profunda reconciliación con uno mismo que tanto necesitamos.5
Al hablar de reconciliación social, del Dr. D. Franco Conforti6 en su ponencia titulada Necesidad y dificultad de la reconciliación cuando hay traumas por violencia. Desde el contexto del derecho, expone que “[…] por reconciliación ha de entenderse la renovación del ‘pacto social’ que opera a nivel interpersonal entre víctima y victimario, pero sin perder de vista a todos los miembros de la sociedad”. En este sentido, indica que la reconciliación es el canal para llegar a la transformación de la sociedad, pasando antes por la transformación de los conflictos. Para ello, el autor plantea una fórmula del proceso sobre la que se basa la mediación penal: “Reconciliación = verdad + justicia”, considerando que siempre hay varias verdades a considerar en un conflicto y solo escuchando a todas las personas implicadas se hace una aproximación a la verdad. Así mismo, el autor afirma que es importante el reconocimiento público para que opere la reconciliación, es decir, que un ente legal o autorizado, determine y reconozca el daño, señale quién lo cometió e indique quién ha sido afectado, es decir, la víctima, junto con la “toma de conciencia del victimario del daño causado” a la víctima.
¿Por dónde empezar?
“La reconciliación reparadora nos resucitará, y nos hará perder el miedo a nosotros mismos y a los demás.”7 FT. N°78
Es necesario empezar por uno mismo, con humildad valentía y decisión, ejercitándonos y ayudándonos unos a otros a reconocer nuestras equivocaciones, omisiones e injusticias; juntar también nuestros dones, todos tenemos sombras que necesitan ser iluminadas por la luz de otro y luces que iluminan a los demás; en este sentido, es importante formarnos y formar a otros para ser mediadores, reconciliadores, con estrategias adecuadas.
Posteriormente, animar en el entorno familiar, laboral y donde tenemos incidencia social, a trasformar los conflictos en oportunidad de crecimiento. En este proceso es vital el diálogo, priorizando la escucha atenta a la persona o grupo, a fin de ir develando la verdad y luego, actuar en consonancia: en clave de restaurar la dignidad de la persona, el valor de la fraternidad, con hechos concretos como reconocer el daño realizado, pedir perdón, hacer justicia, restablecer el orden, reconciliar y celebrar la hermandad. Este camino de hacer de la reconciliación una actitud cotidiana, ágil, que recupera las relaciones y permite superar conflictos, nos adiestra para ayudar a expandir la ola de que la reconciliación nacional sí es posible.
Estamos en el Año Ignaciano (2021-2022) motivado por la celebración de los quinientos años del proceso que vivió Ignacio de Loyola cuando resultó herido por una bala de cañón. Desde esa perspectiva ignaciana, esta tragedia nacional puede convertirse en una oportunidad de reconciliación personal, social y eclesial que nos inspire a buscar modos concretos para trasformar las heridas, el sufrimiento y la muerte producto de tantas balas, violencia y enfrentamientos que sufre nuestro pueblo, en caminos de conversión y reconciliación. Recuperar nuestra identidad: todos somos hermanos.
Ciertamente como a Ignacio, nos espera un largo proceso de recuperación, intervenciones y cicatrices imborrables. Lo importante es ponernos en camino con humildad, como peregrinos en esta tierra y recuperar la dignidad de la vida en Venezuela asistidos por el Espíritu Santo, experto en realizar los imposibles de los seres humanos pero posibles de Dios.
*Licenciada en Educación Especial. Especialista en Dinámica de Grupo. Superiora general de la Orden Siervas del Santísimo Sacramento.
Notas:
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Papa Francisco (2020): Carta Encíclica Fratelli Tutti.
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Idem.
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RIED, Trini G. y P. Juan Pablo (S/F): Vivir por lo importante. Chile: Fundación vínculo. 125.
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PHILIPPE, Jacques (2003): La libertad interior. Editorial Rialp. P. 17.
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CONFORTI, Franco (2017): “Necesidad y dificultad de la reconciliación cuando hay traumas de violencia”. En dialnet.unirioja.es.
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IVEREIGH, Austen (2020): Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor. Madrid: Plaza Janés. P. 83.