Alfredo Infante sj
Hoy con gozo la iglesia universal celebra el día de Pentecostés. Antes de Cristo en Pentecostés, 50 días después de la Pascua, los judíos hacían memoria de la entrega de la ley de Dios a Moisés, el camino para vivir y convivir dignamente. En la iglesia católica se celebra un nuevo pentecostés en el que celebramos la venida del Espíritu Santo a nuestro corazón.
Si la ley fue inscrita en piedra, el espíritu es derramado en nuestro corazón y consciencia; es la ley del amor.
En el Evangelio de hoy los discípulos de Jesús, después de la pasión muerte, se encuentran encerrados por miedo a las autoridades judías; por dolor y tristeza ante la muerte de Jesús, y; por frustración ante las expectativas mesiánicas pues ellos pensaban que Jesús iba a ser el liberador de Israel.
La paz de Jesús viene a liberar del miedo, del dolor y la frustración. Nos cuenta el evangelio de Juan que Jesús se presenta en medio de ellos y saluda Paz este con ustedes y muestra las llagas del costado y de las manos. Esta paz es liberadora, los libera de la angustia ante la muerte porque el crucificado ha resucitado; los libera del miedo ante las autoridades porque entienden ahora que los poderosos en su ejercicio arbitrario del poder podrán encarcelar, torturan y matar pero el señor de la vida es Dios que, en su amor, vence la muerte y nos libera del miedo; los libera de la frustración porque le abre los ojos a sus discípulos para descubrirlo como el mesías antimesianico, es decir, el mesías que no nos viene a sustituir sino a despertar la fe, la esperanza y el amor en los corazones y las consciencia de cada ser humano.
Los frutos del saludo es la alegría de la liberación. Jesús vuelve a saludar, no basta liberar, hay que construir y construir no desde arriba, desde el poder, sino desde abajo, por eso el segundo saludo de paz, envía una vez liberado el corazón de los discípulos Jesús les confiere la misión, que es la misma que el Padre le entregó a él, por eso dice como mi Padre me ha enviado, así los envió yo; su misión es la fraternidad de los hijos e hijas de Dios y esa misión nos la confiere y por eso, por iniciativa amorosa de Cristo, somos como iglesia, anunciadores de la misión de Cristo, es decir, que estamos llamados a ser hermanos de la humanidad y de la creación.
Pero esta misión es a contracorriente de la lógica de los poderes de este mundo que también seduce nuestro corazón, por eso, Jesús nos habilita con su Espíritu dice el evangelio soplo sobre ellos Espíritu Santo, es decir; es su propio Espíritu el que derrama en nuestro corazón y conciencia. Y, finalmente, una vez entregado su Espíritu nos vuelve a enviar y esta vez a la misión más importante y difícil para nuestro corazón como lo es perdonar y reconciliar ¿Por qué? porque sin perdón y reconciliación no hay fraternidad, no hay humanidad sanada. Hoy celebramos que el Espíritu nos libera, nos envía, nos capacita, y nos sana para ser perdonadores y reconciliadores ¿Qué implicaciones tiene este misterio que celebramos hoy en Venezuela?