Por Alonso Moleiro | El País.
Cumplió 90 años en pleno confinamiento. El poeta venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930) es una de las voces más respetadas de las letras latinoamericanas, pero en los últimos años optó por ejercer el anonimato, mezclarse entre la gente o presenciar en silencio cualquier actividad cultural inscrita en el vértigo de la polarización impuesta por el chavismo.
Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Premio de Literatura y Lenguas Romances de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, su vida expresa el círculo paradójico de muchos intelectuales del siglo XX, Revolucionario en sus años juveniles, con el paso del tiempo ganó peso en él el escepticismo y una prudencia cartesiana. Cuando sale del anonimato, develando su identidad, cosa que no sucede siempre, en Venezuela es tratado con una unánime reverencia. Su timidez natural enmascara una penetrante inteligencia y un uso exquisito del lenguaje abstracto, tan poderosos en el verso como en la prosa. El escritor contesta a las preguntas de El País desde su residencia en Caracas.
¿Cómo se siente a sus 90 años ante los estragos del coronavirus?
Esta duración, que agradezco, se la debo a la naturaleza que hace absolutamente todo desde una brizna hasta a nosotros. El ser humano cree enseñorearla y es de ella que él depende, por lo que deberíamos seguir sus dictados, lo cual es fácil cuando nos complacen y difícil si son dolorosos. Con razón Spinoza, el más querible de los filósofos, según Borges, la llamaba Dios, pero esta palabra tiene el inconveniente de que al uno usarla, cada religión cree que alude al suyo. Por eso prefiero decir lo divino, lo desconocido, lo innombrable, Tao, Ser, ello, lo dador, eso. En cuanto a la calamidad de este enemigo invisible, es malvado politizarla, más bien exige una tregua, ayuda recíproca y reflexión que reduzca soberbias de toda especie.
¿Tiene otras voces de referencia, otro poeta en mente que le haya servido de inspiración para sus versos?
A Rilke y a varios de los estudiosos de su pensamiento; a Whitman, manantial que fortalece; a Pessoa, tan poeta que creó poetas, uno de los cuales fue él; y en lo personal el poema en prosa de Henri Michaux contribuyó a que yo adoptara un lenguaje casi como el de quien conversa. La generación española del 27 fue importante para mí. Como me gusta la prosa tanto como la poesía, aprecio mucho lo de este grupo y también la de Machado y Unamuno. Leo bastante a Savater, y fuera de España a Reyes y a Borges.
¿Ha meditado sobre esa paradoja tan común en pensadores y hombres de letras que fueron militantes de la izquierda en su juventud y dejaron de serlo al arribar a su madurez? ¿Se ha sentido víctima de sus propias convicciones?
No soy de los que en su vejez dicen con orgullo que siguen pensando como en su juventud. No hubo entonces cambio en ellos, y hay gente que hasta tiene por traición dejar de pensar lo mismo con el andar del tiempo. Pese a no ser un gran activista político dediqué mucho tiempo a esa religión laica llamada comunismo, sobre la cual aún hoy lucubran intelectuales europeos. Algunos incluso fantasean con un comunismo “mejor”, como si hubieran olvidado el siglo XX. Todo régimen comunista es una dictadura. A veces hasta dinástica. El problema de toda ideología es que ya está hecha, lo cual traba el pensar libremente. Se está como atado a ella.
¿Le dice algo el debate de izquierdas y derechas de este tiempo?
Salvador Paniker las llama fósiles, pero siguen usándose. Creo que impiden ver directamente la realidad. Si alguien es de derecha considera malo todo lo que haga la izquierda y, al contrario. En este caso el prejuicio es demasiado fuerte. Cuesta salirse de él. Por supuesto, siempre he detestado regímenes dictatoriales llámense como se llamen.
¿Qué piensa hoy de su poema Derrota, siendo uno de los poetas latinoamericanos vivos más importantes?
Siempre me hacen esa pregunta. Es un poema muy circunstancial. Como un brote de desesperación, y es significativo que sea el más publicado y traducido. Tal vez se deba a lo confesional o a que el lector comparta ese estado de ánimo o a su forma inusual. En francés, por cierto, le quitan ese que, el cual es su rasgo más saliente. Lo que he vivido después contradice bastante el poema.
¿Qué ha cambiado en usted a sus 90 años? ¿Siente que es la misma voz de Derrota o Los Cuadernos del Exilio?
El pensamiento, las ideas, la actitud, cambian, pero uno siente que sigue siendo el mismo. Es algo que pensadores modernos de la corriente advaita consideran nuestra verdadera naturaleza. A eso suelen llamarlo conciencia.
¿Por qué no emigró de Venezuela, como han hecho otros escritores e intelectuales locales?
Porque a mi edad no es fácil. Cuando viajaba lo hice con mi esposa y gracias a ella, durante muchísimos años, y la última vez que estuve en España y Francia fue con nuestro hijo; sin embargo, no soy muy dado a viajar.
¿Se animaría a enumerar sus momentos más felices? ¿Qué le ha hecho sentirse pleno?
Quizás durante los cuatro años –del 52 al 56- que pasé en Trinidad, exiliado por la dictadura de entonces. Era colonia británica. Había mucha libertad, lo que me permitió vivir de veras, sin las zozobras posteriores.
¿Dónde ubica, día a día, sus zonas emocionales de felicidad y duelo?
En este momento hay personalmente duelo y también en lo colectivo. No suelo usar la palabra felicidad: la encuentro muy grande para mí. Preferiría otra: naturalidad, disfrutar lo que nos guste, contentarnos sencillamente. Ya eso sería bastante, muy próximo a la serenidad.
¿Qué piensa cuando contempla el lenguaje del debate político en América Latina y España, usted que ha reflexionado al respecto?
Casi no lo oigo porque estoy sordo. Además, no hay periódicos, excepto algunos digitales; los opositores no tienen acceso a la televisión y este Gobierno los tilda de todo. Por cierto, este ha tenido la ocurrencia de prohibir el odio por lo que le toca dar ejemplo. Creo que es el único país donde existe una ley semejante. Lo que si preocupa a los educadores es que los jóvenes están perdiendo el idioma, algo grave porque él es el cimiento de todo lo demás.
¿Cómo ve la crisis venezolana? ¿Augura alguna salida en este punto de su desarrollo?
Bueno, lo que te he dicho torna imposible todo acuerdo para la transición en la que insisten los Gobiernos democráticos del mundo, pero es la única solución civilizada. Aunque las naciones, incluso las más avanzadas, siguen creyendo lo que se pensaba en la antigua Roma. Me refiero al lema criminal que de ella procede: “Si quieres la paz, prepara la guerra”. Creo finalmente que mientras los fanatismos religiosos, nacionalistas e ideológicos existan continuará la locura de la historia. Si los seres humanos viéramos realmente nuestro ego, podría comenzar un cambio. Ya hay la revolución de las comunicaciones y la de los físicos cuánticos, falta la humana, sobre la que no sabemos nada.