Por Carolina Jiménez Sandoval*
Como si el 2020 ya no hubiese sido lo suficientemente trágico el pasado 30 de septiembre el mundo recibió con tristeza la noticia de la muerte de Joaquín Salvador Lavado Tejón, mejor conocido como Quino, a sus 88 años.
Su obra gráfica ha tocado por décadas generaciones enteras al punto de que pocos caen en cuenta de que Quino dejó de dibujar su historieta más conocida, la siempre famosa Mafalda –traducida a más de 26 idiomas– en 1973, además de que a menudo se ignora que solo la publicó por 9 años, pues Mafalda comenzó a ser impresa en 1964. A pesar de estos datos tan reveladores, ¿cómo podemos explicar que cuarenta y siete años después seguimos leyendo y releyendo las tiras cómicas de Mafalda y ahora probablemente comenzaremos también a conmemorar con nostalgia y con un sentido de pérdida irreparable la memoria de Quino?
No cabe duda de que el impacto de la noticia de su muerte es mundial porque el pensamiento de Quino toca temas universales. A pesar de esta premisa lógica, se hace difícil resumir el legado de un pensador cuya obra principal es una historieta. Más difícil, por lo demás, cuando se trata de un artista gráfico que siempre se autodefinió como retraído, que fue definido por otros como lacónico, y cuya historieta más famosa tiene por personajes principales a un grupo de niños. No hay ni un gran tratado o textos enciclopédicos ni una autobiografía extensa que permita sentarse a revisar e inferir los preceptos filosóficos escritos y desarrollados por este autor y, sin embargo, todos nos hemos sentido intensamente atraídos a los mensajes que dejaba en cada una de sus historias.
Lo primero que hay que decir es que Quino trata en sus historietas problemas universales, profundos y complejos no solo a través del dibujo sino también a través del humor. Esta combinación la resumió el propio Quino en una extensa entrevista que le hiciera, el también caricaturista argentino, Juan Matías Louseu, mejor conocido como “Tute”: “El humor sirve para poner en evidencia las cosas absurdas que hacemos los seres humanos”. Y es que desde cualquier otra disciplina (ya sea la historia, la politología y hasta el propio periodismo) exponer y discutir muchas de nuestras tragedias como humanidad, ya sean la desigualdad económica, los ciudadanos desvalidos frente al poder político avasallante, las guerras u otras formas de violencia, no solo no invitan a personas jóvenes (ni de ninguna edad, tal vez) a tal discusión, sino que la hiper-realidad propia de cualquier tragedia nos lleva casi irremediablemente a querer olvidarlas, no a leerlas semana por semana y hasta coleccionarlas.
Quino logró demostrar con la técnica del humor y la historieta que las preguntas interminables de Mafalda y sus amigos, su crítica acuciosa contra los poderes facticos y su indignación frente a las perennes injusticias del mundo, son en realidad una preocupación cotidiana con la que todos podemos relacionarnos a pesar del paso de la historia y de los enormes cambios políticos que las sociedades experimentan. Sus ingeniosas metáforas, como la del célebre odio de Mafalda por la sopa, que en realidad representaba el rechazo de la ciudadanía contra la dictadura, en el sentido de que a la “gente no le gusta que la obliguen a tragar algo que no quiere”, en palabras del propio Quino, son parte de lo que aseguran su vigencia.
Al final del día, la filosofía de Quino (a pesar de que no le gustaba que le llamaran filósofo) se sustenta en la simplicidad de mostrar nuestras inconformidades frente al poder, pero cuestionando dicho poder siempre desde el lugar de las personas en la posición más “débil” (los niños, el oficinista asalariado, la ama de casa, el inmigrante trabajador…), frente a aquellos que lo ostentan y que, por lo tanto, nos oprimen. Más que una filosofía propiamente dicha fue siempre una manera inconforme de mirar el mundo y su status quo y de apostar, con su arte, a querer cambiarlo.
Es imposible cerrar estas líneas sin mencionar que Quino ha tenido también una gran influencia en varias generaciones de niñas. El hecho de que su personaje principal y la razón de su indudable fama haya sido una niña despierta, inteligente y que se tomaba la injusticia como razón misma de ser y cuestionar su sociedad y su contexto, a pesar de la persistencia de la desigualdad de género en casi todas las esferas de la vida pública y privada, es una de las varias razones que hace de Quino un artista memorable para muchas de nosotras. Quino pasa al lugar de los inmortales, entendidos como aquellos cuyas ideas permanecen en el tiempo con una perdurabilidad inusual en un mundo donde priva la inmediatez, porque las preocupaciones que reflejó en boca de Mafalda son las preocupaciones de todas nuestras generaciones con distintas manifestaciones según los tiempos que corran, pero con una misma base: la búsqueda de la justicia; una búsqueda inmortal.
En la última aparición pública de Quino a través de una entrevista convertida en documental por Boy Olmi, director y actor argentino, Olmi le pregunta a Quino que opina sobre “el amor como fuerza”. Quino responde, a su mejor estilo, con una pregunta: “¿el amor como fuerza o como puerta?”, y luego sonríe. La respuesta se cuenta sola.
Gracias, maestro.
*Internacionalista.