Por Emmanuel A. Rodríguez O., s.j.*
Se ha dicho que posiblemente Ignacio sonreirá enigmáticamente desde el cielo ante las interpretaciones psicoanalíticas realizadas por sus seguidores. Es bastante probable. Como lo habrá hecho en más de una ocasión ante determinadas interpretaciones de su historia y de su espiritualidad. Pero tampoco habría que olvidar que muchas veces los analizados en el diván sonríen ante las interpretaciones (¿certeras o no?) de sus psicoanalistas.
–Carlos Domínguez Morano, s.j.1
En el marco del Año Ignaciano mucho se ha dicho sobre nuestro fundador; sin embargo, ha sido nuestro deseo comenzar escribiendo estas líneas con una cita de Carlos Domínguez Morano, jesuita y psicoanalista español, lo cual nos permitirá tener una visión realista de la aproximación psicodinámica que haremos sobre San Ignacio de Loyola, porque “el inevitable destino del psicoanálisis es mover a contradicción a los hombres e irritarlos”2.
Examinando el contenido de la información que nos aporta Ignacio en cada una de sus elaboraciones que se han preservado hasta nuestros días (Ejercicios Espirituales, Autobiografía, Cartas, Constituciones, Diario Espiritual), según la teoría psicoanalítica, podría haber en él tres angustias3, siendo predominante la experiencia oral, pero los rasgos obsesivos de su personalidad están relacionados directamente con lo que Freud denominó la etapa anal4. Recordemos que el paso por estas etapas conforma el deseo y la satisfacción que nos acompañarán durante toda la vida. Veamos resumidamente algunos momentos importantes de la historia del Santo de Loyola:
Primero
Sabemos, según la opinión de diversos autores, que Ignacio posiblemente nunca conoció a su madre; también sabemos que, probablemente, hubo dos personas que hicieron la función materna, por lo que podemos imaginar que la etapa oral5 fue vivida de manera ambivalente, aunque tampoco sabemos cómo fue la separación de la persona que lo amamantó durante sus primeros años de vida6.
Quizás, por este motivo, Ignacio en nada ni en nadie podrá encontrar el objeto perdido de su infancia: a su verdadera madre. Un hombre que, según Carlos Domínguez Morano, a partir de la experiencia mística experimentada en el río Cardoner en su paso por Manresa, se convierte en un apóstol que con otras personas busca transmitir a los demás lo que encontró, pero que nunca dejará de ser un hombre que se refugia en su interior, en un espacio que supo explorar de modo inigualable, a partir de la práctica de sus Ejercicios Espirituales, y que necesitaba defender celosamente en sus contactos con los otros7.
De esta manera, podríamos preguntarnos, junto a Ignacio, ¿qué tan dispuestos/as estamos realmente en compartir nuestra experiencia espiritual a las personas que llegan solicitando ser acompañadas por nosotros/as?
Segundo
En la etapa anal8, el niño quiere afirmar su poder manipulando el entorno, pero también descubre su debilidad con relación a sus padres. Por lo tanto, va a ceder y a ser obediente para no perder el afecto protector de los adultos. Es una edad decisiva, pues en ella se forma la capacidad de amarse a sí mismo y amar a los demás.
¿Tendrá algo que ver esta etapa con la ayuda a las almas que va a orientar la vida de Ignacio después de su conversión?
Tercero
Desde el psicoanálisis, en la castración edípica9 el niño se enfrenta a la prohibición del incesto: no puede acceder amorosamente a su madre excluyendo a su padre. La castración conduce al niño a ser más relacional y a salir del universo fusional y simbiótico que ha mantenido con su madre. El niño, al renunciar al deseo de ser como su madre, adquiere la seguridad de llegar a ser un hombre como su padre.
El psicoanálisis propone que los hombres son menos ambivalentes e inseguros cuando han vivido una buena identificación con su padre, pero ¿con quién se identificó Ignacio si, tal como mencionan algunos de sus biógrafos, su padre siempre estuvo fuera de casa? Solo nos bastará recordar el ideal caballeresco de Íñigo introyectado a través de Amadís de Gaula10.
Ignacio: hombre de conflictos
A continuación, vamos a revisar brevemente los posibles conflictos en cada una de las instancias psíquicas11 de Ignacio de Loyola; estableciendo solo potenciales hipótesis, comprendiendo las limitaciones a las que nos enfrentamos por no tratarse de un análisis real entre analista-analizado:
- Podemos suponer que el Ello tiene una carga constitutiva muy intensa; es decir, se evidencian elementos de odio contra sí mismo representados por la autoagresión antes y durante su conversión, buscando la demolición de todo lo que pudiera oponerse a su nuevo proyecto de vida; así, la mutilación de su pierna es inconscientemente interpretada como un castigo divino de Dios ante su antigua vida12.
- De esta manera, el Yo hace casi igualdad con el Superyó; por consiguiente, podemos ver a un Ignacio con mucho talento para la actividad apostólica, y la Compañía de Jesús representa su elemento heroico hacia los demás; sin embargo, el Santo de Loyola es atacado por su Superyó en la resistencia al cambio de ideales (conversión de Íñigo a Ignacio), observándose una posible desintegración psíquica en Manresa13.
- Por consiguiente, el Superyó se muestra rígido y sádico: Ignacio es eficaz en su cargo de Prepósito General de la Compañía de Jesús; sin embargo, en el área comunitaria es poco tolerable al incumplimiento de las normas, aun cuando se evidencia una relajación de sus defensas represivas (evidenciada en la alucinación de María y el niño Jesús) desencadenando una situación fuertemente regresiva14 hasta llegar a la tentación de suicidio15.
Por otra parte, Carlos Domínguez Morano expresa que el narcisismo de Íñigo va a desempeñar un papel de relevancia en el proceso que le llevará a convertirse en el místico Ignacio. El proceso que se inicia en Loyola y que se desarrolla ampliamente en Manresa, va a permitir un cambio fundamental en esa dinámica narcisista, impulsando una reestructuración en su dinámica global de personalidad16.
Todavía es demasiado pronto para exponer una impresión diagnóstica de Ignacio de Loyola; a pesar de ello, podemos visualizar potenciales rasgos obsesivos y posibles características histéricas. En comunicación personal con Carlos Domínguez Morano, él expresa que no llamaría neurótico obsesivo a Ignacio. Sería más justo hablar de un carácter con claros rasgos obsesivos17. Tampoco hablaría de rasgos histéricos, aunque Antoine Vergote, en un momento se refiere a ellos18. Sin embargo, señala que los rasgos histéricos podemos tenerlos todos, pues ¿a quién no le ha gustado en algún momento llamar la atención de otros?, pero, continúa diciendo, no ve en Ignacio especialmente destacado este rasgo19.
La invitación final, siguiendo la dinámica del Año Ignaciano es continuar viendo nuevas todas las cosas en Cristo, incluyendo la experiencia de conversión de Ignacio de Loyola y contrastarla con nuestra vida y nuestro propio proceso de conversión como personas (laicos y/o religiosos) que han recibido en herencia la espiritualidad ignaciana.
*Jesuita en formación, cursante del Bachillerato en Filosofía (ITER-UCAB). Licenciado en Psicología (UNIMET); Cursante de la Especialización en Psicología Clínica Comunitaria (UCAB) y de la Maestría en Psicología Social (UCV).
Notas:
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Domínguez Morano, C. (1993). Ignacio de Loyola psicoanalizado: Anotaciones a un libro polémico. Proyección: Teología y mundo actual. 170, pp. 171-191.
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Sigmund, F. (1917). Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico. En Obras Completas. 14, p. 8. Amorrortu.
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Freud, S. (1926). Inhibición, síntoma y angustia. En Obras Completas. 20, pp. 71-164. Amorrortu.
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Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas. 7, pp. 157-188. Amorrortu.
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Ver nota 4.
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Beirnaert, L. (1969). Experiencia Cristiana y Psicoanálisis. Estela; Elorriaga, F. (2010). Las heridas de San Ignacio. Mensajero; Meissner, W. (1995). Ignacio de Loyola: Psicoanálisis de un Santo. Grupo Anaya S.A.; Tellechea, J. I. (1994). Ignacio de Loyola, sólo y a pie. (5ta. Ed.). Sígueme.
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Domínguez Morano, C. (2020). Un caso particular: Dios y el inconsciente en la experiencia de Ignacio de Loyola. En Mística y psicoanálisis: El lugar del Otro en los místicos de Occidente.
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Ver nota 4.
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Freud, S. (1908). Análisis de la fobia de un niño de cinco años. En Obras Completas. 10, pp. 3-118. Amorrortu.
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Ver nota 7.
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Freud, A. (1965). El Yo y los mecanismos de defensas. Paidós.
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Ver nota 7.
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Ver nota 1.
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Autobiografía, 10.
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Autobiografía, 24.
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Ver nota 7.
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Comunicación personal con Carlos Domínguez Morano, S.J. a través de e-mail (mayo-junio, 2021).
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Vergote, A. (1969). Psicología Religiosa.
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Ver nota 17.