Por Noel Álvarez
Hace algún tiempo, culminando mis estudios universitarios, analizaba con mi tía Filotea todo el sabor y el alcance de la historia en una novela y le decía que no era tarea sencilla. Ella, una analista de primera de acontecimientos del Mundo Antiguo, señalaba que “los mejores novelistas pueden entrelazar personajes ficticios junto con una intriga fascinante, y además, pueden incluir detalles vívidos que los lectores sienten como si estuvieran presentes en la acción”.
Los temas en juego no son menos relevantes hoy en día, en algunos casos, miles de años después, tienen plena vigencia y hasta parecen una copia del pasado. Recordando este diálogo con mi tía, me puse a leer libros que traten del tiempo antiguo y allí me encontré con el escritor británico Robert Harris, quien ha estado recreando hábilmente las últimas décadas de la República Romana empapadas de sangre, contadas desde el punto de vista del renombrado abogado, político, lingüista y orador, Marco Tulio Cicerón.
Ambientada durante el último aliento de la República, el volumen final de la trilogía de Cicerón de Harris, “Dictador”, narra los encuentros fatídicos del gran estadista romano con Julio y Augusto César. Los primeros dos libros, Imperium y Conspirata, contaron acontecimientos familiares solo para aficionados a la historia clásica: el ascenso de Cicerón de la oscuridad relativa para convertirse en uno de los abogados, oradores y escritores más importantes de Roma y, en el año 63, antes de Cristo, conseguir el cargo más importante: cónsul.
“Dictador”, comienza con el exilio de Cicerón después de enfrentarse a Julio César, el brillante general cuya peligrosa ambición solo Cicerón parecía comprender. La trama se precipita hacia el incidente más famoso de toda la historia romana: el asesinato de César, quien se vuelve demasiado poderoso y es aniquilado por un grupo dirigido por Gaius Cassius Longinus, Decimus Junius Brutus y Marcus Junius Brutus. El Senado se muestra timorato y ante sus vacilaciones, Marco Antonio se hace con el poder.
La historia se cuenta a través de Tiro, secretario del político, que detalla los últimos quince años de su jefe. Comienza con el abogado huyendo de Publio Clodio Pulcher y su mafia en Roma y yendo al exilio en Tesalónica. Él puede regresar a Roma después de más de un año bajo la promesa de apoyar a Julio César. De regreso en Roma, intenta revivir la República romana, pero las fuerzas en contra de esto son muy fuertes. La regla de un triunvirato, Julio César, Pompeyo y Craso, finalmente se convierte en el gobierno de un solo hombre cuando César toma el control a través de la guerra civil.
En manos de Harris, los otros actores principales emergen completamente redondeados: Cato, el estoico intransigente; Pompeyo, valiente pero vanaglorioso; Craso, codicioso y egoísta; Brutus, a quien Cicerón temía “puede haber sido educado de su ingenio”; Julio César, cuyo “éxito lo había hecho vano, y su vanidad había devorado su razón”; y Marco Antonio, que tiene todas las peores cualidades de César y ninguno de los mejores.
No es difícil ver por qué este período de tiempo en particular, el siglo pasado antes de Cristo, es tan atractivo para escritores y cineastas. Hay mucho material con discursos fogosos, alianzas políticas cambiantes, asesinatos brutales, guerras, exilios, persecuciones, torturas, entre otros. La historia es tan rica que parece inagotable. La saga completa y ajetreada de Harris abarca todo, desde la perspectiva inteligente y conflictiva de Cicerón, “un brillante y defectuoso superviviente político que lucha no solo por su propia vida, sino por el de toda la república condenada”.
Dictador es una novela publicada en 2015. Es una biografía de Cicerón y un tapiz de Roma en la época de Pompeyo, Craso, Cato, César, Clodio y finalmente Octavio. “Es una magnífica novela histórica que descubre a un hombre brillante e imperfecto, temeroso y valiente, protagonista de uno de los momentos más convulsos de la Roma antigua: el fin de la República”, escribe Harris. Hubo un tiempo en que Marco Tulio Cicerón tenía a Julio César en su mano y que de haberla cerrado, lo habría destrozado.
Este relato puede contener varias lecciones, las cuales, creo debieran ser asimiladas por los dirigentes políticos de nuestra época. Tras la muerte de Cesar, el Senado debió asumir el poder y no lo hizo, allí se presentó un evidente vacío de poder, el cual fue ladinamente llenado por Marco Antonio. Cicerón pudo desplazar al Cesar pero no lo hizo. Esto me permite asimilar una primera enseñanza, que tal como se dice en términos beisboleros: quien no hace, le hacen. Una segunda lección que puedo intuir en este relato, es que, tal como he señalado en alguno de mis artículos: la política es la única actividad que no ha evolucionado nada a lo largo de la historia, ya que, desde los tiempos de los griegos, todos los problemas se resuelven con puñaladas y venenos.