Por Oscar Bastidas Delgado | @oscarbastidas25
Enfrentar problemas es lo cotidiano en toda persona, y toda persona pertenece a un pueblo. En el mundo de los actores y autores sobre la Economía Social y del cooperativismo como eje de esta economía, numerosas personas utilizan “lo popular” como algo sagrado y digno de rendirle pleitesía, al extremo de considerar las actividades económicas realizadas por quienes reciben el calificativo de popular como sinónimo de “buena economía”.
Pero, ¿Qué es pueblo? Quien suscribe este artículo revisó una treintena de libros que hablan de Economía Popular (EP) y salvo Quijano, con una aceptable definición, ningún otro lo definía. Igual sucede con la Economía Solidaria (ESOL), se habla de ella en abstracto sin previamente definir Solidaridad. Sin dudas, hablar de EP hace pensar que el término se refiere al conjunto de actividades realizadas por personas calificables de pertenecer al “pueblo”, por lo que es saludable definir pueblo para interpretar fielmente cuáles personas y actividades involucra esta economía y buscarle una definición apropiada.
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) presenta dos aceptables:
1.- “Conjunto de personas de un lugar, región o país”. Si se aceptase esta opción, parecida a la de nación, pueblo serían todos los habitantes de “un lugar, región o país” y, por ende, la EP serían las actividades realizadas por ellos. Esta visión es abonada por la noción de pueblo utilizada por quienes mediante constituciones nacionales declararon la independencia de USA (1787), constituyeron la Gran Colombia (1821), o aprobaron la actual Constitución de España (1978).
2.- “Gente común y humilde de una población”, acepción parecida a “pueblo llano”, “clases bajas” o a “el común”, utilizada en varios países latinoamericanos. Recientemente en Colombia, los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC) lo incluyeron en el nombre de su partido político: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.
Combinar ambas acepciones haría que pueblo pudiese definirse operativamente así: “Conjunto de gente común y humilde de un lugar, región o país”. El vocablo pueblo también posee una connotación espacial y de tiempo que le concede condiciones de relatividad, no es lo mismo hablar de pueblo en el sector rural que en el urbano, tampoco en USA o Europa donde “gente común y humilde” puede poseer vehículos y hasta viviendas, que en Venezuela donde en la práctica equivale a morir de hambre.
Sin grandes esfuerzos se observa que el término EP está referido a las actividades realizadas por el “Conjunto de gente común y humilde de un lugar, región o país” individualmente o a través de sus organizaciones. Ambos términos, “pueblo” y EP ameritan de un buen conjunto de indicadores a fin de utilizarlos apropiadamente: ¿cómo medir la humildad?, ¿qué indicador utilizar para determinar la pertenencia de una persona o grupo a niveles de humildad y calificarla como del pueblo?, ¿se aplicarían conceptos parecidos a los utilizados por la ONU para determinar la pobreza u otros?; hay mucho aún por investigar y aplicar en este sentido.
En las actividades de gente calificable como del “pueblo” se encuentran ciertamente exitosas OESS y ONG con sus valores y principios, pero también numerosas falsas que explotan “asociados” a conveniencia u obtienen jugosos contratos públicos, pasando por organizaciones de beneficencia y de esforzados taxistas, vendedores ambulantes y honestas bodegas, hasta la compra-venta de drogas y objetos robados, explotación humana mediante trabajo infantil, prostitución, esclavitud al servicio de bandas y empresas, más las del lumpen proletariado como “producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad”.
Como se observa, hay de todo en la viña de la EP. Sus actividades son heterogéneas, numerosas contienen definidos valores y principios, pero otras son aberrantes por lo que no todas sus actividades poseen las supuestas virtudes atribuidas por idealistas y menos por los gobernantes populistas que, por razones ideológicas y utilitarias, exaltan las bondades de un pueblo que desean dependientes de sus políticas. Es necesario no confundir deseos con realidades y aceptar que “pueblo” es una amalgama de personas con amplias contradicciones entre valores y virtudes.