Al analizar la sociedad venezolana, resultan evidentes las consecuencias socioeconómicas que diariamente enfrenta la población; sin embargo, esta no es la única dimensión en la que ha sido afectada. La vulnerabilidad psicosocial del venezolano es un hecho innegable. ¿Cuáles son las características de este nuevo sujeto y cómo podemos protegerlo? Una reflexión científica sobre estas interrogantes es lo que sigue
Por Adle Hernández
Mucho se ha hablado del daño antropológico del venezolano a raíz de la prolongada crisis que ha atravesado el país, es por esto que a muchos nos preocupa lo que puede pasar con nuestra gente luego de tantos años de una crisis política, social, económica y del deterioro de la infraestructura general del país (por ejemplo, el sistema de salud, la vialidad y los sistemas de distribución de agua, solo por mencionar algunos), y cómo vive la población venezolana todas esas circunstancias y más, porque a eso se unen una serie de consecuencias como los efectos de la migración sin precedentes que hemos experimentado en los últimos años, entre otras posibles consecuencias que podríamos enumerar.
Es por esto que recientemente la Escuela de Psicología de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB)1, en el marco de su 65 aniversario, ha decidido hacer una investigación sobre el perfil de vulnerabilidad psicosocial del venezolano, aportando información válida y confiable que nos permita tener un retrato del venezolano de hoy. Qué elementos parecen funcionar como factores protectores y cuáles son elementos en los que hay que poner atención porque son factores de riesgo, son algunas de las interrogantes que puede responder este estudio. Para abordar la lectura de los resultados vamos a estructurarlos en dos segmentos de análisis: por una parte, la persona en vinculación consigo misma, y luego la persona en vinculación con lo social.
En primer lugar, al centrar nuestra atención sobre la persona en vinculación consigo misma, encontraremos a un venezolano que se siente afectado por el problema económico, identificado por la mayoría como el factor que genera más estrés en sus vidas; como dato interesante, el segundo factor es la salud, pero lo económico es tan abrumador que la separación entre el primer lugar y el segundo es de cincuenta puntos porcentuales.
Luego de analizar las fuentes de estrés, podemos identificar como segundo elemento de riesgo para el venezolano el malestar físico y psicológico que declara producto de la situación del país. Que un porcentaje importante de la población diga que no puede rendir a toda su capacidad porque se siente mal física y psicológicamente, producto de la situación que le rodea, nos tiene que hacer pensar en nuestra capacidad productiva como nación y en el sujeto necesario para poner sus talentos en la reconstrucción. Si una de cada cinco personas dice que se siente mal psicológicamente, y una de cada cuatro se siente mal físicamente, necesitamos, como país, reflexionar sobre esto.
Otro elemento que hay que destacar es el efecto del duelo migratorio que pasa factura entre nosotros. La mayoría de los venezolanos hemos vivido la separación de nuestros seres queridos, sean estos familiares o amigos cercanos. Esa pérdida tan abrupta y significativa en la vida de tantas personas, especialmente en una sociedad donde el apoyo social familiar o de personas cercanas es tan importante, es un elemento que necesitamos ver y significar en nuestra cotidianidad, ya que un tercio de la población afirma que esa pérdida ha afectado su vida.
Esto, además, entra en la dinámica de otra dimensión fundamental, que es la capacidad de identificación y expresión de emociones. La posibilidad de significar antes mencionada es fundamental para poder asimilar una realidad tan compleja, porque significar permite a la persona elaborar y transformar, sin embargo, un número importante dice que le cuesta identificar sus emociones y expresar lo que siente.
Ahora, ¿a qué recurre la persona para sobrellevar todo esto? El estudio realizado nos indica que existen elementos clave que están actuando como factores de protección. En primer lugar, vamos a mencionar dos de estos elementos: el bienestar personal, entendido como el sentirse a gusto con la propia vida, y la satisfacción personal subjetiva, que se refiere a la valoración que hace la persona de su historia de vida y de sus logros. En general, los resultados en estas dimensiones nos hablan de personas que, a pesar de la adversidad, cuando evalúan su historia se sienten satisfechas con sus logros y se sienten bien consigo mismas; elemento fundamental que parece contradictorio, pero que también podría dar cuenta de la capacidad de la gente de separar su interioridad de las condiciones externas que le generan malestar. Lo interesante de este resultado es que, mientras en variables contextuales, las personas perciben y sienten aquello que les afecta en cuanto a la situación del país, internamente parecieran identificar y valorar sus logros y darles lugar para experimentar satisfacción.
Algunos modelos del bienestar, como el de Prilleltensky (2012)2, afirman que el bienestar colectivo está explicado por el equilibrio entre la satisfacción de las necesidades personales, relacionales y colectivas, y que cuando en el contexto ocurren desequilibrios que no permiten satisfacer algunos de esos aspectos de la vida de la persona, otras de las dimensiones pasarán a compensar aquello que no está funcionando correctamente y que la persona no logra satisfacer en su día a día. Esta valoración personal que se encuentra en el estudio, podría además estar hablando de un sujeto que puede separar lo adverso de su posibilidad de encontrar bienestar en aquello a lo que puede acceder, en este caso sus logros, su historia personal y la capacidad de sentirse a gusto consigo mismo. También entran aquí los otros inmediatos, el entorno más íntimo de la persona que también recurre al apoyo familiar como forma de resolver sus necesidades.
Otro elemento que contribuye al afrontamiento y está relacionado con la interioridad es la oración, la mayoría de las personas dicen rezar como forma de afrontar los problemas. También aparecen como factores de protección la capacidad de control personal para enfocarse en lo que la persona debe cumplir y lograr, la capacidad de actuar y comportarse bien socialmente y la percepción que tienen de sus habilidades cognitivas.
Ahora bien, ¿cómo está el venezolano cuando se analizan dimensiones que tienen que ver con la persona en vinculación con lo social? Cuando nos centramos en este análisis, llama la atención que los hallazgos principalmente dan cuenta de factores de riesgo, a diferencia de las dimensiones que hablan de la persona en vinculación consigo misma, en la que parecía existir un balance entre riesgo y protección. En este caso la balanza se inclina fuertemente al riesgo, dejando solamente una dimensión como oportunidad. En este análisis hay que poner atención en varios aspectos.
En primer lugar, los resultados nos dicen que la mayoría de las personas experimentan un afecto negativo vinculado con el país; sienten rabia, preocupación y tristeza al ver la situación de nuestra nación, y, aunque saben o conocen de organizaciones sociales cercanas o que trabajan en su comunidad, solo el 9 % de las personas recurrirían a ellas en caso de necesidad. Además, es resaltante y necesariamente hay que detenerse a reflexionar, en que la abrumadora mayoría de la población cree que no es posible confiar en los otros. Cuando no se confía, no se pedirá ayuda ni se recurrirá a otros en caso de necesidad. Cuando no se confía, el tejido social se fragmenta y, por lo tanto, ese colectivo queda expuesto y desprotegido para hacer frente a las dificultades desde la respuesta comunitaria. Un tejido fragmentado disminuye la capacidad comunitaria de sacar provecho de las oportunidades, sin tejido social la posibilidad de vivir la cultura de la democracia se disminuye porque esta se fundamenta en el diálogo, en la capacidad de salir de lo individual para construir una visión común (Trigo, 2012)3.
Pero si el peso de los factores de riesgo es importante, hay un dato que puede llamar la atención de muchos y que puede resultar inesperado. La mayoría de la gente quiere participar, y el grupo de las personas que están en condición de pobreza quiere participar más. Este dato se califica de inesperado porque ciertamente lo que se suele encontrar es apatía hacia iniciativas de participación política o comunitaria. ¿Qué es lo que pasa entonces? A la luz de nuestros propios resultados podemos responder que si las personas no confían no participarán, aunque en el fondo quieran participar. El país necesita de la participación ordenada y organizada de la colectividad, así que este resultado nos debe hacer reflexionar.
Psicodata enciende importantes alertas en cuanto a aquellos grupos de mayor vulnerabilidad como las mujeres, los jóvenes entre 18 y 24 años, los adultos mayores, los pobres y las personas sin escolaridad. Un elemento importante es que las vulnerabilidades se pueden solapar, y allí es donde encontraremos los focos de mayor atención; así también juegan los factores de protección que tenga cada persona. Por eso los investigadores de Psicodata han insistido en dos ideas claves: una, no se puede etiquetar a las personas, y otra, no existen recetas, porque todo dependerá del análisis de la situación de cada uno. Por ejemplo, si se tiene a una mujer mayor de 65 años, pobre y sin escolaridad, esa persona probablemente será más vulnerable que una mujer, mayor de 65 años, del grupo de no pobreza y universitaria; pero los factores contextuales y de protección entran en la dinámica y pueden balancear los resultados de la ecuación, porque si el primer caso vive en una comunidad en la que hay opciones de participación y recreación para adultos mayores y además se desenvuelve en un entorno familiar que la arropa y hace sentirse amada, el resultado de la ecuación puede cambiar, y esa es la buena noticia que nos da horizontes para la acción.
Finalmente, un comentario sobre el grupo de vulnerabilidad asociado a la no escolaridad que nos lleva a ver a la escuela como un elemento que hay que proteger en todos los niveles, pero más aún en aquellos en condiciones de pobreza, especialmente en la actualidad, tiempo en el que la escuela y la educación están afrontando innumerables retos. Invertir esfuerzos en educación, además de los resultados asociados a las competencias escolares, pareciera ser un espacio propicio para proteger psicosocialmente a la persona.
Nota de la autora:
Esta investigación contó con la participación de Danny Socorro (coordinadora), Luisa Angelucci, Ángel Oropeza, Celibeth Guarín, José Eduardo Rondón y Adle Hernández.
Notas:
- Psicodata (2023): https://psicologia.ucab.edu.ve/wp-content/uploads/2023/02/PsicoData_compressed.pdf
- PRILLELTENSKY, I. (2012): Wellness as fairness. En: Am J Community Psychol Pp.1-21. https://doi.org/10.1007/s10464-011-9448-8
- TRIGO, P. (2012): Cómo relacionarnos humanizadoramente. Fundación Centro Gumilla.