Luisa Pernalete
Hace unos días, Héctor Rosemberg, el Director de un centro educativo no formal de Fe y Alegría en Zacamil, El salvador, me comentaba que en su país, el problema de la violencia delincuencial es tan serio, que hay liceos controlados por “las maras”, las famosas bandas que azotan al pequeño país. “Hay directores que han perdido toda la autoridad. Todavía en Fe y Alegría nos hemos salvado, pero la violencia avanza”. Ya nos había contado, cuando estuvo en mayo, en el II Encuentro de Constructores de Paz en Caracas, que ahora los delincuentes no eran esos que conocíamos antes: muchachos sin familia y sin escuela. Ahora pueden tener doble vida: estudian en un turno y delinquen en el otro. “Apúrense, ustedes todavía tienen tiempo”, agregó en aquella oportunidad.
Yo pensaba en esa conversación, y en el reciente correo sobre el control de escuelas por parte de las bandas, cuando escuchaba a alumnos de segundo año de bachillerato, en un colegio de San Félix. Simplemente, hablábamos sobre situaciones cotidianas para ellos y ellas. Eran 30. Cuando les pregunté sobre sus sueños, todos dijeron soñar con graduarse; todos, menos 3, sueñan con tener hijos; casi todos dijeron admirar a sus padres. Me sorprendió, ninguno dijo admirar a artistas, uno mencionó a un futbolista famoso. Cuando puse el tema de la música, el reggaetón tuvo más de la mitad de aceptación, “por el ritmo, profe, no por la letra”, merengue y salsa, tuvieron sus fans, y más de la mitad dijo que le gustaba “la música cristiana, la de alabanzas”, “porque lo ponen a uno a pensar”, incluso en chicos que se confiesan católicos. O sea, se baila con el reguetón y se piensa con las canciones evangélicas.
A las anteriores preguntas, se añadió si habían visto armas, 28 levantaron las manos: “cuando me atracaron”, “cuando los malandros se pasean por el barrio, ya no les da pena que se les vean las armas”, “hay vecinos que las tienen para defenderse, porque hay mucha delincuencia”… Procuraba no mostrar mi cara de asombro. Por supuesto, todos han escuchado tiroteos en su comunidad… Muchos reconocieron que recibían invitaciones a beber – fuera del colegio – y que sabían de muchas casas en donde se proyectaban películas pornográficas.
Si tomamos en cuenta el conjunto de afirmaciones, podemos decir que los adolescentes crecen en medio de peligros y tentaciones, pero que la mayoría de ellos son sanos y que el énfasis, al menos en ese plantel, está en la prevención.
¡Claro que en esa comunidad hay bandas en esa comunidad!, unas cuantas y activas, pero todavía la escuela ha podido protegerse de alguna manera. Esa, en concreto, hace mil y una pirueta para acompañar a los alumnos y alumnas, en medio de la violencia circundante.
Si se sacan cuentas, se puede afirmar que prevenir es menos costoso que controlar delincuentes. Piense usted, ¿qué cuesta más, hacer una escuela o una cárcel? ¿Libros y computadoras que armas? ¿Formar recreadores o policías?¿ Un nacimiento o un entierro? ¿Instrumentos musicales o granadas? ¿Pagarle mejor a los maestros o grandes operativos? ¿Qué será más fácil, apretar un arma o extender la mano en señal de ayuda?
Si, creo que tiene razón mi amigo salvadoreño, todavía podemos proteger a nuestros adolescentes, pero tenemos que apurarnos, la violencia no descansa.
Imagen: Meollo Criollo