Por Alfredo Infante s.j. *
Siguiendo los consejos del Cardenal Baltazar Porras, administrador apostólico de la Arquidiócesis de Caracas, hago un llamado a la prevención y a la oración. Recordemos que el coronavirus no lo detiene el miedo sino la prevención inteligente y la oración, que nos libera el corazón del miedo paralizante. El asunto es serio, pero superable con una prevención inteligente y un espíritu libre de pánico. Ante la destrucción de nuestro sistema de salud, por falta de políticas públicas que garanticen la vida, se hace más urgente la prevención.
Medidas preventivas
1) Como cristianos estamos llamados a cuidar y defender el don preciado de la vida. Ésta es la tarea fundamental que la fe nos exige; por eso es clave la prevención inteligente. La vida es sagrada, es un don de Dios, cuidarla es nuestra responsabilidad.
2) El fundamento de una prevención inteligente es la información veraz, y para ello recomiendo estar atentos a las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Cruz Roja, UNICEF, y otras agencias de Naciones Unidas (ONU). Es también de mucha utilidad el audio que está circulando con una entrevista al infectólogo peruano, residente en Estados Unidos, Helmer Huerta; de igual modo, en nuestro país, invito a seguir cualquier orientación del doctor Julio Simón Castro Méndez, infectólogo, miembro de la ONG Médicos por la Salud, y, por supuesto, los comunicados emanados del Ministerio de Salud. Ayuda a difundir información preventiva, colocándola en sitios públicos, tomando las medidas pertinentes. Cuidar la vida es nuestra misión.
3) Ruego encarecidamente, no difundir cadenas de fuentes desconocidas para no crear confusión, miedo, o su contrario, la banalización y despreocupación. Hasta ahora hay dos actitudes contraproducentes: el miedo que paraliza y angustia, y su contrario, la banalización que nos lleva al descuido y la irresponsabilidad con el cuidado de la vida.
Oración y conversión
Cuaresma es tiempo de oración y conversión. La oración nos conecta con la fuente de la vida y nos compromete a cuidarla y defenderla siguiendo la misión de nuestro Señor Jesucristo que nos dice, en Juan 10,10, “he venido para que tengan vida y vida en abundancia”. Desterremos de nuestro corazón y relaciones todas aquellas actitudes irresponsables que maltratan y descuidan la vida. Cuidémonos los unos a los otros.
La oración hecha con fe nos libera del miedo y nos da fortaleza para responder con sabiduría y responsabilidad al momento que vivimos. Recordemos que el enemigo de la fe es el miedo (1Jn 4:16-18) y nuestro Señor Jesucristo es “resurrección y vida” (Jn 11,25-27).
En este momento la conversión que se nos pide es tomar conciencia de que la vida es un don de Dios, que es sagrada, y esta conciencia nos exige revisar nuestros hábitos higiénicos y ordenarlos al servicio de la vida; también, poner nuestro corazón en manos de Dios, y conectarnos en oración y acción con todos los que cuidan y defienden la vida. De igual modo, oremos especialmente por los adultos mayores y por los enfermos crónicos y tantos malnutridos y desnutridos que según los expertos son las personas más vulnerables. Asimismo, agradezcamos y oremos por los trabajadores de la salud (enfermeras, médicos y empleados) consagrados día a día al servicio de la vida en las condiciones precarias de nuestro país.
Invito a toda la feligresía a orar con devoción por la vida y la salud de nuestro pueblo con la certeza de que “los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan” (Eclo 35, 15-17.20-22).
Recordemos las palabras de cardenal que nos dice: “Como creyentes, pongámonos en las manos de Dios, con calma y serenidad. Que el pánico no nos paralice, ni le huyamos a la dificultad, la enfermedad y el dolor. San Agustín nos recuerda que ‘si se acaba la tribulación, se acaba la llamada del Señor’. Nuestro modelo es Jesús quien asumió la pasión y la muerte por nosotros”.
*Párroco de la parroquia San Alberto Hurtado en La Vega, Caracas. Director de la revista SIC, del Centro Gumilla.