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Porque es muy duro pasar el Niágara en bicicleta

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Por Leonardo Álvarez Arcia, s.j.

Acompañar a una juventud esperanzadora

Muy joven, cansada y con mirada decaída se muestra la joven doctora. Sin nada de anestesia, sin hilo de coser; faltan los bombillos en la sala; en el hospital no hay repuestos para la máquina de electrocardiogramas; pacientes llegan y son despedidos sin el más mínimo panorama de lo que les espera. La recién graduada doctora habla de salir del país… ¿Será Chile un buen destino? Aunque esta historia parezca una imagen sacada de la popular canción de Juan Luis Guerra, se trata de la realidad cotidiana, afirma Kira Ramos, joven internista del Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño de Caracas.

La cambiante realidad venezolana, agitada y en constante tensión, empuja a una juventud que le ha tocado madurar a temprana edad y la expone en ambientes que otras sociedades, tal vez, no experimentan con frecuencia. Para algunos, se ha convertido en un mundo de oportunidades positivas; para otros, en un universo de constantes frustraciones. Sin embargo, una realidad consistente entre tanto dinamismo constituye la necesidad de edificar proyectos de vida patentes, integrados emocionalmente y discernidos. Se nos revela así un elemento necesario para la construcción de una nación que sigue luchando por emerger y ganarse un puesto, aunque sea entre los países con un mínimo aceptable de calidad y esperanza de vida.

La pandemia, el significativo avance del entorno digital y la infame guerra rusa, son realidades que han dinamizado a un mundo globalizado que nos exige constantemente nuevas formas de estar y de asumir los retos, con la única garantía de que estaremos llegando al fin de la sociedad, tal y como le conocemos, si no entendemos que la búsqueda de la justicia no es una mera categoría que decora nuestros sistemas políticos, sino que es única y verdadera garantía de construcción de futuro entre pares bajo un sentido de pertenencia en común.

Que nosotros estemos en crisis no significa que Dios esté en crisis. Que las gentes se marchen de nuestras Iglesias no quiere decir que se le escapen a Dios de sus manos protectoras1

: Red de Juventud y Vocaciones
Crédito: Red de Juventud y Vocaciones / Jesuitas de Venezuela

Entre tanta agitación, la juventud venezolana, en el país o dispersa por el mundo, se encuentra en momentos claves para la toma de decisiones y la apropiación de experiencias vitales significativas. La Iglesia, por su parte, ha asumido una senda de camino sinodal en donde la juventud es clave para una sociedad cada vez más secularizada. Sin embargo, la juventud se sigue moviendo bajo un itinerario necesitado de nuevas creencias o experiencias místicas que les puedan dar respuesta a sus dudas existenciales.

A propósito del éxito de las espiritualidades alternativas y creencias de la nueva era, el padre Arturo Sosa, s.j., superior general de la Compañía de Jesús, afirma:

(…) La sed de fe de las personas se sacia de diversas maneras… No soy ningún experto en ese mundo, pero algunas de esas formas son muy individualistas y no exigen compromiso alguno con el prójimo. El cristiano, en cambio, cuando se vive de verdad, te pone en comunión con los demás, también con lo que no te gusta, y te abre al grito del otro y a sus problemas2.

Ser voz que hable al corazón

La Iglesia ha reconocido el deseo de los jóvenes de ser escuchados, reconocidos y acompañados. La voz de muchos es desestimada y poco apreciada en temas de contexto o a nivel eclesial (Sínodo de 2018, “Una Iglesia en escucha”).

El gran reto que se nos presenta es propio de nuevos tiempos, que nos interpela a la reflexión orante de procesos de acompañamiento y de “estar” como “Iglesia en salida”, bajo el sentido evangélico de los discípulos de Emaús, que caminan con Jesús y le reconocen por medio de una voz que hace arder sus corazones. Nos corresponde, como Iglesia, encontrar el sentido de ser voz que hable al corazón.

La era digital nos ha demostrado que las guerras ahora se luchan en nuevos campos de batallas; los tiempos del soldado cibernético apenas comienzan. La economía y la educación (y los entornos de avatares en el ciberespacio) se diversifican configurando una comunidad del conocimiento que avanza sin darnos tiempo de asimilar con total claridad tan significativos saltos. Además, una cultura de la inmediatez y la transición prematura a las responsabilidades maternas y paternas3 configuran nuevos retos para una Iglesia que asume el acompañamiento de un futuro esperanzador en la juventud.

Mis retos como estudiante de medicina en la UCV fueron muchísimos; primero es ingresar a la carrera, porque la prueba es algo difícil; luego los paros por malos pagos a los profesores, las protestas, los apagones nacionales; y, ya al final de la carrera, tener la pandemia con la que tuvimos que trabajar; esos son los retos que tuvimos que enfrentar en la carrera los médicos de mi generación… (Michelle Caracas, egresada de la Escuela de Medicina, Luis Razetti, UCV)

oordinación Nacional de Formación
Crédito: Coordinación Nacional de Formación / Fundación Centro Gumilla

Nuestra misión como cristianos

Todo este panorama nos coloca bajo la óptica de los nuevos retos que debemos asumir junto a la juventud, nuevos retos como Iglesia y compañeros de camino que salen al encuentro de jóvenes que siguen soñando por encontrar significado a una vida con sentido.

Desde nuestra vocación de cristianos, nos corresponde llegar a los márgenes de las periferias y salir al encuentro de los jóvenes que caminan por realidades complejas.

Nos corresponde asumir el reto de integrar una sociedad en el entorno digital y discernir las múltiples capacidades que nos presenta, más allá de colocar el mero carácter personalista y reacio que pretende tacharle de negativa.

Nos corresponde contemplar la cotidianidad de una muchachada que desea emprender y capacitarse.

Nos corresponde asumir el reto de orar con un Dios que se hace verbo, canción, arte, comidas, trabajo…

Nos corresponde asumir el reto de caminar con un Dios que sale de la Iglesia y camina con una juventud que le ha tocado asumir nuestra difícil realidad.

Nos queda la gran tarea de discernir el sentido de esperanza que surge de nuestros jóvenes, comprendiendo sus realidades, apostando por una generación que sigue luchando día a día y permaneciendo en la búsqueda por entender el sentido humanizador de acompañar la construcción de proyectos de vida con vocación cristiana.


Notas:

  1. Véase: PAGOLA, J. (2022). “Que nosotros estemos en crisis no significa que Dios esté en crisis”. Mensaje. Chile. En línea: https://www.mensaje.cl
  2. SOSA, A. y MENOR, D. (2021). “En camino con Ignacio”. Sal Terrae, Cantabria, p. 145.
  3. Casi un millón de mujeres jóvenes venezolanas han reportado que han tenido al menos un embarazo no planeado, cuya ocurrencia se produjo antes de los dieciocho años en 38 % de los casos y antes de los veinte años en 64 %. Véase: AGUIRRE, J. (2020). “¿Y la juventud hoy?”. Fundación Centro Gumilla-Abediciones, p. 18.
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