Por Víctor Álvarez R.
La inflación de agosto fue de 17,3 %, la más alta de los últimos 12 meses, y llevó la inflación interanual a 153 %, mientras que la acumulada en lo que va de año llegó a 90 %. Este repunte en los precios se atribuye al incremento de la liquidez monetaria. La inyección de dinero presionó la devaluación del tipo de cambio y el encarecimiento del componente importado presionará mayores aumentos de precios en los próximos meses.
El financiamiento monetario a las empresas públicas no financieras fue de 126 veces el tamaño de la base monetaria y al doble de la liquidez monetaria. Solo a las empresas públicas no financieras se les transfirieron más de 163 millardos de bolívares sin respaldo en la producción.
Si bien el país sufre una prolongada escasez de billetes y monedas para pagos en efectivo, el dinero digital no cesa de aumentar. El gobierno no imprime papel moneda, el cual se ha sustituido por el llamado bolívar digital que emite desmesuradamente y es el principal factor propagador de la inflación.
El discurso oficial es muy contradictorio. Por un lado, están quienes cuestionan la teoría cuantitativa del dinero en la que se apoyan los economistas monetaristas y neoliberales para explicar las causas de la inflación. El razonamiento es simple: la emisión de dinero sin respaldo en la producción llega a los hogares que –al tener más dinero– aumentan la demanda en una economía con una oferta limitada. Y mucha plata detrás de pocos bienes dispara los precios.
La evidencia teórica y empírica revela que a las desmesuradas emisiones de dinero para financiar el gasto público le sigue un brote inflacionario. La visión de izquierda cuestiona esta teoría argumentando que la disminución de la cantidad de dinero es el pretexto para congelar los salarios, reducir el gasto público y el tamaño del Estado. Pero en el Gobierno también hay voces que están de acuerdo que aumentar la cantidad de dinero sin respaldo genera mayor inflación.
Atendiendo a este razonamiento, el gobierno de Maduro manipuló las tablas salariales de los docentes venezolanos para disminuir los salarios nominales y retrasar el pago de los bonos y otros beneficios. La protesta no se hizo esperar y finalmente cedió a la presión sindical y pagó los aumentos con emisión de dinero. Acto seguido, el tipo de cambio y los precios se dispararon, dando la razón a quienes advirtieron sobre los riesgos de emitir dinero inorgánico para pagar aumentos de salarios.
Históricamente, el gasto público en Venezuela registra un promedio del 33 % del Producto Interno Bruto (PIB), pero en 2022 no llega al 2,5 % de la producción nacional. Los insuficientes presupuestos de ministerios, gobernaciones y alcaldías apenas alcanzan para pagar la nómina, más no para financiar ni desarrollar obras de interés económico y social. La demanda agregada tampoco es alta. El consumo de los hogares disminuyó 52 %, mientras que el gasto del Gobierno cayó 30 %. En 2001 el salario mínimo superaba los 400 dólares mensuales, pero en la actualidad no supera los 30 dólares mensuales. Según datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), el 94 % de los hogares están por debajo de la línea de la pobreza y apenas un 6 % de los hogares percibe ingresos mayores a sus necesidades básicas.
En Venezuela la causa de la inflación es la destrucción del aparato productivo y un factor propagador es el aumento de la cantidad de dinero. Por lo tanto, el estímulo a la producción y la sincronización de la emisión de dinero, con las necesidades que plantea el ritmo de la expansión económica, son las claves para contener y derrotar la inflación.